Tres meses después de que, el 4 de febrero, el BOE publicara el Real Decreto-ley 2/2012 de saneamiento del sector financiero, los problemas de confianza en el mismo y de restricción del crédito persisten como el primer día, pero agravados ahora, sin duda reforzados, por la desesperante lentitud con que, semana va, semana viene, camina una reforma convertida en nudo gordiano de la gran crisis española. Todo el mundo es consciente de la urgencia en dar con la tecla, porque todos saben que si no somos capaces de recuperar la confianza de los mercados en nuestro sistema bancario no habrá forma de que regrese el capital extranjero y cesen las tensiones sobre nuestra Deuda, pero nadie, ni siquiera un Gobierno con mayoría absoluta, parece con poder bastante, con voluntad política suficiente, para desatascar el parón. En el centro del problema, Bankia (“si no se arregla Bankia, no se arregla el sector, y si no se arregla el sector, no se arregla España”, en palabras de un alto directivo), y en su puente de mando, Rodrigo Rato, ex vicepresidente y ministro de Economía en los Gobiernos Aznar. Rato como tapón de la reforma del sistema financiero.
Las noticias que llueven como piedras sobre la entidad y su matriz, el Banco Financiero y de Ahorro (BFA), no pueden ser más preocupantes. Este jueves, Miguel Alba daba cuenta en Vozpopuli de un informe de Goldman Sachs según el cual Bankia tendrá que afrontar este año y el próximo pérdidas crediticias y en el ladrillo de 24.900 millones, que se moderarán hasta los 7.700 gracias a las provisiones y al colchón de capital acumulado. De materializarse tal pérdida, su nivel de solvencia (core Tier 1) se colocaría en el 5,9%, muy por debajo del 8% legalmente exigido como mínimo, situación que de persistir “podría derivar en su intervención o en alguna otra solución intermedia que podría pasar por una inyección de capital por parte del Estado, sin que se descarte una posible nacionalización del grupo”.
Es de sobra conocido que el cáncer que socava las cuentas de la entidad se llama ladrillo, algo que quedó patente este viernes, 4 de mayo, tras conocerse las cuentas del grupo BFA depositadas en la CNMV, según las cuales los activos potencialmente problemáticos del sector promotor e inmobiliario al cierre del ejercicio 2011 ascendían a 31.799 millones -17.847,5 en créditos dudosos y subestándar, más otros 13.951 en forma de activos inmobiliarios adjudicados por impago de créditos- cifra para la que disponía de coberturas por importe de unos 11.900 millones. Hay cerca de 20.000 millones sin dotar, cifra en todo caso inferior a los 23.000 del año anterior. BFA ha saneado activos dudosos, subestándar y adjudicados correspondientes a suelo por importe de 3.433 millones. El ratio de morosidad total del grupo BFA (incluido el crédito a la clientela) al finalizar 2011 se disparó hasta el 8,66% (un aumento de más de dos puntos sobre el año anterior). La morosidad específica del ladrillo cerró 2011 en un espectacular 28,1%, con casi 10 puntos de aumento sobre el 18,1% registrado a finales de 2010.
Por si los datos no fueran ya de por sí preocupantes, Bankia ha remitido sus cuentas a la CNMV sin la firma del auditor
Por si los datos no fueran suficientemente preocupantes, resulta que, además de haber presentado sus cuentas a la CNMV cuatro días después de expirado el plazo legal, el grupo BFA las ha remitido sin la preceptiva firma del auditor –Deloitte-, algo que resulta muy llamativo tratándose de una entidad en el ojo del huracán, con todas las miradas puestas en su futuro inmediato. La explicación de que “el auditor ha pedido más tiempo, dada la complejidad de la integración de las siete cajas de ahorros que componen el grupo” no ha sonado muy convincente en un ambiente presidido por la desconfianza y la sospecha.
Todo parece indicar que nos hallamos ante una pelea soterrada, una lucha de Poder en el seno del Gobierno y del propio PP, entre gallos de viejos y duros espolones. Nadie sabe en qué momento se jodieron las relaciones entre Rato y el que fuera su segundo en Economía, Luis de Guindos, actual ministro del ramo, pero hay quien sugiere que la decisión de aquél de contactar directamente con Mariano Rajoy para salvar sus intereses en Bankia, puenteando al actual ministro, no sentó nada bien a Guindos, quien, por si fuera poco, siempre ha tenido una mala opinión –él mismo declinó la presidencia de Caja Madrid como sustituto de Miguel Blesa- sobre las capacidades de Bankia para abrirse paso en solitario. El caso es que De Guindos es declarado partidario de intervenir Bankia y de hacerlo mejor antes que después, al punto de que hay quien sostiene que le hubiera gustado materializarlo hace semanas, si no meses. Pero el presidente Rajoy, también conocido como sor Prudencia, pide calma, no se sabe si temeroso del impacto del golpe o de los galones del asturiano en el partido: “démosle otra oportunidad”.
