Los San Francisco Giants son el mejor equipo del mundo de béisbol. Así lo certifica su título de las Series Mundiales, ganado en el séptimo y último partido de la final, pero también su pasado reciente, pues es su tercer campeonato en seis años. Con tanta victoria los héroes se acumulan: Pablo Sandoval, Madison Bumgarner, Buster Posey, Tim Lincecum… Su dominio reciente es deportivo, pero no económico. El equipo californiano solo puede presumir de tener el séptimo mayor presupuesto de la liga, una posición que en Europa le alejaría eternamente de cualquier posibilidad de ganar un título.
En la final, a pesar de todo, era el pez gordo. Kansas City, su rival, representa al mercado más pequeño de los treinta que tiene la MLB. Por población y por cobertura televisiva no pueden competir con ningún equipo del campeonato y, sin embargo, se han quedado a solo nueve entradas de llevarse el premio final. Su esfuerzo en tiempos recientes les ha llevado a ser un equipo muy competitivo a pesar de solo contar con el decimonoveno presupuesto para salarios de los treinta equipos de la liga (los inferiores son, grosso modo, equipos en reconstrucción).
¿Por qué? El deporte en Estados Unidos se explica mal desde el punto de vista europeo. Acostumbrados a la ley de la jungla, donde el fuerte puede siempre al resto, no hay costumbre de establecer regulaciones encaminadas a la igualdad del campeonato. Es paradójico que el país en el que la economía tiene menos normas del mundo sea también el que tiene un deporte más paritario.
En el béisbol no existe un tope salarial. Eso propicia que Los Angeles Dodgers, semifinalistas, puedan invertir en sueldos más de 235 millones de dólares mientras que los dos finalistas sumen juntos 246
En el béisbol no existe, como en otros deportes americanos, un tope salarial. Eso propicia que Los Angeles Dodgers, semifinalistas, puedan invertir en sueldos más de 235 millones de dólares mientras que los dos finalistas, sumados, solo alcancen 246 (154 los Giants, 92 los Royals). A pesar de todo, el sistema tiene contrapesos para aminorar las diferencias. Todo presupuesto que supere los 185 millones de dólares está obligado a pagar altas cantidades de impuesto de lujo, además, los ingresos de la Liga por medios y mercadotecnia no se reparten de manera igualitaria sino que aportan más dinero a los equipos que más lo necesitan, es decir, aquellos que como los Royals, por su pequeño mercado, tienen más dificultad para generar ingresos propios. Por esta ley los Yankees de Nueva York, el equipo más grande, tienen que aportar al campeonato más de 70 millones de dólares anuales mientras que los más pequeños, como Kansas City, reciben aproximadamente 30 millones por temporada.
Estas tasas, presentes desde el año 2003, y los nuevos y más potentes contratos de televisión local, han propiciado que los equipos más grandes, como los Yankees o los Red Sox, tengan que tener más cuidado en la confección de sus plantillas mientras que los más pequeños ahora aspiran a mantener a sus estrellas y que estas no se marchen a equipos más generosos.
Los cambios en el sistema de reparto de los últimos años en el béisbol han generado una nueva manera de afrontar el deporte. Ya no vale, como pasaba en tiempos de George Steinbrenner en los Yankees, tirar dinero sin más para ir acumulando estrellas. Ahora ha ganado peso la secretaría técnica, que cada vez está más conformada por informáticos, matemáticos e ingenieros y menos, como era común en el pasado, por exjugadores. La revolución de los números, empezada por Billy Bean con su libro Moneyball y su trabajo en los Oakland Athletics (en play off esta temporada a pesar de ser el vigésimo quinto presupuesto de la Liga) y luego pasada al cine con Brad Pit de protagonista, ha cambiado radicalmente el modo de confección de las plantillas. Ya no es solo una cuestión de ver quien batea más, también cuentan todas las posibles estrategias que puede llegar a tener el deporte, que además están cada vez más estudiadas y cuantificadas. Los larguísimos contratos que se llevaban en la liga hace unos años para asegurar el favor de los jugadores ya no están de moda, ahora se miran las edades y se calcula la progresión en el tiempo que pueda tener cada uno.
Ya no vale tirar dinero para acumular estrellas. Ahora ha ganado peso la secretaría técnica, conformada por informáticos, matemáticos e ingenieros y menos exjugadores
Kansas City y San Francisco son dos claros ejemplos de un buen trabajo de secretaría técnica. Mucho trabajo en el draft, mucho tiempo ojeando jugadores de las ligas caribeñas, gran labor en divisiones inferiores (otra gran diferencia con los principales deportes estadounidenses), planteamientos claros sobre lo que necesitan sus equipos. La cuestión ahora no es quién gasta más sino quién trabaja mejor. Y eso tiene más de arte que de bolsa.