Físicamente son como dos gotas de agua, dos gotas de agua extraordinariamente bellas, eso sí. El corte de la cara, los pómulos, las cejas, los ojos, la boca, cada rasgo facial de Carlota es una buena copia de su madre. De no ser porque se distingue que eran fotos de los años ochenta, si se compara una instantánea de Carolina con treinta años y una foto actual de su hija, parece que se trata de la misma persona. Ambas han sido consideradas como grandes reinas de belleza. Sólo las distintas épocas marcan la diferencia: A Carolina se la trataba como un icono de la Jet-Set mundial y a Carlota se la ve más aún como una 'It girl' . Porque los treinta de ahora son casi los veinte de antes.
También en asuntos de amores y romances, madre e hija, han llevado paralela sintonía. Ambas han disfrutado, y mucho, de la “dolce vita”. Y ambas han tenido varios romances, sonados unos, y ocultos otros. A la hora de buscar “sentar la cabeza”, el primer marido de Carolina fue Philippe Junot, pero su matrimonio a penas duró dos años. De la misma manera, aunque no pasaran por el altar, Carlota intentó formar una familia junto al actor Gad Elmaleh, pero su hijo Raphaël no había cumplido los dos años cuando la pareja rompió.
Sin embargo, hay también grandes diferencias en sus biografías. A los treinta años Carolina de Mónaco ya tenía tres hijos de Stéfano Casiraghi: Andrea, Carlota y Pierre. A los treinta años Carolina ya había perdido trágicamente a su madre, la princesa Grace. Y, poco después, a los treinta y tres años, Carolina perdió también al padre de sus hijos, en un trágico accidente. Esa es la gran diferencia que, mirando con atención sus fotos, se puede ver entre Carolina y Carlota. La biografía de la madre ha sido más dura. Mucho más dura. Y eso ha quedado dibujado en su rostro. En Carolina hay un fondo de tristeza que no tiene Carlota.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación