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Xavi, entre el conformismo y la apatía

El técnico catalán llegó al banquillo azulgrana hace dos años, en noviembre de 2021. 24 meses en los que, a pesar de la Liga cosechada la temporada pasada, ha dejado más sombras que luces por su mala gestión y nula capacidad de reacción

Xavi Hernández no da para más. Es la dolorosa pero cruda realidad para el aficionado del Fútbol Club Barcelona. Tras dos años de travesía, con plantillas que han ido in crescendo desde que llegó al banquillo del club azulgrana, hemos tenido evidencias de sobra para corroborar lo que nos temíamos. El vertiginoso salto del césped al terciopelo de la butaca ha desnudado sus múltiples carencias.

Brazo ejecutor de los años dorados del Barça y la selección española, Xavi tradujo con el balón el estilo futbolístico más barroco de la historia del fútbol, el llamado juego de posesión. Instruido por maestros como Luis Aragonés, Frank Rijkaard y Pep Guardiola, el centrocampista de Terrassa fue por momentos, junto a Andrés Iniesta, el jugador más determinante del planeta, por el peso que tuvo en sus equipos.

Apartado de la élite por el inevitable declive físico y la decadencia del estilo que un día lo encumbró, Xavi decidió dar sus últimos coletazos en Qatar, primera sede de los petrodólares antes de la irrupción de Arabia Saudí. Hernández aprovechó su estancia en el Al-Sadd para iniciar su inevitable camino de entrenador, profesión a la que estaba destinado.

En verano de 2019 comenzó a ejercer de técnico jefe en el club qatarí, donde aguardaba con paciencia su oportunidad para regresar al Camp Nou, esta vez como mariscal. Poco o nada podemos juzgar de la etapa en Asia, pues el nivel de la competición allí es tan ínfimo que cualquier análisis sería perder el tiempo.

Mientras tanto, el club de su vida pasaba por una de las etapas más inciertas de su historia. Crisis económica, deportiva y social, un cisma de dimensiones bíblicas que situó al Barça en los días más oscuros de las últimas décadas.

El último gran equipo estuvo en manos de Ernesto Valverde, un hombre que entre la falta de audacia y la mediocridad dejó escapar la opción del triplete más fácil que se recuerda, amén de los imperdonables ridículos de Roma y Liverpool, que le privarán de por vida de un banquillo similar al azulgrana.

Tras él, Quique Setién. Un buen hombre al que, por desgracia, le vino gigante el cargo. Terminó su corto y estéril trayecto en el Fútbol Club Barcelona con el 8-2 del Bayern. En época de trincheras, el club tiró de una leyenda como Ronald Koeman.

Famoso por sus polémicas y su carácter, el holandés ganó una Copa del Rey y tuvo el acierto de empezar a dar galones a hombres como Pedri o Gavi. Sin confianza por parte de la directiva, empezó el curso 2021/2022, pero fue cesado en noviembre por malos resultados.

Xavi llega al Barça

La salida de Koeman dejó a Laporta en situación de traer, por fin, al hijo pródigo. Xavi Hernández regresaba al Camp Nou seis años después de su adiós como futbolista. La ilusión de los aficionados era máxima, pues el poder de la nostalgia y la fe en la línea sucesoria eran los únicos avales del centrocampista a su llegada a Barcelona.

Entremedias, un fichaje empezó a desatascar la crisis culé. Mateu Alemany entró en la directiva de Joan Laporta en marzo de 2021 como director deportivo, poniendo en marcha un lento, pero satisfactorio proceso de sanación de las cuentas y descongestión de plantilla.

En aquella campaña, la 2021/2022, nadie pidió resultados inmediatos a Xavi. Los aficionados y la prensa afín al club eran conscientes de la situación del equipo. Un roster de retales y un mal arranque liguero predisponían al Barça a tener que remar mucho para sacar provecho. Dicho y hecho.

Se consiguió remontar y entrar en puestos de Liga de Campeones, pero se acabó a 13 puntos del Real Madrid, amén de eliminados en fase de grupos de UCL y posteriormente por el Eintracht Fráncfort en semifinales de la Europa League, en aquella bochornosa vuelta con más aficionados alemanes que españoles en el Camp Nou. En la Copa del Rey, una mala tarde en San Mamés dejó al equipo sin opciones en los octavos.

Superado el periodo de prueba únicamente con la goleada 0-4 en el Bernabéu, Xavi Hernández afrontaba la temporada 2022/2023 con un equipo ampliamente mejorado. Llegadas de relumbrón como Lewandowski, Koundé, Raphinha o Christensen, además de aseadas incorporaciones como Alonso, Kessié o Bellerín. Esto, combinado con la base de jugadores canteranos que querían tirar la puerta, hacía presagiar grandes cosas.

Es cierto que se ganó la Liga, con una distancia considerable respecto al Madrid, pero el equipo fue incapaz de mostrar un estilo de juego ofensivo y vistoso en toda la temporada. Hubo chispazos, como la final de la Supercopa en Arabia, pero la apatía fue la nota predominante del equipo.

Xavi, frustrado de no poder superar sus propios planteamientos, dejó el equipo a merced de los goles del polaco y las paradas de Ter Stegen, grandes culpables del título. Cuando llegaron las curvas, de nuevo apeados en fase de grupos y fuera ante el United en la Europa League. En Copa, el Madrid se paseó en el Camp Nou con un 0-4 terrorífico.

La mayor desesperanza fue ver y oír a Xavi en cada rueda de prensa, sin un ápice de autocrítica, dejando el destino de sus muchachos en cuestiones tan superficiales como la "intensidad" o el "acierto". Un jarro de agua fría para un técnico al que se le suponían dotes de grandeza.

Al igual que de jugador, le cuesta dar la cara sin caer en idioteces varias. El sol, el estado del césped, la prensa o el "hambre" han marcado sus comparecencias en esta, de momento, decepcionante campaña. Un dibujo táctico inexistente, donde jugadores como De Jong, Pedri o Gündoğan parecen mundanos. Empeñado en dar minutos a Oriol Romeu, un jugador insuficiente, el equipo naufraga un día sí y otro también en fase ofensiva y defensiva.

Asumida su nulidad para estar entre la élite de dirigentes, el Barça ha pasado con sufrimiento la fase de grupos ante un Porto débil, un Shakhtar exiliado y un Amberes con nivel de Conference League. En Liga, cada salida es un martirio. Vallecas, Mallorca, Granada o Getafe, amén del gatillazo del clásico. Xavi está tan perdido, que hasta ha empezado a enemistarse con la prensa, su principal valedor.

Por no hablar de la escasa ambición que tiene la plantilla, hasta el propio Xavi ha deslizado que claro, tras ganar Liga y Supercopa es normal relajarse. Este es el nivel. Mapi León, a la misma pregunta, contestó que seguir ganando es la gasolina que mueve todo. Diferencias.

La segunda parte ante el Porto, ganando 2-1 y en casa, fue demoledora. Un equipo sin alma al que solo la fortuna le ha salvado de pisar la Europa League por tercer año consecutivo. Los jugadores no creen en él y este año solo la Copa del Rey se antoja factible.

Lo mejor será, por su bien y el de todos, que al final de la temporada se haga borrón y cuenta nueva, dejando la etapa de Xavi atrás, trayendo a un entrenador mejor, más ambicioso y honesto consigo mismo. No es mucho pedir.

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