Por muchas cosas, el partido de hoy es crucial para el Atlético. Durante las últimas semanas Simeone ha tratado de calmar su ansiedad, de templar sus nervios. Pero su lenguaje corporal, su gestualidad le delata. El Atlético opta, por segunda vez en tres años, a levantar la añorada Copa de Europa que nunca consiguió conquistar. 113 años de historia contemplan a un equipo que pasó de ser referente futbolístico a ser el Pupas por culpa, precisamente, de una derrota en la Copa de Europa y a la colaboración inestimable de un presidente estrambótico que convirtió el club en un circo, pese a conquistar un doblete.
Sin embargo, la llegada de Simeone ha obrado en el Atlético un efecto similar al que operó la de Cruyff al Barcelona o la de Di Stéfano al Real Madrid. Ha provocado un cambio de mentalidad no sólo en los jugadores, sino también en la afición. "Simeone es nuestro Mesías. Él nos ha hecho creer", confesaba Alfredo a Vozpópuli hace un par de días. Las palabras del técnico subido a la estatua de Neptuno tras conquistar la Liga se han convertido en un principio de vida: "Si se cree y se trabaja, se puede". Creer es la palabra más usada a orillas del Manzanares en los últimos tiempos. Por eso las salidas de Agüero, Forlán o Diego Costa no han sido lloradas por los atléticos. La estrella de su equipo es su entrenador, Diego Pablo Simeone, el profeta del Cholismo, la nueva religión atlética.
La llegada de Simeone ha operado en el Atlético un efecto similar al que operó la de Cruyff al Barcelona o la de Di Stéfano al Real Madrid. Un cambio de mentalidad en los jugadores y la afición
Enfrente el siempre convulso Real Madrid. Florentino echó a Ancelotti, entrenador que tenía el favor de los jugadores. Luego fichó a Benítez, que tenía el favor del presidente, pero al que echaron los jugadores. Y en medio de esta guerra entre vestuario y presidencia apareció Zidane, que tiene al vestuario de cara pero al que Florentino ve demasiado tierno. Pese a esta tesitura los blancos han llegado a la final con Zizou aplicando sentido común y tomando las mismas decisiones que Benítez (Casemiro es innegociable y James e Isco carne de banquillo). Así, con el equipo más armado atrás, Modric más liberado y la BBC mostrando cierta empatía, el Real Madrid se ha plantado en Milán. Probablemente llegue en el mejor momento de la temporada, pero es que en realidad no ha disfrutado de ninguno esplendoroso.
El precedente de Estadio Da Luz juega un papel decisivo estratégicamente hablando y por eso se vive una batalla psicológica desde hace semanas. Simeone ha prohibido hablar de Lisboa y ha colmado de elogios a Zidane. Pero también le ha lanzado una dardo envenenado al comentar: "En Champions, el Real Madrid siempre te espera atrás". Provocación manifiesta tras la que Cholo espera que los blancos salgan heridos a demostrar que puede proponer el partido con el balón en los pies. Y es ahí donde planteará el argentino las emboscadas con Torres y Griezmann. Saldrá Simeone con cuatro centrocampistas atricherando la medular: Koke, Augusto, Gabi y Saúl. Como el día que ganó el derbi a Zidane en el Bernabéu. Pero esta vez el Real Madrid alineará a Casemiro, lo que no regalará al Atlético una franja tras Kroos y Modric de 15 metros, como aquella tarde en la que Griezmann sacó petroléo a la espalda del alemán.
Zidane se ha puesto la piel de cordero y ha dejado claro que el Real Madrid bajará al barro. "Lo que tenemos que hacer es correr, correr y correr". Ni rastro de glamour galáctico ni de Plácido Domingo. Zizou quiere rock'n'roll. Si el Real Madrid es capaz de oponer músculo a la apisonadora rojiblanca en la medular, tiene opciones. Se suele decir que las finales las ganan los equipos con más talento ofensivo, pero Simeone ha insistido hasta la obsesión en no cometer errores defensivos. Como aquel del córner de Lisboa... Lo ha dicho sin decirlo.
Zidane quiere rock'n'roll y músculo para frenar la apisonadora rojiblanca en la medular. Y por eso ha propuesto "correr, correr y correr".
Fernando Torres jugará en nombre de la justicia divina. Busca su primer título con el Atlético. Tantos años después, tan cuestionado a principio de temporada y tan aclamado ahora. El Niño es el Raúl del Calderón. No hay atlético que le discuta, ni madridista que no desconfíe de él. "Victoria con gol de Torres", se titula la crónica que sueñan los atléticos. Pero al otro lado aparecen dos bólidos: Cristiano y Bale. Y el primero podría estar jugando su último partido como madridista. Los blancos se reconocen en la Champions imbatibles como el gran Muhammad Ali, pero no deberían confiarse ante un Atlético que bien podría ser el Joe Frazier del Madison Square Garden en aquella mítica Pelea del Siglo del 8 de marzo de 1971.
En el vestuario del Atlético esta semana se han colgado fotos y mensajes de Luis Aragonés, quien jugó aquella infausta final de Heysel ante el Bayern. El Atlético se cita con la historia para soltar una pesado lastre que arrastra desde hace demasiados años. Juega en el presente mirando al futuro para liberarse de su pasado. Y enfrente un Real Madrid al que su historia en la Copa de Europa le dispara la autoestima. Dicen que el fútbol es lo más importante de la cosas menos importantes. Pero hoy no habrá nada más importante que el fútbol para una ciudad, Madrid, que mira a Milán con nervios y expectación. Heysel, Lisboa... ¿A la tercera, la vencida?
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