Djokovic vuelve a Australia. El gobierno australiano le ha levantado la prohibición de entrar en el país durante tres años y podrá volver a competir en enero en el primer 'Grand Slam' de la temporada. Hace ya casi un año que prohibieron al tenista la entrada en el país por negarse a vacunarse contra el coronavirus. Las fuertes normas sanitarias establecidas allí llevaron al tenista a enfrentarse a todos y las autoridades del país terminaron imponiéndole una sanción de tres años sin poder entrar. Ahora, sin que el serbio haya cambiado de actitud y solo un año después de la 'multa', le han dado un visado para dejarle entrar. Un reflejo del cambio de actitud frente a la pandemia.
El covid ya lo podemos dar prácticamente por acabado y como prueba este "olvido" voluntario de Australia de la negativa de Djokovic de hace apenas un año de ponerse la vacuna contra el SARS-CoV-2, algo que el tenista siempre ha defendido como un derecho. El país oceánico ha sido durante toda la pandemia uno de los países más exigentes en lo que a medidas sanitarias se refiere. Hasta el 14 de octubre, el aislamiento en caso de dar positivo era obligatorio, sus fronteras permanecieron cerradas durante año y medio y la vacunación era prácticamente una exigencia absoluta. Y aunque así consiguieron controlar el avance de los contagios, han sido muy criticados por "la violación" de los derechos individuales.
Ahora, en cambio, para entrar dentro de sus fronteras no exigen ni siquiera test negativo. Así se recoge en las recomendaciones de viaje del Ministerio de Exteriores del Gobierno de España, dónde sólo hacen referencia al covid para recordar que "en el marco de la evolución de la pandemia de la covid-19, todo viajero debe tener en cuenta que actualmente cualquier viaje, independientemente del destino o de las circunstancias del mismo, conlleva un riesgo de carácter sanitario". Y tal y como refleja este permiso concedido a Djokovic, ya no es necesario estar vacunado para viajar a Australia.
El caso Djokovic, un reflejo de la sociedad
No es Australia el único país que ha cambiado su actitud frente a la pandemia del coronavirus. La disminución de los efectos y de los contagios ha llevado a una lógica relajación de las medidas, incluso en aquellos países dónde las normas era más estrictas. Es España, por ejemplo, ya no es necesario hacerse pruebas covid, ni hacer aislamiento en caso de dar positivo, y a nivel internacional las restricciones de vuelo han desaparecido prácticamente en su totalidad. En nuestro país solo queda, como recuerdo de una de las épocas más difíciles para la sociedad, para la sanidad y para la economía, las mascarillas obligatorias en transporte público y centros sanitarios, incluidas las farmacias.
Sin embargo, todo esto no dejan de ser medidas lógicas ante una mejora sanitaria. Lo que verdaderamente refleja el cambio de opinión frente a la pandemia es la actitud de la sociedad. Atrás quedan los juicios y la 'guerra' contra aquellos que no querían vacunarse, las filas de gente para ponerse la vacuna y la obsesión por hacerse un test ante la primera tos o el mínimo dolor de cabeza.
Ahora, en cambio, los antivacunas han quedado totalmente en el olvido y no tienen que "ocultarse" para no ser los culpables de la expansión de la pandemia, la tercera y la cuarta dosis de la vacuna anticovid ha pinchado y ya no nos hacemos test ni aunque todo apunte a un positivo. De hecho, son muchos los que reclaman que la obligatoriedad de usar la mascarilla en transporte público se termine ya y hemos vuelto a la normalidad de ir a trabajar incluso estando enfermos.
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