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Ancelotti hace más blanca la navidad

  

El Madrid viaja a toda velocidad (veinte victorias consecutivas, la mayoría resueltas con goleada) y sus adversarios además se apartan, se salen de la carretera. Y ni el sorteo de Champions le plantea demasiadas complicaciones a la vista. Hacía tiempo que un año no se cerraba tan blanco, que el Bernabéu no comía el turrón en una situación tan dominante. Muchas son sus certezas y pocas las amenazas.

El Barça no se encuentra, el Atlético se desorientó sin aliento y el Valencia y el Sevilla no llegan al exigente desafío de ser siempre el Valencia y el Sevilla. Y el Madrid, sí. Juegue bien (lo habitual) o le cueste, se ha vuelto una máquina infalible de gol, gol y gol. Tiene mucho arriba y además se atreve a sacarlo todo de golpe, la mejor fórmula que conoce el fútbol pese al prejuicio habitual de los entrenadores que se consideran más de los futbolistas.

Ancelotti no es de ésos. Y sin embargo, es ese perfil aparentemente secundario el que le vuelve (como a todos los de su especie de perfil bajo) en actor principal, en máximo responsable. En el Madrid a menudo ocurre así. Son los entrenadores de menor ego y paso atrás los que conviven mejor con el éxito. Limpian el escenario de conflictos, internos y externos, no se sienten atacados por la vanidad y la luminosidad de los jugadores que tienen que manejar y hacen de la normalidad (tan difícil de conseguir en el fútbol) su mejor argumento. Naturalidad incluso cuando se equivocan. No son tipos débiles, presas fáciles en un mundo de divismo, sino que se hacen fuertes de no concederse importancia. De parecer que no está.

Los rivales se le deshacen, eso es verdad, se lo ponen más fácil. Pero ahí dentro cada jugador es exactamente lo que es (si no un poco más), lo que se espera de él. El Madrid es exactamente lo que puede ser, la altura precisa de su potencial y su presupuesto. El aficionado es de nuevo feliz. Cada cosa está en su sitio. Y el entrenador no hace ruido, apenas se le nota. Simplemente es el artífice de todo. Ancelotti ha puesto muy blanca la navidad.   

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