Ser elegida como finalista del Premio Planeta 2020 ha sido, sin duda, el colofón a un año difícil pero fantástico para ella. Su felicidad traspasa la pantalla, su vida personal le sonríe y se ha quitado de encima muchos miedos que le impedían mostrarse tal y como ella es en todas las facetas de su vida.
Sandra Barneda está en su mejor momento, y ella lo sabe. Nos citamos con la periodista, de 45 años, en un hotel del centro de Madrid para conocerla mejor y hablar, cómo no, de su novela premiada, titulada Un océano para llegar a ti. Una historia que ensalza la familia, el amor, "lo extraordinario de lo ordinario" –como la autora misma dice–, fantásticamente narrada, que comienza con una muerte y que acaba con muchos secretos que dejarán boquiabierto al lector.
Sandra Barneda, ilusionada con su premiada nueva novela, 'Un océano para llegar a ti'
Eran las 18 de la tarde y ella estaba sentada en un sofá en el hall del hotel H10 Alcalá de la capital. Vestía un favorecedor traje gris, iba muy maquillada, bien peinada y comía una chocolatina para que "le subiera el azúcar".
Profesional con la prensa –ella sabe lo que es atender a los medios–, distante con los desconocidos –y quizá por muchas razones–. Seria en las distancias largas y no tanto en las cortas, como ella bien sabe. Es fácil hablar con Sandra Barneda de cualquier tema, si confía. Se deja llevar mucho por las intuiciones, y eso siempre es bueno. Es lista. Impone su físico y su mirada inteligente: hay que estar muy cuerdo y tener mucha vida interior para trabajar en televisión tantos años y escribir novelas. Y ella también es consciente de esto.
Se nota que tiene tablas, en la vida y en la profesión. Antes de su salto al entretenimiento con Telecinco, en 2009, la licenciada en Periodismo había pasado por los informativos de TVE, Antena 3 y Telemadrid. Quizá nunca quiso pasarse al 'salseo', cambiar de registro, quizá sí, pero como ella asegura, "cuantas más teclas toque uno en la profesión, mejor". Ya ha publicado cinco novelas con anterioridad, y también se nota al leer la sexta, de la que habla con un brillo particular en los ojos.
PREGUNTA. ¿Te esperabas ser finalista del Premio Planeta?
RESPUESTA. No, para nada. Fíjate que escribir es una de las cosas que más pudor me da. Aunque quizá no lo parezca, soy bastante cortada, introvertida, y entonces es como...
P. Como que te expones de algún modo.
R. Sí, porque con lo otro (televisión, periodismo...) te refugias en un suceso, en un personaje o en algo que estás pensando, o en un colaborador o en el propio programa (la logística...), pero la novela parte de esa hoja en blanco en la que escribes lo que tú quieres contar... Y no, para nada, no me esperaba este premio.
P. De hecho, esa parte de la que hablas, que no dejas ver de ti o que te cuesta dejar ver a los demás, creo que también te ocurría antes con el trabajo. Escribí una columna sobre ti hace poco en la que escribía justo eso, que cada vez se te ve más cómoda en la televisión, quizá porque te importa menos exponerte.
R. Sí, puede ser, eh. Quizá por esa timidez. Creo que todos tenemos corazas... Me lo decían a veces mis propios amigos: "Joe, es que a veces cuesta llegar a ti'. Pero cuando te conocemos...". Y puede ser que ahora el personaje público comience a asemejarse mucho más a la persona.
P. Totalmente de acuerdo. Y volviendo a la novela: Gabriele, la protagonista, afronta la muerte de su madre siendo ya adulta y pasa por un momento de duelo. ¿Crees que una muerte cercana nos hace renacer y aferrarnos más a la vida?
R. En la novela de lo que se habla es, sobre todo, de mantener viva la llama de la esperanza. A pesar de los claroscuros de la vida, tú tienes que irradiar vida. Es lo que hacen los personajes. En este caso, la muerte les despierta a la vida. Tanto la Sole, como Félix... De repente, se dan cuenta de la vida, de lo que tienen alrededor. Él mira de pronto a su hija, con quien le cuesta comunicarse, pero necesita acercarse a ella. Necesita decirle que, aunque sea, vaya con él a pasar las Navidades, como cuando su madre, que era el nexo de unión entre ambos, estaba viva. Y de ahí ocurren muchas cosas, como esas cartas que encuentran de la madre y que precipitan mucho más la transformación de cada uno de los personajes.
P. Respecto a la distancia e incomunicación que existe entre padre e hija, Félix y Gabriele, ¿por qué se produce? Creo que hay muchos padres que no saben comunicarse con sus hijos, que les cuesta abrirse y expresar sus sentimientos...
R. En la novela Félix retrata muy bien eso que estás diciendo tú. Esa incapacidad para expresar los sentimientos en público o en privado, con su hija. No lo sabe hacer. hay momentos en los que quiere acercarse, como cuando le escribe esa carta que arruga y que luego no quiere el destino que ella lea, esos momentos en los que él ha querido ser amable con ella y al final han acabado discutiendo, y él no quería. La emocionalidad le vence en negativo al padre, y a ella también.
