Zinedine Zidane acertó al plantear el clásico en el Camp Nou asumiendo la inferioridad. Diseñó un plan, desde esa posición, para contener al Barcelona y atacar sus puntos débiles. Su éxito, por tanto, residió en la naturalidad con la que disfrazó al Real Madrid de equipo pequeño y, desde esa sumisión hizo crecer al equipo. Es el acierto táctico más destacado que se le recuerda en su tumultuosa estancia en el banquillo blanco. Un éxito en el que contó con la complicidad de un Barcelona inusualmente indolente y la torpeza de un Luis Enrique que liberó a Marcelo al retirar a Rakitic y poner en el campo al desahogado Arda. A día de hoy suma 16 partidos como entrenador blanco, con dos derrotas (Atlético y Wolfsburgo), dos empates (Málaga y Betis) y 12 victorias (diez en Liga y dos en Champions ante la Roma).
Sin embargo, Zizou no ha sido capaz de implantar un plan dominante de juego, especialmente lejos de Chamartín. Siempre que ha tenido que asumir el rol de favorito jugando de visitante, su equipo ha naufragado ante equipos que se parapetaban como gatos panza arriba. Sudokus tácticos que el francés no ha sabido descifrar, bien por falta de destreza en la pizarra o por incapacidad para motivar a un vestuario amortizado que arrastra vicios recurrentes como la falta de intensidad, la arrogancia, la suficiencia o una alarmante falta de solidaridad. Defectos que no pudo corregir la mano de hierro de Rafa Benítez. Tampoco ha sido capaz el francés de cambiar partidos desde el banquillo con sus sustituciones o cambios de dibujos tácticos.
Dirige un vestuario amortizado que arrastra vicios recurrentes como la falta de intensidad, la arrogancia, la suficiencia o una alarmante falta de solidaridad
Después del partido del Atlético, única derrota del Real Madrid de Zidane en el Bernabéu, el galo denunció la falta de intensidad de sus jugadores. "Si no metemos la pierna, no podemos ganar los partidos", declaró, sin miedo a molestar a sus estrellas. Pero su queja no debe esconder un déficit preocupante: no hay un plan, no hay estilo, una ide colectiva de juego.
Este Real Madrid es un tiro al aire, más allá del entrenador que se siente en su banquillo. Zidane comenzó alineando un once político atiborrado de 'galácticos' bajo el pretexto de "apostar por la posesión". Un equipo más poético que el de Rafa Benítez. Pero el paso de los partidos acabó por convencerle de una realidad intangible: en la medular sobran jugadores floreados como Isco o James y se necesita el pragmatismo del áspero Casemiro. Además se ha empeñado en rotar en el lateral derecho a Carvajal con un decepcionante Danilo, dispuesto quizás a agradar a Florentino Pérez. La apuesta por Danilo para emparejarlo con Draxler, el jugador más desequilibrante del equipo rival, delata una falta de previsión, o lo que es peor, de humildad por parte del técnico.
Este Real Madrid puede remontar la eliminatoria ante el Wolfsburgo, pero sigue sin tener fluidez en ataque ni exhibir automatismos defensivos destacables. Especialmente precoupante es la anemia futbolística de su medular. Kroos juega muy lejos del área, algo que quedó evidenciado con los dos goles del alemán en los recientes compromisos con su selección. Modric vive asfixiado por una versatilidad que le impide centrarse en un ámbito del juego y James e Iso han pasado de ser jugadores de último pase a mediapuntas intrascendentes. El Real Madrid es un equipo que a veces se hace muy largo atacando, por su verticalidad y falta de paciencia, y otras, normalmente lejos de casa, peca de ser muy plano. Si Simeone calibró la pobreza táctica de la pizarra de Zidane, el Wolfsburgo retrató su indolencia defensiva. El Real Madrid carece de regularidad competitiva. Pero no el de Zidane, el Florentino.
No se la recuerdan a Zizou soluciones tácticas audaces en estos 16 partidos como técnico blanco. Su Real Madrid no es un equipo de autor. Cierto es que no ha dispuesto de mucho tiempo, pero no se vislumbran pinceladas en su pizarra que adivinen un entrenador diferente. Muchos dudan que tenga capacidad para dirigir a un equipo como el del Real Madrid. Menos dudas hay en que pueda gobernar un vestuario como el Real Madrid. Se trata de un hombre respetado, sobre todo por sus jugadores, algo que no ocurría con Benítez. Pero es un respeto que tiene más que ver con su etapa como futbolista. Florentino tuvo dudas en un principio, por su inexperiencia y, sobre todo, por miedo a quemarlo demasiado rápido. Llevaba razón. Presentado el 4 de enero, la derrota ante el Atlético el 27 de febrero convenció a Pérez que la alternativa le había llegado demasiado pronto. Un pánico que contrarrestó insistiendo con Mourinho.
El Real Madrid suma 14 meses de desilusiones y fracasos. El martes se juega cerrar su segunda temporada sin títulos. Y Zidane tendrá otro match-ball en contra. Florentino es escéptico respecto a su capacidad como entrenador. Pero salva al francés la mala relación del presidente con alguno de los pesos pesados del vestuario, que provocará la marcha de estos al final de temporada. Zidane debe plantear el partido asumiendo riesgos, con la pelota en los pies y el Bernabéu soplando a favor. Hasta el momento Zizou ha jugado perdido dos de los tres partidos grandes de la temporada, el del Atlético y el del Wolfsburgo. El tercero lo ganó en el Camp Nou disfrazado de cordero.
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