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La jubilación y polémicas del hombre que camina detrás de Isabel II

Siempre en un segundo plano, casi siempre discreto, pero nunca ajeno a la polémica. Así ha sido la vida pública de Felipe de Edimburgo, marido de la Reina Isabel II del Reino Unido, posiblemente el consorte más famoso del mundo y, también, el más longevo.

A sus 95 años, este junio cumplirá 96, el Príncipe ha decidido retirarse de la vida pública y aunque goza de una buena salud, no cabe duda que el padre del heredero al trono británico es muy anciano. El Duque ha dicho basta tras más de 70 años de servicio a la Corona y a Su Majestad. A partir de otoño se convertirá en un jubilado más.Pese a esta retirada, su mujer, otra anciana de 91 años, no se ha pronunciado sobre una posible abdicación y parece encontrarse en tan buena forma como siempre.Hombre escandaloso y nada convencional sus salidas de tono, las tensas relaciones con su primogénito, el Príncipe Carlos, y sus supuestas infidelidades siempre le han puesto en el ojo del huracán y le han presentado como un personaje un tanto controvertido. Pese a las polémicas, su mujer, siempre le ha dado su apoyo incondicional y su matrimonio se mantenido unido contra viento y marea.Príncipe de Grecia y Dinamarca, Felipe nació en una época convulsa y fue un Príncipe sin Reino, a pesar de tener un gran pedigrí (es primo lejano de la Reina Sofía). Sin embargo, su atractivo y su aplomo le convirtieron en su juventud en uno de los solteros de oro de la realeza europea.Isabel II se quedó prendada de su personalidad y encantos cuando apenas era una adolescente. Comenzaba así uno de los matrimonios más sólidos y variopintos que ha dado la historia contemporánea.Su fuerte carácter y ambición le hicieron no aceptar de buen grado su papel de segundón en la vida pública de la Corona inglesa. Desde el momento que Isabel subió al trono, Felipe se tuvo que ir acostumbrando a caminar siempre unos pasos detrás de ella. Algo que ha hecho durante 70 años.

Sus polémicos comentarios

Lejos del protocolo de Palacio, Felipe de Mountbatten, su apellido de soltero, ha gozado de un humor muy característico que ha dado grandes titulares a la prensa. Su personalidad no es tan fría como la de su mujer, es menos disciplinado que ella y mucho más campechano. De sobra son conocidas algunas de sus frases célebres y muy socarronas.En una visita del papa Benedicto XVI a Escocia y después de ver que uno de los líderes políticos escoceses llevaba una corbata de cuadros, el Duque de Edimburgo preguntó a la conservadora Annabel Goldie: “¿Tú también llevas bragas hechas de eso?”.Para algunos, sus comentarios son racistas y no hacen ningún bien a la imagen internacional del país al que representa. Para otros, los más monárquicos y conservadores, es un alma libre sin pelos en la lengua ni al qué dirán.

La sombra de la infidelidad y su mala relación con su hijo Carlos

Sin embargo, sus salidas de tono en público son solo la punta del iceberg de otros temas más escabrosos como sus presuntas infidelidades extramatrimoniales. Según un documental emitido por el Canal 5 de Gran Bretaña hace unos meses, el marido de la Reina Isabel de Inglaterra, mantendría una “entrañable amistad” con una aristócrata. Este sería uno de los varios escarceos que podría haber mantenido el Duque, un hombre que en su juventud y madurez levantaba pasiones entre las damas. A Felipe de Edimburgo se le llegaron a atribuir relaciones con mujeres plebeyas y también con actrices de la época dorada del celuloide como Zsa Zsa Gabor o Patricia Hodge. De recién casado no se perdía una fiesta, mientras una abnegada Isabel cumplía con voluntad de acero con sus quehaceres reales.También de puertas para adentro, Felipe de Edimburgo ha tenido relaciones tensas. De sobra es conocida su mala relación con su primogénito y su oposición al matrimonio de este con la difunta Diana de Gales. Lady Di nunca lo tuvo de aliado dentro de Palacio. Sin embargo, sus hijos, los Príncipes Guillermo y Harry, tienen una buena relación con su abuelo.El anuncio de su jubilación pone ahora todo el foco en Isabel II una mujer, que siempre ha dicho que morirá con las botas puestas, y que parece aferrarse al trono mientras otros monarcas europeos, más jóvenes que ella, ya han abdicado en sus herederos.

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