Cuesta recordar la última vez que se respiró tanta paz en Chamartín. El Real Madrid ha ganado la Décima, es líder en Liga, ha derrotado al Barça, brilla en la Champions League y su juego es reconocido casi de manera unánime como sensacional. Los blancos no pierden desde mediados de septiembre y el futuro, se mire por donde se mire, parece próspero. Nadie diría que este mismo club protagonizó hace unos meses varios de los traspasos más polémicos de su historia.
Pocas ventas han dividido tanto a una afición como las de Mesut Özil y Ángel di María. Fueron dos de las decisiones más controvertidas del último mandato de Florentino Pérez: uno, un favorito de la afición, por estética y nivel, y el otro, un jugador básico en el equipo que ganó la Copa de Europa, tras un Mundial consagratorio con su selección.
Las cosas difícilmente podrían haber salido mejor para el Madrid. Özil y Di María han aportado 125 millones de euros a las arcas blancas y el equipo todavía no ha notado su ausencia. El alemán padece ahora mismo una lesión de rodilla que le mantendrá un tiempo fuera de los terrenos de juego, pero antes estaba empezando a acostumbrarse a oír críticas en Londres.
Özil ha jugado allí 42 partidos desde que salió del Madrid. Aunque empezó muy bien, en total ha anotado siete goles y repartido 13 asistencias de gol. Isco, uno de los jugadores que ocupa el puesto que dejó el internacional teutón, ha contribuido con 12 goles y 11 asistencias en el mismo tiempo en el Madrid. En menos minutos –aunque más partidos, ya que el malagueño sale más a menudo desde el banquillo– y habiendo costado 20 millones menos de lo que el Madrid ingresó por Özil.
Se puede rebatir que, aunque Isco es también mediapunta, Bale es quien ocupa el puesto de Özil en el once titular con más frecuencia, y es cierto. Pese a que aún no se ha acercado a su techo en el Bernabéu, los números del galés son muy superiores a los del ‘11’ del Arsenal: 26 goles y 20 asistencias en 48 partidos de blanco. El precio de Bale (94 millones) fue muy superior al de Özil, aunque las cifras se compensaron un poco más para el Madrid con los traspasos de Higuaín, Callejón y Albiol al Nápoles.
James e Isco son imprescindibles en la forma de jugar del nuevo Madrid de Ancelotti, y más apropiados para ello que Özil y Di María
Di María se marchó este verano y James Rodríguez es su reemplazo. Las cifras de ambos son más o menos similares: James ha jugado más (13 partidos frente a 8) y por eso ha metido más goles (5 a 3) y dado más asistencias (5 a 4), pero su ritmo de producción es parecido. El argentino empezó como un fenómeno en sus primeros partidos en Manchester, pero él tampoco ha podido evitar el hundimiento del United en las últimas jornadas.
Más allá de eso, la llegada de James se ha demostrado como crucial para el cambio definitivo en el estilo del Real Madrid, y también la irrupción de Isco. Özil y Di María eran jugadores de ritmos más altos, uno por ser un genio interpretando los contraataques, y el otro porque la pausa perjudica su frenético ritmo de juego.
Con James, Isco e incluso Bale, el Madrid piensa más, se pausa más, quiere más la pelota y ofrece más registros. El último giro de Ancelotti al equipo blanco responde a la presencia de centrocampistas que dominan mejor la posesión de balón, y en eso James e Isco suponen un plus sobre las estrellas de Arsenal y Manchester United.
Tampoco se nota el traspaso de otro jugador importante, Gonzalo Higuaín, porque Cristiano está goleando por dos y porque Benzema atraviesa un momento de juego muy dulce. El argentino, además, está oscurecido en un Nápoles que se aleja de la élite europea. Incluso el adiós de Xabi Alonso, indispensable para Guardiola en Múnich, pasa desapercibido ante el entendimiento de Modric y Kroos, la pareja de centrocampistas de moda en el continente.
Tras tres meses de temporada, el Madrid esquiva el “efecto Makelele”, un mal que padeció cuando se deshizo de Robben y Sneijder. El equipo parece cada vez más fuerte y los jugadores que lo abandonan juegan peor que los que entran. Queda mucha temporada –el Madrid de Carlos Queiroz pintaba casi tan bien como este en su momento– y perfectamente el equipo blanco puede terminar el año sin más títulos que la Supercopa de Europa. Pero las decisiones tomadas en el Bernabéu son cada vez menos discutibles.
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