El Real Madrid consiguió cruzar el Rubicón del Vicente Calderón, que llegó a soñar con una remontada imposible, al perder únicamente por dos a uno y hacer bueno, así, el botín de tres a cero que los de Zidane traían desde el Bernabéu. Los blancos tienen a tiro el doblete ahora que a una posición ventajosa en Liga le añaden un viaje a Gales en el que se jugará un cara o cruz a cara de perro ante la 'Vecchia Signora'.
El partido arrancó vertiginoso. La primera falta y el primer tiro, como rezan los versículos del más puro credo bilardista, fueron colchoneros. Apremiado por las circunstancias, el Atleti embotellaba al Real Madrid, que se llevó la primera amarilla en la persona de un Danilo cuya alineación se miró con recelo desde la grada blanca.
Se pidió un penalti sobre Carrasco, en una de esas jugadas en las que el belga parece olvidarse de que juega junto a otros diez. Tanto arabesco del ex del Mónaco encontró un costalazo en el verde y un Çakir con cara de póquer. No hubo nada. Con todo, la grada reciclaba esa indignación momentánea en alaridos de júbilo, y el Calderón más argentino escupía decibelios por momentos.
Retornó entonces, en el momento más oportuno, la versión Aviación de un Atlético que llevaba muchos meses timorato en la pelota parada. Como agarrando la máquina del tiempo hasta 2014, un colchonero se elevaba para rematar con la testa a la salida de un córner. Saúl, el torero de las grandes tardes, daba un estoconazo. Y el Calderón creía.
El segundo gol lo metió, oficialmente, Griezmann. Aunque muchos dirán que la UEFA debió apuntárselo a una grada india que empujó a Carrasco para caer, susurró al colegiado turco para pitar y sopló más allá de la manopla de Navas el balón de un Griezmann que pateó fuerte pero al bulto. Diecisiete minutos de montaña rusa emocional que, a lo tonto, habían completado dos tercios del milagro local.
Tras el dos a cero, el partido olió cloroformo. Un Atleti que miraba inevitablemente de reojo el fantasma de un gol blanco ordenó filas prietas, enderezó el timón y aplazó la caída en barrena hacia la portería de Keylor. Cada córner botado por Kroos era un rosario rezado por la grada rojiblanca. Agazapado el Atlético y prudente el Real Madrid, que aún resoplaba tras la ráfaga de metralla que había recibido en los primeros veinte minutos, el choque se volvió pendenciero.
Mucho centrocampismo, pulsaciones por las nubes y un derroche de testosterona en cada balón divido derivaron en un jolgorio de tarjetas. Limpió el juego un Benzema exquisito, que jugueteó con la defensa del Atlético y con la línea de fondo cuando parecía no tener ángulo. El primer disparo tras el pase de la muerte lo repelió Oblak espectacularmente; el segundo, de Isco, fue ya imparable para el esloveno. Gol del Real Madrid y el Sísifo colchonero volvía a tener que remontar la pendiente. Llegó el descanso y el lenguaje gestual de los rojiblancos no invitaba al optimismo en los que, en la grada, se negaban a dejar de creer.
La segunda parte arrancó con un disparo esquinado de Cristiano, de falta directa, que chocó en los nudillos de Oblak. El Calderón aún entonaba soniquete de remontada, pero los jugadores parecían seguir entumecidos tras el bofetón de realidad de Isco y el baile de un Benzema que fue Nureyev.
Simeone retiraba a Torres, como casi siempre con más kilómetros que fútbol en sus botas, e introducía a Gameiro para renovar su punta de lanza. Thomas también entraba por Giménez en los atléticos, que buscaba piernas nuevas para intentar volver a herir a un Real Madrid acomodado tras su tanto salvador.
La parsimonia con la que el dos a uno solidificaba, acunado por el fútbol de un Modric que hipnotizaba al Atleti, estuvo a punto de romperse en un balón que Carrasco le birló a un extraviado Danilo. Primero el belga y luego Gameiro, tras el rebote, intentaron batir a Navas, pero el tico desplegó dos paradas de foto. Pudo ser la ocasión que reenganchara al Atlético a la eliminatoria, pero condenó a los del 'Cholo' a seguir vagando por el desierto de una segunda parte en la que el corazon les susurraba que se podía pero la cabeza les desplomaba al suelo.
Asensio y Lucas Vázquez entraban en el campo para intentar herir a un equipo local volcado con la cara nueva de Correa sobre el tapete. Zidane anhelaba la puntilla en forma de segundo tanto merengue, aunque éste casi llega en la trinchera de enfrente con un servicio letal que desperdició el lánguido Gameiro.
Moría el encuentro con el "orgullosos de nuestros jugadores" retumbando a la ribera de un Manzanares que ya no volverá a escuchar el himno de la Champions. Se despidió el Atleti bajo un último diluvio netuniano, como era previsible, con las botas puestas y la cabeza muy alta. Honrando sus colores, que grita la fanaticada, ante un Real Madrid que enfila la docena de Copa de Europa. Será en Cardiff, tierra de 'rugbiers' antes que de futbolistas, ante una Juventus de cemento que rumia venganza desde aquella noche del 98 en Amsterdam.
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