Silencio. Un sonido muy poco frecuente en una infraestructura como un aeropuerto pero que se repite diariamente en algunos de los que pueblan la geografía española. Instalaciones nacidas al calor de los caprichos políticos, de informes y estimaciones de tráficos notablemente infladas y con nulas o absurdas planificaciones. Ejemplos hay para dar y tomar: León, Logroño, Albacete, Burgos, Huesca… Las ridículas cifras de pasajeros que arrojan se han achacado en numerosas oportunidades a los efectos de la crisis. Pero en 2016 no hay excusa, la red de AENA va camino de pulverizar todos los registros y, en cambio, una decena de aeropuertos no llegan a 80 pasajeros diarios en la primera mitad del año.
La mayoría de los principales aeropuertos de la red están superando en estos meses las cifras que registraron en 2007, año en el que se registró el récord histórico de pasajeros. Durante el primer semestre de 2016, Barcelona El-Prat y Alicante han incrementado un 32% el número de usuarios en relación con el mismo periodo de aquel 2007. En Tenerife Sur y Málaga, el incremento se ha ido por encima del 19% y en Gran Canaria, a un 16,5%.
Un panorama radicalmente diferente presentan los aeropuertos con menor tráfico, cuya viabilidad y utilidad ha estado permanentemente en duda. Desde 2007, el número de pasajeros en el aeropuerto de Albacete se ha reducido más de un 93% y en el de Burgos, un 84%. Los descensos son también dramáticos para León (81%), Córdoba (70%) y Badajoz (68%).
Desde 2007, el número de pasajeros en el aeropuerto de Albacete se ha reducido más de un 93% y en el de Burgos, un 84%
Bien es cierto que 2007 fue un año especialmente positivo para el tráfico aeroportuario, cuando aún no habían empezado a manifestarse los primeros síntomas de la crisis. La cara tenebrosa fue 2009, cuando los efectos de la depresión golpearon con especial fuerza al sector. Pues bien, si se toma como referencia el primer semestre de 2009, el número de usuarios en Albacete cae un 92%; en Burgos, un 84%; en Léon, un 69%; en Badajoz, un 65%. Es decir, no se trata de la circunstancia coyuntural de un contexto económico especialmente complicado.
Sin la excusa de la crisis
En los seis primeros meses del año, el aeropuerto de León recibió una media de 76 pasajeros al día. La ampliación de la infraestructura, que costó 80 millones de euros del erario público, dejaba listas a sus instalaciones para albergar hasta 580 pasajeros cada hora.
Pero lo más dramático del aeropuerto de León es que, entre los ‘zombies’, es el que presenta unas cifras más elevadas. Por el de Badajoz pasaron 72 usuarios diarios entre enero y junio de 2016, el ejercicio llamado a superar todos los registros; por el de Salamanca, 54; por Agoncillo, la pista de Logroño cuya adecuación a la avición civil costó 15 millones de euros, 45 pasajeros. Y como siempre hay casos extremos entre los extremos, en el aeropuerto de Huesca-Pirineos hay más días que pasajeros: 88 usuarios en los primeros seis meses del año. Todo un hito para 40 millones de inversión.
En febrero de 2016, Vozpópuli informaba sobre la situación del aeropuerto de Burgos, después de que ninguna compañía se hubiera presentado al concurso para contratar una nueva operativa de vuelos. Aerolíneas como Air Nostrum decidieron dejar de operar en el aeropuerto ante la imposibilidad hacer rentables líneas como la que unía la capital burgalesa con Barcelona.
Nula planificación
Burgos es uno de los casos más extremos. En los primeros seis meses del año, la afluencia de usuarios diarios se situó en 11. De ahí que las sombras sobre un posible cierre de la instalación planeen desde hace tiempo. Y no es la única.
Obviamente, cualquier atisbo de rentabilidad en estos aeropuertos es una grotesca quimera. En la mayoría de las ocasiones, son producto de una inexistente planificación. El paradigma es Logroño. Su ubicación está a escasa distancia de otras dos pistas que tampoco se caracterizan precisamente por la elevada afluencia de pasajeros: Pamplona y Vitoria. En el primer semestre de 2007, recibió la visita de 138 pasajeros diarios, que se han quedado en 45 nueve años después. Pero es que a las pistas de su entorno no le ha ido mucho mejor. Vitoria pasó de más de 90.000 pasajeros en la primera mitad de 2007 a apenas 30.000 en el mismo periodo de 2016.
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