Cabría preguntarse qué ha hecho el Atleti para merecer esto. Cuando están a punto de cumplirse las ominosas “bodas de plata” de la apropiación indebida del Club por Jesús Gil y Gil y su cooperador necesario Enrique Cerezo, en sintonía con la estafa perpetrada pocos años después por el Consejero Delegado Miguel Ángel Gil Marín junto con su meritado padre, esta mañana nos acaban de robar la identidad, la esencia del Club Atlético de Madrid. No solo nos abocan a un éxodo indeseado en unas condiciones de movilidad y seguridad execrables con el beneplácito de las instituciones, sino que pretenden albergara a los portadores del sentimiento rojiblanco en un estadio denominado Wanda Metropolitano.
El sibilino guiño al histórico y glorioso Stadium Metropolitano, en realidad es una obra maestra del trile, una argucia dirigida, por un lado, a que la afición sobrelleve mejor el nombre comercial y, por otro, a que el Metropolitano se erija en el guardián y adalid de la historia atlética, relegando a un segundo plano al Estadio Vicente Calderón hasta lograr su absoluta difuminación. Abominable detalle con el mejor Presidente que tuvo nunca el Club, al cual honran tanto el Templo atlético como su propio himno. Por poco tiempo.
El patrocinio, como la propia inversión del grupo chino, tapa los agujeros que los que detentan ilegítimamente la mayoría del accionariado dejan en la tesorería
Podríamos pensar -y muchos lo concebirán así- que para competir debemos amoldarnos a las nuevas prácticas comerciales, que los estadios modernos -algunos solo- tienen nombres de marcas o multinacionales dispuestas a soltar un pastizal por exhibirlos en el estadio de un Club de la élite del fútbol y que, por eso de quien paga manda, la decisión debería entenderse correcta. Pero no podemos obviar que el patrocinio, como la propia inversión del grupo chino en el Atleti, viene a tapar los agujeros que los que detentan ilegítimamente la mayoría del accionariado de la SAD van dejando en su tesorería año tras año.
Sin ir más lejos, el club hubiera entrado en quiebra si Wang Jianlin no asume en su momento la indispensable ampliación de capital. El cambio de estadio no era necesario, hemos conseguido el top deportivo en el Vicente Calderón y gracias al Cholo ¿Acaso el Wanda Metropolitano asegura más? Nos vamos del estadio que levantaron con tanto esfuerzo y penalidades nuestros ancestros para ir a parar a un estadio llamado Wanda. Deplorable.
Se avecina un tiempo de incertidumbres, de grandes cambios difíciles de asimilar, para algunos -o quizá para muchos- imposibles de deglutir. Se nos hace bola. Cambiamos de estadio, cambiamos de escudo y lo próximo, no es difícil adivinarlo, será el himno. La esencia y la identidad del Club se derrite en la tórrida lava de un volcán incontenible llamado mercantilismo. Y ambición.
Y en cuanto al escudo, no es que no lo sepan porque sí, lo saben muy bien. De hecho, si acaso lo ignoraban antes, lo descubrieron en 2006, cuando la propiedad de la SAD ni más ni menos que dio el visto bueno a que Nike diseñara una primera equipación mitad roja, mitad blanca, con pantalón rojo, que la Afición, por una vez, logró echar fuera del Calderón, exclusivamente para partidos foráneos … Siempre que se pudo porque, por ejemplo, el árbitro impidió que el Atleti saliera así vestido en el Bernabéu … ¡por coincidencia de colores!. Jamás habíamos caído tan abajo.
El pitorreo a nuestra costa, de aficiones rivales, nunca estuvo más justificado. Con su burla muestran mayor respeto que los autores del engendro"
Sacrilegios semejantes, o aún mayores, le hemos visto cometer a Nike con el Barça; pero existen clubes que, por su historia, carácter e idiosincrasia, nos resistimos a las novedades, cuando son innecesarias, caprichosas y responden a presuntos intereses comerciales. O eso dicen, porque eso de los “intereses comerciales”, como lo del “mercado asiático”, va camino de convertirse en un cajón de sastre en el que todo lo absurdo cabe y todo lo extradeportivo justifica.
Pero quienes pensamos que el Athletic no sólo fue un modelo en nuestra fundación, sino que lo sigue siendo en su sacrosanta defensa de la Tradición, no sentimos ninguna extrañeza cuando rechazaron aquella locura de un diseñador y obligaron a que la camiseta de los manchurrones rojos, sobre fondo blanco, fuera (triste, patética) flor de un día.
Quienes opinamos que no todo cabe en los colores rojiblancos, tampoco nos sorprendimos cuando la Afición del Sporting de Gijón devolvió un invento de camiseta que ponía finas líneas rojas sobre fondo blanco y, quienes defendemos que un escudo es elemento imprescindible en la identidad de un club, dimos por hecho que una Afición como la del Real Zaragoza rechazaría de plano un intento de cambio, como así fue. ¿Qué existe de arcaico en el escudo del Atleti? ¿Qué alarma diseñadora-social se vivía, que justificara esta propuesta de transformación?
Parece sinceramente una broma, este diseño de “nuevo escudo” tricolor, que por momentos parece que lleva boina (mal colocada, por cierto) y, en otros, parece que te saca la lengua, cuando no te preocupa, por si le ha salido un chichón al revés, a la barra superior.
El pitorreo a nuestra costa, de aficiones rivales, nunca estuvo más justificado. Cualquiera de ellos, incluso quienes nos detestan, demuestran con su burla mayor respeto y consideración, por lo que somos y significamos, que los autores del engendro.
No es nuestra intención entrar al trapo del escudo, una tropelía evidente, dejando de lado todo lo que rodea a esta enorme tomadura de pelo, que es aún más importante. No obstante sí esperamos que esta falta absoluta de amor y de respeto por nuestra identidad, provoque reacciones: las que merece una burla al aficionado.
No quieren masa social, sino clientes. No quieren que pensemos, sino que paguemos. Y nos lo demuestran con un escudito infame. ¿Vamos a seguir dejándonos llevar?. ¡¿En serio?!
La afición a pagar y a callar. Hace poco Miguel Ángel Gil decía en un publirreportaje en la web del Club que éste era de todos los atléticos. Es una falacia que reitera cada vez que puede y que no siente en absoluto, porque de ser así, poco le hubiera costado someter a la consideración de la afición el cambio de estadio y el cambio de escudo –incluido el homenaje ya arruinado al escudo de la Villa-. Esta es la transparencia que se nos quiere vender. Sigamos dejándonos apabullar. Permitiendo este tipo de fechorías. Olvidemos las palabras de aquel sabio que un día increpó a quien pisaba un escudo dibujado en el césped de un estadio. Su escudo, nuestro escudo. Su estadio, nuestro estadio. Uno ya nos lo han arrebatado. Al otro le queda muy poco.
Francisco José Estévez Hernández y Jesús Manuel Martínez Caja
Abogados de Señales de Humo
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