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El homenaje de Toulouse a la flor de la violeta

El color de los ladrillos de los edificios de la ciudad de Toulouse ha sido el motivo por el que desde hace décadas es mundialmente conocida como la Ciudad Rosa.

El color de los ladrillos de los edificios de la ciudad de Toulouse ha sido el motivo por el que desde hace décadas es mundialmente conocida como la Ciudad Rosa. Sin embargo, hay otro color que entre sus calles destaca como el que más: el violeta.

Y es que Toulouse tiene la particularidad de que, desde mediados del siglo XIX, cultiva en sus tierras esta flor que florece durante los meses más fríos del invierno, la violeta. Una flor convertida en un emblema de la localidad francesa por su amplio abanico de usos que van desde la gastronomía hasta la cosmética, la perfumería o el folclore.

El romance de Toulouse con la violeta

En 1854 la flor de violeta llegaba a la ciudad de Toulouse con una historia de amor a sus espaldas. El “culpable” fue un soldado piamontés que quiso sorprender a su amada con un ramillete de esta aromática y colorida flor. Un detalle que ha hecho también que la violeta sea considerada un símbolo del romanticismo.

Flores de violeta
Flores de violeta © Maison de la Violette

Con su llegada, su cultivo en la ciudad creció de forma exponencial y se creó un mercado que abastecía a toda Europa y Rusia, llegando a exportar a principios del siglo XX más de 600.000 ramos al año. Un siglo después, el duro invierno de 1956 y los avances en las técnicas de invernadero, que comenzaron a permitir el cultivo de otras flores, causaron una gran crisis en la producción de la violeta. En ese momento, fueron pocos los productores que siguieron con su desarrollo, hasta que en 1985 el ingeniero agrícola Adrien Roucolle relanzó su cultivo para evitar su extinción.

Gracias a él, ocho años más tarde se creó Terre de Violettes, encargada de reunir a productores y fabricantes de diferentes productos elaborados a partir de su flor así como la Fiesta de la Violeta, que se celebra desde 2003 a finales de enero y principios de febrero.

A día de hoy, gracias a ese empujón para volver a revalorizar esta flor, en Toulouse se cultivan más de 100 especies de diferentes colores que pueden ser visitables durante el Festival de la Violeta y los meses de primavera, una experiencia para vivir con todos los sentidos.

Artesanía a todo color

En 1993 se creó La Maison de la Violette, un lugar que tiene como objetivo dar a conocer la historia de la violeta y promover la artesanía local a través de diferentes productos de agroalimentación, horticultura y bienestar elaborados a partir de esta flor, como infusiones, licores, caramelos o perfumes.

Maison de la Violette II © Maison de la Violette

Si se viaja a Toulouse La Maison de la Violette es una visita obligatoria. En su interior se pueden conocer las diferentes áreas en donde se trabaja con la flor, desde sus talleres, sus invernaderos, exposiciones relacionadas con la violeta o degustaciones de té.

Pero si lo que se quiere es comprar un detalle, entre otras marcas, Jardin Confidentiel trabaja con extractos naturales de esta flor, además de productos cien por cien locales, para crear jabones, aceites, emulsiones y lociones corporales. O los perfumes de Parfums Berdoues, la firma de referencia de perfumes de violeta desde 1902.

Comerse el violeta

Desde el punto de vista gastronómico, Toulouse y sus flores también tienen mucho que decir, porque sus platos, dulces y bebidas están -muchas de ellas- teñidas de morado. Cada vez son más las propuestas culinarias dedicadas a la violeta, empezando por La Maison de la Violette, donde ofrecen menús en los que se encuentra esta flor, de la mano del chef con una estrella Michelin Thierry Merville.

Pero no son los únicos que han llevado esta flor a la alta gastronomía, si no que otros chefs como Michel Sarran y Thomas Vonderscher, del restaurante Le Cénacle la han incorporado a sus menús degustación.

Chocolates Bello & Angeli © Sébastien Ognier

Igual que la emblemática pastelería Maison Pillon, que hace honor a la aromática flor a través de su brioche relleno de crema pastelera con violetas y castañas confitadas, conocido como 'brioche marron violette'. O los 'macarons à la violette', que se pueden degustar en Pâtisserie Conté, y los chocolates y helados artesanales de Bello & Angeli en donde esta flor se pone en el centro de todas las miradas. A Toulouse hay que ir a seguir la ruta de la violeta, cultural, histórica y gastronómicamente hablando.

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