P. La novela también toca las relaciones homosexuales. ¿Crees que es necesario que se dé más visibilidad a otro tipo de relaciones no normativas en las artes?
R. Yo creo que estamos en un buen momento para sacar a la luz todo lo que esté silenciado, sin darle más brillo. Sacarlo en la medida de que existe. Yo siempre existe algún personaje homosexual en mis novelas. Lo hago porque creo que está bien de que de alguna manera esté, como en este caso.
Con la novela quise ensalzar lo ordinario, aquello que no valoramos porque lo tenemos tanto que se nos hace invisible
P. ¿Qué te llevó a escribir esta novela? ¿En qué momento estabas?
R. Una de las frases que me vino es "hacer de lo ordinario lo extraordinario". Fue una de las primeras frases que apunté para empezar a contar, a hilvanar la historia. Es el valorar aquello que se nos hace invisible porque lo tenemos tanto que no lo valoramos. Fíjate que la terminé en marzo de este año y es una novela muy adecuada para ahora. Y es alucinante, porque estamos en un momento de pérdidas pero también en un momento de...
P. De despertar.
R. De despertar, totalmente. La vida se ha parado, mundialmente, por supuesto vamos a pagarlo económicamente, socialmente, con unos estragos que tardarán años en recuperarse, pero antropológicamente creo que va a salir una nueva sociedad.
Fíjate me pasaron el otro día un boletín del 4 de octubre de 1918, que te lo voy a leer, porque es brutal. (Lo busca). Mira: "Boletín oficial extraordinario. En la provincia de Burgos. Dice, asimismo, recuerdo que la infección se propaga por las gotitas de saliva que desprende el habla, toser, etcétera, al ser respirada por los que nos rodean. Es consecuencia, de permanecer en locales cerrados, mal ventilados, donde se reúne mucha gente, como tabernas, cafés, etc. Que se extreme la limpieza de las casas, que se mantengan ventiladas las ventanas de los dormitorios y se ventilen con frecuencia los locales donde se permanezca durante el día, estar en el campo el mayor tiempo posible, porque el aire libre, el agua y la luz son los mejores desinfectantes en esta ocasión..."
Esto es el Burgos, 1918. ¿Y después qué ocurrió? Llegaron los felices años 20 y hubo una eclosión de felicidad. Yo creo mucho en el yin y el yang, en el equilibrio cósmico, y creo que la pandemia nos ha frenado porque llevábamos demasiada velocidad.
Yo creo mucho en el yin y el yang, en el equilibrio cósmico, y creo que la pandemia nos ha frenado porque llevábamos demasiada velocidad
P. Totalmente de acuerdo, era necesario.
R. Sí. Y la novela trata precisamente de eso, de esa frenada que le ocurre a Gabriele y a su entorno, de cómo retorna al pueblo, a los orígenes, y tiene que mirar a su padre. Y esa serendipia, que cuando terminas la novela y dices: "Madre mía, realmente si lo hubieran sabido... No hubiera ocurrido todo esto, no hubieran pasado por lo que pasaron...".
P. Sí, pero también los periodos, los trayectos, son necesarios en la vida, ¿no crees? Porque te van lleVando hacia donde debes ir y a su tiempo.
R. Sí, eso es. El camino es necesario.
P. Y sobre el yin y el yang, el esoterismo, el budismo (los 49 días de la novela)... ¿Crees en estas cosas?
R. Yo soy muy escéptica, pero muy curiosa. Siempre he creído que hay algo más. Pero no tengo la certeza, soy muy empírica. Por eso siempre he leído mucho sobre todas esas cosas, y me gusta poner en las novelas cierto simbolismo mágico porque creo que envuelve muy bien. Me gusta, de repente, creer en otras cosas, y lo dejo ahí en la novela, no profundizo. En este libro me venía muy bien lo de los 49 días, porque, según la tradición budista, es el tiempo en que el alma sale de un cuerpo y llega a otra vida, y me parecía ideal como contexto temporal para unir, forzosamente, a padre y a hija.
P. ¿Y crees en las energías o las señales? Yo sí...
R. Sí, totalmente. A mí me han pasado dos cosas en las últimas novelas que aluciné. Con mi anterior novela, Las hijas del agua, coloqué una foto de mi madre en el despacho que tengo en casa, donde escribo. La instantánea me regaló mi padre, y era de cuando mi madre era joven. La enganché en un marco que ya tenía de una foto de mi padre y no le di más importancia. Total, que ya empecé a escribir, y lo típico que paras, haces un descanso, te giras sobre la silla, miras al entorno, las fotos... Y cuando me dicen el día que se publica la novela... ¡Se publica el mismo día que el cumpleaños de mi madre! Lo fuerte es que entonces ya me fijo bien en la foto y aluciné: era cuando mi madre estaba llegando a Venecia, con 17 años. Y la llamé inmediatamente para contárselo. [La novela estÁ ambientada en Venecia].
