La toma de control de Iberdrola forma parte de la magra galería de objetivos empresariales que el presidente de ACS, Florentino Pérez, no ha podido conseguir. Ese borrón en su estadística explica que la batalla contra quien le impidió el paso, Ignacio Galán, presidente de la eléctrica, no sólo no se haya cerrado sino que haya cobrado tintes de perpetuidad. La publicación de grabaciones que demostrarían un presunto espionaje a Pérez por parte del excomisario José Manuel Villarejo por encargo de Iberdrola ha reavivado los rescoldos de una guerra sin cuartel en la que, si bien hace tiempo que cesó el ruido de mortero, nunca se firmó un armisticio. Diez años atrás, el también presidente del Real Madrid lo tenía todo tan preparado que incluso llegó a "nombrar" un sustituto para Galán, en la persona de Pedro López Jiménez, por entonces presidente de Unión Fenosa. El único obstáculo que no pudo superar fue el de Galán, actualmente en peligro de que una de las incontables bombas del caso Villarejo le estalle en las manos.
El fallido asalto a Iberdrola no sólo dejó tocado el elevado ego personal de Pérez, muy poco acostumbrado a perder. Además, dejó en una situación financiera muy complicada a ACS, cuyas pérdidas al cierre de 2012, cuando comenzó a replegar velas en el capital de la eléctrica, se aproximaron a los 2.000 millones de euros. Para el mandamás del grupo de construcción y servicios fue un trago muy duro comprobar cómo los apoyos bancarios quedaron prácticamente reducidos a su inseparable compañero de viaje Donato González, hombre fuerte de Société Générale en España. Y una humillación casi insoportable salir de reuniones con bancos de primer orden con una lista de deberes y obligaciones impuestas (sobre todo soltar lastre en la eléctrica) a fin de evitar incómodas ejecuciones.
Aquéllas que no pudieron evitar algunos de los accionistas más ilustres de ACS, como los Albertos, cuya relación con Pérez, otrora inquebrantable, se heló cuando el ajuste por la desinversión en Iberdrola hizo que en 2013 saltaran por los aires los dividendos con los que atendían el servicio de la deuda de sus acreedores.
Tampoco olvida Florentino Pérez que los March, que por entonces eran los primeros accionistas de ACS, perdieron definitivamente la confianza en él tras el episodio de Iberdrola y en los años siguientes trataron (eso sí, en vano) de relevarle al frente del grupo o de imponerle un consejero delegado que evitara que todo el poder ejecutivo recayera en él. Y mucho menos, que la aventura eléctrica puso en aprietos sus propias finanzas por el desplome de la cotización de la constructora, hasta el punto de verse obligado a contratar una segunda hipoteca sobre el casoplón familiar en el centro de Madrid para satisfacer el incremento de garantías que le exigían los acreedores.
Constructores y negocios regulados
A mediados de la pasada década, los grandes constructores eran tan poderosos que su sector empezó a quedárseles muy pequeño pese a que, por entonces, aportaba aproximadamente un 13% del PIB español. Puestos a diversificar, los ojos se les fueron a los negocios regulados (las telecomunicaciones, en una primera etapa; la energía, después), propicios para poner a buen recaudo el mucho dinero que habían ganado en los años de crecimiento descontrolado con los que se inauguró el siglo.
En este contexto se sitúan operaciones registradas entre 2005 y 2007 como la toma de control de Endesa por Acciona, la adquisición de un 20% de Repsol por Sacyr y que ACS se impusiera en la subasta al mejor postor que Emilio Botín organizó para colocar la histórica participación de Banco Santander en Unión Fenosa. En su habitual afán de hacerse un hueco en la memoria del empresariado patrio, Pérez se impuso en la pelea ni más ni menos que a Amancio Ortega, con un músculo financiero a título personal infinitamente más poderoso que el de una corporación como ACS.
El dueño de Zara apalabró con Botín un precio de en torno a 30 euros por acción y cuando el presidente del banco le trasladó que ACS ofrecía mucho más, no dudó a la hora de responder a la insinuación de que elevara su oferta: "Si Amancio Ortega dice que algo vale 30, no va a pagar más de 30".
