Por su parte, Feliciano está siendo mucho, pero mucho, más discreto. En las páginas de ABC se ha pronunciado, de forma breve, pero contundente: “No voy a hablar mal de mi ex mujer”. Ahí mismo ha anunciado, con énfasis de advertencia: “Si se dicen cosas falsas que son graves saldré a desmentirlas”.
Tras las últimas palabras crudas de Alba, aquí recogidas, en síntesis, todos esperamos una respuesta rápida de Feliciano. Pero es posible que su contestación sea en forma de demanda judicial. “Los abogados del tenista barajan interponer acciones judiciales contra ella si persiste en la “guerra sucia” de descalificaciones”, publica ‘La Vanguardia’, recogiendo esta posibilidad, o recurso, de tribunales, que cundía por ahí hace días.
Lo seguro es que la cosa está que arde. Veremos finalmente en qué termina este culebrón, que es el culebrón que no cesa. Feliciano debe estar cansado, o muy cansado, y se comprende. Debe estar enfadado, o muy enfadado, incluso.
No es fácil soportar que a uno le descalifiquen, y menos si se hace de manera pública. De aquí que es posible, y hasta probable, que el tenista sopese la demanda judicial como respuesta y hasta salida de este asunto de tan incómoda polémica. Como salida digna, y eficaz, que evite quizá que su ex mujer siga hablando de él.
El tenista necesita tranquilidad en su entorno para poder concentrarse en su carrera. Hemos visto que Feliciano ha intentado que su separación de Alba Carrillo fuera lo más discreta posible.
Pero la modelo ha decidido hacer muchas declaraciones a los medios sobre el que fuera su marido, sin esquivar detalles o causas de ruptura. Es Alba y su versión. Con ella, con Feliciano, estamos ante dos formas muy distintas de manejar el mismo asunto.
Veremos en qué termina este culebrón, insisto. El amor empieza en un brindis, y lo mismo acaba como desamor en los juzgados de Plaza Castilla.
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