La riqueza bruta de las familias españolas ascendía en marzo de este año a 9,178 billones de euros, de acuerdo con los últimos datos facilitados por el Banco de España. De esta cifra, 6,293 billones de euros correspondían al valor de mercado de sus bienes inmobiliarios (básicamente, el valor de las viviendas en las que habitan), y el resto, 2,884 billones, al valor de los activos financieros en su poder.
El patrimonio de las familias se ha sustentado siempre en el sector inmobiliario. Los españoles han estado, están y estarán siempre convencidos de que la mejor inversión que se puede realizar en nuestro país es tener la propiedad de su residencia habitual. Es un bien, que salvo algunas excepciones, siempre acaba revalorizándose. No es de extrañar, por tanto, que el valor del conjunto de las viviendas habituales de las familias represente el 69% de su riqueza total.
El otro 31% de la riqueza de los españoles se distribuye entre diferentes activos financieros, aunque el efectivo, entendido como las cuentas corrientes o cuentas a la vista en la jerga financiera, y los depósitos bancarios a plazo son los favoritos para atraer el ahorro.
De acuerdo con los datos del Banco de España correspondientes al primer trimestre de este ejercicio, de los 2,884 billones de pesetas que los ciudadanos tienen invertidos en activos financieros, algo más de la tercera parte, concretamente el 36,85% del total, se encuentra en cuentas corrientes y depósitos a plazo: 1,063 billones de euros. El resto se reparte en participaciones en el capital de empresas, con 876.362 millones de euros (el 30,38%); participaciones en fondos de inversión, 462.097 millones (16,02%); derechos de pensiones, 186.639 millones (6,47%), y sistemas de seguros, 178.581 millones (6,19%).
Y es que, aunque con el paso del tiempo y la adquisición de más conocimientos financieros los hogares han diversificado algo más sus inversiones, el producto preferido de ahorro sigue siendo es más tradicional: las cuentas corrientes bancarias y los depósitos a plazo, que han evolucionado al come. A lo largo de los últimos veinte años, los tipos de interés de los depósitos bancarios a plazo se han movido entre un máximo del 5,041%, en octubre de 2008, y un mínimo del 0,017%, en septiembre de 2020. En la actualidad, las entidades financieras retribuyen el ahorro a un plazo inferior a un año al 2,629%, y a un periodo de entre uno y dos años, al 2,954%.
Hoy, con los datos del Banco de España correspondientes al mes de junio de este año, los hogares mantienen un saldo vivo de 157.366 millones de euros en depósitos a plazo, más del doble que la cantidad invertida en estos activos en abril de 2023: 75.093 millones de euros. Habría que remontarse a marzo de 2019 para encontrar tanto dinero guardado en depósitos a plazo.
En los seis primeros meses de 2024, las nuevas operaciones han supuesto una llegada a los depósitos a plazo de 90.164 millones de euros, un 67% más que el anotado entre enero y junio del pasado año. Si la comparación se realiza sobre el año 2022, el crecimiento se dispara casi un 300%, toda vez que en ese ejercicio las inyecciones de dinero ahorro a plazo apenas superaron los 23.000 millones.
La inversión en depósitos a plazo tocó suelo en octubre de 2022, cuando el saldo vivo se desplomó hasta 64.383 millones de euros, su nivel más bajo en la historia bancaria reciente. ¿Por qué? Desde el verano de 2008, cuando Lehman Brothers se declaró en quiebra, los tipos de interés del Banco Central Europeo (y por extensión, de la Reserva Federal de los Estados Unidos) emprendieron una desesperada carrera a la baja y pasaron del 4,25% de julio, al 2,50% en diciembre de ese mismo año y al 1% en mayo del año siguiente. Fue el preludio de lo que estaba por venir unos pocos años después, tras la crisis de la deuda soberana de los países del sur de Europa.
En marzo de 2016, Mario Draghi dejó el precio oficial del dinero en el 0%. El BCE empezó a regalar el dinero para evitar males mayores en la economía de la Eurozona. Los depósitos a plazo, que en agosto de 2013 habían alcanzado su esplendor y marcado máximo histórico, con 430.895 millones de euros, bajaron de 300.000 millones en junio de 2016; cayeron por debajo de 200.000 millones, en noviembre de 2017, y de 100.000 millones, en abril de 2021.
Estas cantidades de dinero no desaparecieron de la noche a la mañana, simplemente cambiaron de activo: la mayor parte volvió a las cuentas corrientes y el resto fue a parar a los fondos de inversión. En 2016, con el dinero gratis, el saldo vivo de las cuentas corrientes alcanzó 514.328 millones; en noviembre de 2017, superó los 570.000 millones de euros, y en abril de 2021 rozó los 828.000 millones. El cambio de la política monetaria llevado a cabo por el BCE en el verano de 2022 con su primera subida de tipos de interés desde 2011, impidió que el dinero guardado en cuentas corrientes rompiera la barrera del billón de euros: se quedó en 941.800 millones en diciembre de 2022.
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