La historia milenaria y la cultura japonesa son dos de los grandes atractivos del país nipón, pero hay muchos más motivos para viajar hasta Japón: descubrir su capital y el Monte Fuji, conocer una gastronomía única que ha conquistado a medio planeta, la naturaleza que rodea sus diferentes parajes, su arquitectura y avances tecnológicos, pero también esos pueblecitos de postal que hacen de estos rincones de Japón destinos que no hay que perderse. Cada uno de ellos ofrece, además de una belleza única, una historia extensa y arraigada a su cultura. Esta es la ruta por los pueblos de postal que hay que visitar en este país asiático.
El pueblo mercante
Omihachiman es el ejemplo perfecto de cómo era la vida en esta zona rural siglos atrás, pues todavía siguen en pie varios edificios antiguos pertenecientes al periodo Edo de Japón, entre 1603 y 1868. Este precioso pueblo nipón, situado a orillas del lago Biwa -el más grande de Japón- y en la ruta de Nakasendo -el camino medieval que conectaba las ciudades de Edo, la actual Tokio, y Kioto-, fue una próspera ciudad mercante en el pasado gracias al impresionante canal de Hachiman-bori -un nombre que hace referencia al dios sintoísta de la guerra cuyo hogar es el santuario Himure Hachimangu.
No hay que dejar de visitar el Museo de la Ciudad de Omihachiman, que refleja a la perfección lo que era un edificio de la época del apogeo Omi y, además, alberga exposiciones sobre el folclore local.
El pueblo de la cera
Conformada por los antiguos pueblos de Uchiko, Ikazaki y Oda, la ciudad de Uchiko mantiene todavía a día de hoy las que fueran las antiguas residencias de los mercaderes del periodo Edo. Desde comienzos del siglo XVIII hasta el siglo XX, esta villa fue especialmente conocida por la producción de cera de calidad y fue el motivo de la riqueza que llego hasta aquí. Además, se puede acceder a alguna de estas antiguas residencias par conocer de primera mano cómo vivían, pero también para descubrir la importancia que el negocio de la cera tuvo en toda la zona. Una visita obligada es el Museo de Cera de la Residencia Kamihaga, un magnífico ejemplo de la arquitectura de la época y la historia viva de la propia ciudad.
La joya de la UNESCO
Ubicada en la prefectura de Gifu, Shirakawago es un claro ejemplo de belleza y perfección, de ahí que no sorprenda que sea Patrimonio Mundial por la UNESCO. Uno de los motivos por los que desplazarse a conocer esta aldea de Japón son sus impactantes casas de estilo gassho-zukuri (gassho significa manos rezando) con tejados a dos aguas, construidas sin clavos y con unas vigas que encajan de forma impecable.
La estructura de estas casas es tan estable que llevan en pie desde su construcción hace más de 200 años. Varias de ellas son alojamientos, por lo que los visitantes pueden adentrarse en el pasado rural y vivir esta experiencia en primera persona. Tampoco hay que dejar de visitar la Casa Museo de la Seda, puesto que la cría de gusanos de seda era la principal actividad en la localidad, y el Museo Templo Myozenji, una antigua residencia de monjes convertido actualmente en un museo en donde se narra la historia del templo desde 1748.
La capital vaquera de Japón
Kurashiki es conocida como la capital vaquera de Japón y está llena de centros comerciales y tiendas outlet donde ir a comprar todo tipo de prendas hechas con esta tela. Además del vaquero, el lugar más popular es el barrio histórico de Kurashiki Bikan, conocido como la Venecia japonesa por estar atravesado por el río Takahashi.
En sus orillas cuentan con diferentes casas tradicionales que eran antaño el hogar de ricos comerciantes como Ohara Magosaburo, quien fundó en 1930 el primer museo privado de Japón con una colección propia de arte occidental, además de ser el mecenas de un pintor local llamado Kojima Torajiro. Como resultado, el Museo Ohara, que se asemeja a un templo griego, reúne verdaderas joyas de la pintura del arte occidental y japonés del siglo XX, además de la única obra de El Greco presente en un museo japonés.
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