Era el del Calderón un partido peliagudo para confrontar rachas. El duelo de ida ya supuso un punto de inflexión, con el Atlético cediendo un liderato que no recuperaría y con el Sevilla convenciéndose de que podía estar invitado a la fiesta de los grandes. En éste, los andaluces buscaban recuperar sensaciones ante unos colchoneros que, tras semanas de dudas, cotizan ahora sus acciones al alza.
La primera parte fue un déjà vu. El Atlético de 2014, hambriento y sacrificado, aparcó el DeLorean en el Paseo de los Melancólicos, hizo acto de presencia en el verde y convirtió el partido en un monólogo. Salida a tumba abierta hasta que Godín, de cabeza a sutil centro de Griezmann, derribó como un ariete la puerta de Sergio Rico. Sampaoli pergeñó un intercambio táctico entre laterales y extremos que hizo aguas y el descanso fue la mejor noticia para un Sevilla extraviado.
La segunda parte nació con Jovetic como novedad hispalense. Parecieron haberle echado de menos unos nervionenses que, sin embargo, tampoco con él recuperaron la picardía. El Atleti se encontraba cómodo lanzando a la contra a Griezmann, a Gameiro y a un reseñable Carrasco, que devoraba kilómetros con brío renovado.
Fue 'El Principito', mascarón de proa colchonero, el que amplió la brecha. A balón parado, como convenía en el guión de un partido digno del mejor 'cholismo' old school. Una falta directa que acabó, como lanzada con mirilla telescópica, estampándose en el larguero de la escuadra y entrando en la portería de Rico. Una pincelada de talento digna del Griezmann más fino.
Trató de ir a por todas Sampaoli, poniendo en el asador toda la carne de su despensa. Joaquín Correa salió al tapete con ganas, pero cualquier conato de amenaza sevillista fue fulminado por el tercer tanto local. Koke, a puerta vacía, remachó un pase de la muerte de Juanfran que venía rebotado del cuerpo del portero visitante. Lacrado y sello para el encuentro, que sólo vería un gol más: el del maquillaje del voluntarioso Correa.
Le dio tiempo al Calderón a ver corretear a Torres, reaparecido entre aplausos tras su susto en Riazor, y a cantar incluso uno o dos goles más. Un sobrio Rico evitó la debacle del Sevilla, que parece haber perdido chispa en lo físico, en lo anímico o quizá en ambos polos.
Desactivado el efecto Sampaoli en el Manzanares, el Atlético de Simeone, con la única preocupación de la tempranera lesión de Vrsaljko (esguince y gracias), se niega a renunciar a la tercera plaza.
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