Y con esta novela, que llevo dos años escribiendo, me ocurrió algo parecido. Yo vivo en una calle muy estrecha, y cuando viene un coche a buscarme para ir a la tele o a algún sitio siempre digo que me espere en la de abajo, porque es más amplia. Esa calle llevaba mucho tiempo en obras, estaban haciendo dos hoteles. Total, que el día que acabo la novela, estoy esperando al coche y me da por leer el cartel de un hotel que ya no está. Y ponía 'Hostal Almanzor'... ¡y no lo había leído nunca y llevo ocho años viviendo ahí! Y entonces llamé a mi pareja corriendo. Y me decía ella: "Estás loquísima...". Y ya no está el cartel. ¿Por qué no lo he leído nunca y por qué lo leo justo cuando he acabado la novela? Muy fuerte... [Su nueva novela se desarrolla en Candeleda, en la sierra de Gredos, al lado del pico Almanzor].
Creo en la serendipia y en que no existen casualidades, sino causalidades. Creo que las personas que te acompañan a lo largo de tu vida lo hacen porque detrás hay un aprendizaje o una cuenta pendiente. ¿Por qué, con la de millones de personas que hay, dos se eligen mutuamente para acompañarse una parte de la vida? Es curioso.
P. Totalmente. Y hablando de familias, ya sé que eres 'madre' de mascotas, como yo, pero ¿te planetas ser madre de un humano en el futuro?
R. Con 45 años que tengo, evidentemente que me lo he planteado, pero es algo que al final no ha caído. Soy mucho de fluir, y ahora que tengo una pareja casi ocho años más joven que yo [Nagore Robles] y podría producirse, pero no es algo que esté en mi mente. Aun así estoy en un momento de mi vida en el que no pongo resistencia a nada, en el que me dejo fluir. No te puedo decir que no lo he pensado, pero he pensado tanto las cosas que ahora ya no las quiero pensar tanto.
P. Haces bien. Y ya por último, ¿qué tal en 'La isla de las tentaciones'?
R. Para mí la experiencia ha sido muy reveladora. Nos fuimos justo después de la primera ola de la pandemia, a República Dominicana más de cien personas, que al final acabamos siendo una familia, porque allí también estábamos confinados. Fue una experiencia muy buena.
Y respecto a mi trabajo como presentadora, hice una labor de contención importante. No puedes decirles nada, tú lo sabes todo, y eso es difícil, pero el viaje lo tiene que hacer cada uno. Allí los que participan viven en una autentica montaña rusa emocional en un mes. Una de las cosas que más me gustó es ver que no hay truco, que de repente alguien se te pone a llorar o a reír y es lo que siente.
P. Y fue un éxito total de audiencia: la media fue de un 22,5% de share y casi tres millones de espectadores.
R. Exito tremendo, y una sonoridad enorme que no se esperaba nadie porque veníamos de una primera edición que fue tremenda y que seguía presente, como el magnífico trabajo que hizo Mónica [Naranjo] como presentadora. Pero, al final, yo no creo en las imitaciones, porque te hacen alejarte de ti y de tu propia esencia, y en televisión tienes que ser tú. Es lo que te decía del personaje: que cuanto más se acerque a la persona, ésta mejor vivirá y, sobre todo, mejor sabrá mantener a ralla al personaje. Hay compañeros míos a los que les ha comido el personaje y han tenido cierto desdibuje. Yo tengo muy claro que acabo mi trabajo en la tele y estoy yo, está mi vida. Una vida normal, en mi barrio, donde me saludan y salgo como cualquier otro.
Yo soy muy intensa y tengo que alimentar esa parte de mí. Me encanta meterme en lecturas densas y hacer cosas creativas, y a la vez me lo paso muy bien en la tele, porque saco también mi lado frívolo
P. ¿Y sientes que por trabajar en la televisión algunas personas le dan menos valor a tus novelas?
R. Hay gente que no entiende que te dediques a presentar realities y que luego escribas novelas. Vamos a ver [ríe], Kafka estuvo trabajando en una correduría de seguros y nadie le dice nada, y ha habido más ejemplos increíbles... Ojo, que no es que esté comprándome con Kafka ni mucho menos, pero han sido muchos los escritores que vienen de mundos muy dispares. Yo creo que ser periodista está mucho más cercano al mundo de las letras. Pero la televisión y el reality está como denostado para algunas personas, cuando no debería ser así.
P. Sí, totalmente de acuerdo. A mí me ocurrió algo parecido cuando empecé a escribir columnas, que mucha gente no lo tomaba en serio, ni aún ahora, porque me dedico al 'salseo'...
R. Eso eso, pero luego cada uno es como es y hay mucho más detrás de las personas. Yo, por ejemplo, soy muy intensa y tengo que alimentar esa parte de mí. Me encanta meterme en lecturas densas y hacer cosas creativas, y a la vez me lo paso muy bien en la tele, porque saco también mi lado frívolo. Creo que es muy bueno tocar cuantas más teclas mejor porque te da mucha elasticidad en la profesión.
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