Un holding pegado al BOE
Tras la adquisición de aquel paquete inicial en Unión Fenosa, del 23%, ACS alcanzó progresivamente el 45%. Pero, a fin de cuentas, se trataba de la tercera eléctrica del país y Florentino Pérez quería más. Para sus planes, la compañía gallega era insuficiente. En la cabeza del presidente de ACS estaba diseñado un futuro holding con cinco patas, tres de las cuales íntimamente relacionadas con el BOE (lo ideal para el empresario que ha demostrado tener el mejor idilio con el documento donde se reparte buena parte de lo público): energía, concesiones (Abertis) y construcción (Dragados), completadas por industrial (Cobra) e internacional (Hochtief). Y la primera llevaba el nombre de Iberdrola.
Con este planteamiento inició el abordaje de la eléctrica a finales de 2006 con la compra de un 10%, en parte a través de instrumentos derivados. Lo que a Galán le pareció al principio fuego amigo, debido a los tambores de OPA que llegaban desde la vecina Francia y sus empresas energéticas empoderadas por el capital público, no tardó mucho en derivar en una situación incómoda cuando Florentino descubrió sus cartas: no sólo no acudía al rescate del presidente de Iberdrola sino que él era el principal obstáculo para sus espectaculares planes.
Tanto era así que Pérez ya tenía pensado quién sería su sustituto: Pedro López Jiménez, persona de su absoluta confianza, consejero de ACS desde finales de los 80, componente de la junta directiva del Real Madrid en sus dos etapas como presidente del club y al que había encargado la presidencia de Unión Fenosa, la cual ya había vendido a Gas Natural para rearmarse financieramente con vistas a la operación de Iberdrola. En aquella etapa, López Jiménez llegó a presumir de que se convertiría en el primer ejecutivo que contara en su currículum con la presidencia de las tres grandes eléctricas (anteriormente lo había sido de Endesa).
Además, en Iberdrola contaría con un poder absoluto del que no gozó en Fenosa, donde siempre tuvo que compartirlo con un consejero delegado, Honorato López-Isla, referente del sector y, a la sazón, compañero de promoción de Florentino en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.
La guerra jurídica Del Valle-Simancas
La petición de ACS de dos puestos en el consejo de administración de Iberdrola incendió la junta de la eléctrica en 2010, en la que la verdadera batalla se libró en el terreno jurídico, con la lucha encarnizada de los secretarios de los respectivos consejos de administración, dos de los más brillantes expertos en España en materia societaria: José Luis del Valle, "Chitín", en defensa del derecho de ACS a tener representación en el órgano ejecutivo de la eléctrica; y Julián Martínez-Simancas, con el argumento de que las inversiones de ACS en renovables le convertían en competidor y, por lo tanto, el veto de Iberdrola estaba justificado.
Aunque el asunto acabó en los tribunales cinco años después, con la victoria de Iberdrola, una junta de accionistas no podía esperar a los jueces. Galán tumbó el nombramiento de los dos consejeros propuestos por ACS en medio de un clima cuasi bélico y entre gritos de "¡Florentino, vete a Madrid!".
En unos meses se cumplirá toda una década desde aquella tormentosa asamblea. Hoy, Iberdrola es notablemente más grande que entonces (cerca de 60.000 millones de capitalización bursátil). Pero sigue siendo una empresa sin accionista de referencia. El referente es Galán, al menos hasta 2023, cuando vence su recién renovado mandato.
Vuelta a los tribunales
Pero las sombras del caso Villarejo son cada vez más alargadas. Pocos dudan ya de que, como poco, deberá desfilar ante el juez Manuel García Castellón, magistrado de la Audiencia Nacional que instruye la causa, con el muy fresco y actual precedente del BBVA. Tampoco ACS es la misma. Financieramente está muy saneada, con deuda cero hasta la compra de Abertis (conjunta con la italiana Atlantia). Y en el capital de Iberdrola aún se mantiene un viejo conocido de Pérez: Qatar, con el que compartió accionariado en Hochtief, al que trató de incorporar al capital de ACS en numerosas ocasiones y cuyos contactos se extienden al entorno del fútbol.
Florentino Pérez ha encontrado en las grabaciones de Villarejo, que probarían un presunto espionaje por parte de Iberdrola en aquella época tan convulsa de finales de la pasada década, una oportunidad única para quitarse una espina. Su personación en el caso como acusación particular le asegura un nuevo asalto contra Galán en los tribunales. La parte societaria se antoja mucho más complicada. Pero ya no es imposible.
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