Vuelve un ejemplo de la célebre receta del Príncipe de Lampedusa: cambiarlo todo para que nada cambie. En este caso será en la UEFA, cuyo presidente, el inefable Aleksander Ceferin, genio y figura, ultima cambios en esa bicoca que es el fair play financiero. El próximo 7 de abril el organismo europeo decidirá su nuevo reglamento sobre "sostenibilidad financiera". Y lo cierto es que lo publicado por el New York Times apunta a un cambio que en gran medida dejará las cosas como estaban. Es decir, con ventajas para los multimillonarios de oriente.
Que la UEFA prepara estos cambios para que el fair play financiero deje de ser un insulto a la inteligencia no es novedad. Durante meses la cuestión se ha planteado en los medios como una suerte de jaque a los clubes-estado, porque presuntamente se avecinaba un endurecimiento de la normativa que impediría los mil y un abusos que los jeques han perpetrado durante la última década. Pero ahora, gracias al citado periódico estadounidense, sabemos que el ansiado cambio tiene trampa. Cosa que por supuesto no nos sorprende en este humilde rincón dedicado a analizar las tropelías del negocio futbolístico.
Porque parece, y de momento solo parece a falta de tener más datos, que la pretendida reforma que iba a cambiarlo todo consistirá en sustituir el concepto de fair play financiero por "normas de sostenibilidad financiera", amén de vincular los gastos posibles a los ingresos, lo que se traduce en permitir un gasto en masa salarial del 70% de los ingresos de cada club. Esto, de facto, favorecerá a los grandes clubes que son los que tienen abrumadores ingresos.
Lo que es fácil barruntarse, llámenme loco, es que Ceferin, que prometía cambios drásticos, se ha echado atrás en sus pretensiones para congraciarse con los clubes que frenaron la Superliga
No parece, por tanto, que el cambio vaya a inquietar al jeque de Emiratos Árabes Mansour bin Zayed Al Nahyan, propietario del Manchester City, o al jeque catarí Nasser Al-Khelaifi, dueño del PSG y jefe en la sombra de la propia UEFA. Por ejemplo, el primero de ambos clubes ingleses lidera, con 645 millones de euros de ingresos, ahí es nada, el ranking que elabora Deloitte en su informe Football Money League, que cumple ya 25 ediciones y ordena a los 20 clubes de fútbol con mayor facturación, como publicó Expansión hace unos días.
Lo que es fácil barruntarse, llámenme loco, es que Ceferin, que prometía cambios drásticos, se ha echado atrás en sus pretensiones para congraciarse con los clubes que frenaron la Superliga. "Os dejo seguir haciendo lo que os venga en gana con los fichajes y vosotros, a cambio, me seguís apoyando contra Madrid, Barça y Juventus para que el cotarro siga en nuestras manos". "Perfecto, Aleksander, cárgate lo del fair play, ponle otro nombre rimbombante y nos lo mejoras". O sea, la revolución cosmética de Lampedusa.
Aún en el caso de que los cambios sean más duros de lo que vaticina The New York Times, tampoco se atisba remedio al problema estructural del fútbol europeo. Porque al final, nos guste o no, estos jeques ponen la pasta gansa que se necesita para reactivar el negocio y ya sabemos que en el fútbol actual todo vale, salvo ser amigo de Putin. Como mucho, esas nuevas "normas de sostenibilidad financiera" incluirán unas multas que resultarán irrisorias para los jeques y compañía.
Como en El Gatopardo, pese a la apariencia de cambio revolucionario volvemos al mismo punto de origen. Ya tenemos dicho aquí que hace tiempo que el fútbol se ha convertido en un juego con las cartas marcadas. Marcadas para los multimillonarios del negocio. Así seguiremos.
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