En las dos últimas temporadas de la Liga Española el campeón ha sumado más de cien puntos. Las predicciones para este año muestran que difícilmente nadie será campeón si no suma más de 90 puntos, quizá no menos de 95. Con ese furor de los equipos punteros es obvio que el empate, para los de arriba, es más un paso atrás que un salto adelante. El conformismo no merece la pena.
Bien es cierto que el Madrid visitaba uno de los estadios más complicados del campeonato, que todo se había enturbiado después del gol de Ibai (previo regalo de Sergio Ramos) y de la expulsión de Cristiano (quizá excesiva, pero consecuencia de una actitud infantil), pero a pesar de todo el equipo grande siempre tiene que pensar en su siguiente acierto, no en su próximo error.
Malo es el problema de concepto, no saber que desde el banquillo del Madrid no se puede nunca plantear el paso atrás, pero peor aún es el mensaje que dio Ancelotti con sus cambios. Lo que se vio en San Mamés fue una ofensa a la meritocracia, una filosofía que el italiano ya había señalado la semana previa en la rueda de prensa al decir que Bale jugará pase lo que pase. Cuando expulsaron a Cristiano no sólo decidió quitar a un delantero y dar entrada a Illarramendi para obtener más contención, también consideró que lo normal era que el sacrificado fuese Jesé, que había marcado el gol y, además, era el más rápido en el campo. Es decir, un Madrid más defensivo, que podría haber buscado la victoria con un contragolpe, decidió que era mejor respetar las jerarquías que la lógica. Y, a pesar de todo, salió satisfecho.
Así que se fue Jesé del campo, en el césped permanecían Benzemá, un jugador más de combinación que de espacios abiertos o Di María, un volante corretón con poco criterio. El equilibrio que en teoría da el argentino no es más que un exceso de revoluciones, rara vez de calma y tempo.
Quedó clara una cosa más, en la confección de la plantilla se perdieron alternativas. Özil aportaba más que Isco, el único goleador del banquillo es Morata. Falta nombrar a Jesé, que es un miembro más de ese partido, pues sólo será titular en ausencia de Bale, pase lo que pase. La jerarquía manda. La jornada, que empezaba con un pinchazo de uno de los rivales blancos, terminó siendo una oportunidad perdida para Ancelotti y su plantel.