Una especie de chantaje al Ejecutivo
Y ahí tenemos a don Rodrigo haciendo arabescos sobre un campo de minas y salvando match balls. Porque no son solo los mercados los que tienen a BFA-Bankia marcado con un círculo rojo; son también los organismos internacionales en funciones de policía sobre nuestra crisis quienes lo vigilan de cerca. El último informe del FMI, 25 de abril, aseguraba que “Un grupo de diez [bancos españoles], la mayoría de los cuales han recibido ayudas públicas y se encuentran en proceso de resolución, han sido identificados como vulnerables […] Con el fin de preservar la estabilidad financiera, es esencial que estos bancos, y en particular el de mayor tamaño, tomen medidas rápidas y decisivas para fortalecer sus balances y mejorar su gestión”. Aunque sin citarla expresamente, blanco y en botella. El shock provocado por ese informe fue tal que no pocos periodistas optaron por quedarse en Madrid durante el puente de mayo, advertidos de que el domingo 29 de abril podrían producirse “importantes noticias” sobre Bankia, antes de la apertura de los mercados del lunes.
La nueva oportunidad de Rajoy a Rato tendría que ver con el nombramiento de un nuevo consejero delegado en Bankia
Tan cerca como el 3 de mayo, el presidente del BCE, Mario Draghi, dejó en Barcelona idéntico o parecido mensaje, aludiendo a la necesidad de “transparencia y celeridad” en la culminación de la reforma financiera. Aparentemente ajeno al drama, Rato se ha dejado ver en Barcelona por los salones del BCE, mientras Emilio Botín y Francisco González estaban ocupados en sus cosas. “Lo de Rato no deja de ser un chantaje al Ejecutivo, algo así como yo he sido vicepresidente de un Gobierno del PP y no me podéis hacer esto…”, asegura una fuente bancaria. Con los rumores de nuevo en alerta máxima para hoy domingo, la nueva “oportunidad” de Rajoy a su antiguo conmilitón parece tener que ver con el nombramiento de un nuevo consejero delegado en Bankia, en sustitución de Francisco Verdú, y la remoción de buena parte del actual Consejo. “Pero si De Guindos piensa que Rodrigo, ofendido por esa imposición, se va a ir a su casa, se equivoca”, sostiene la misma fuente. Esa “nueva oportunidad” supondría otorgar un margen adicional para que los nuevos gestores hicieran su labor, un tiempo precioso del que quizá España no dispone y que el FMI nos niega: “Todo depende de lo que hagan ustedes con Bankia”.
Otra fuente, cercana en este caso a Economía, ofrece un juicio menos alarmante, incluso tranquilizador, sobre la situación: “El Ministerio ha realizado un examen minucioso del plan de saneamiento inmobiliario remitido por Bankia al Banco de España (BdE), y aunque al principio tuvieron la sensación de que los números estaban maquillados, al final han visto que el plan es creíble. Economía ha exigido cambios en la forma de realizar algunas provisiones, mediante la entrada de flujo de capital a través de desinversiones”. Al margen de la relación personal De Guindos-Rato, parece que “las relaciones a nivel técnico entre ambas instituciones se han normalizado después del estudio del plan. La tensión institucional se ha relajado”. Según esta fuente, la salvación de Bankia pasaría por la creación de una de esas sociedades (vulgo “banco malo”) anunciadas días atrás por De Guindos para aislar los activos inmobiliarios tóxicos, lo que le permitiría limpiar su balance –básicamente de suelo- y ganar capital y liquidez.
Salvar el “match ball” de la auditora Deloitte
Puntos de vista tan diferentes ponen de manifiesto la falta de transparencia (nadie conoce la dimensión real del problema, el tamaño exacto del agujero) y la exasperante lentitud del proceso, justamente lo contario de lo que reclama el FMI. Al margen de la presión de mercados y organismos internacionales, el futuro de Bankia es el auténtico trending topic del sector financiero español. Una verdadera olla a presión estos días. Camino del dead line del 31 de mayo, el punto de inflexión se centra ahora mismo en la auditoría de BFA-Bankia. “Rato tiene que salvar el match ball de Deloitte. Si la auditoría saliera con salvedades, al BdE no le quedaría más remedio que tomar cartas en el asunto”. Aunque lejanamente, la situación recuerda lo ocurrido en 2009 con CCM, cuando la negativa de Ernst & Young a firmar las cuentas forzó su intervención por el BdE.
El presidente de un gran banco (citado por Alba en Vozpopuli) cree que el Gobierno debería nacionalizar ya buena parte del capital de Bankia. “Hasta que ese problema no se resuelva, y lo tiene que resolver el Estado, nadie volverá a invertir en la banca española”, para añadir que “da igual quien haya causado esa situación porque es el Estado quien tiene que pagarla; y si no tiene dinero, que lo pida”. Cualquier otra salida “sería una chapuza”. El argumento, con muy ligeras variantes, es compartido por otro responsable de una entidad sistémica: “El deterioro de su cartera inmobiliaria y crediticia obliga a una recapitalización de la entidad. El FGD no podrá cubrirlo, por lo que tendrá que ser con ayudas públicas”. El Gobierno no quiere comprometer dinero público, y tampoco quiere que las entidades se echen en brazos del Fondo de Rescate Europeo. Ni contigo ni sin ti. El corolario es que, en la madeja de las angustias de solvencia de Bankia y los “líos de familia” del PP, la reforma del sistema financiero sigue estancada. La responsabilidad que el Gobierno Rajoy está contrayendo en este punto es enorme. Y ahí estamos, más pasmados que empantanados. Ni cenamos ni se muere padre.
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