Pese a las resistencias de la canciller Merkel, el mercado apuesta porque el BCE actúe pronto debido a la presión que soporta la periferia europea. Según los analistas consultados, por un lado, las entidades europeas más debilitadas están apurando sus reservas alojadas en el BCE. Por otro, las elecciones griegas provocarán en junio un recrudecimiento de las tensiones ante el miedo a una salida helena del euro. Y todo ello pondrá a prueba el pulso de Mario Draghi.
La banca del sur de Europa encara fuertes vencimientos de aquí a finales de año al tiempo que padece una huida de capitales y debe seguir financiando la deuda del Estado. En España, para colmo debe hacer frente a mayores provisiones; las reservas mantenidas en el BCE han caído en un solo mes desde los 80.000 a los 50.000 millones, y a ese ritmo difícilmente habrá suficientes recursos nacionales para cubrir los vencimientos del Reino de España en octubre por valor de 30.000 millones. Por si esto fuera poco, los rumores sobre las fugas de depósitos alimentadas por Grecia y Bankia han sembrado aún más incertidumbre.
Esta falta de confianza de los mercados se traduce en que los bancos no prestan y las economías reales se ven privadas de liquidez, en un proceso que agudiza las dinámicas recesivas. El mismo presidente del Parlamento Europeo, el germano Martin Schulz, ha denunciado esta situación explicando que no es sostenible que Alemania se financie prácticamente al cero por ciento a dos años mientras que otras economías pagan tipos de hasta el 6 por ciento. “Esto es una transferencia de rentas desde el sur de Europa al norte vía primas de riesgo”, sostiene Lorenzo Dávila, jefe de estudios del IEB.
Los expertos hispanos apuntan que Estados Unidos, Japón y Reino Unido registrarán cifras de déficit mayores que la española, pero nadie las cuestiona porque saben que el banco central siempre responderá imprimiendo billetes.
Los tipos a los que se viene financiando la economía todavía no son tan altos, pues tardan en trasladarse conforme se renuevan los préstamos. Y el BCE tampoco observa una inminente crisis de liquidez paneuropea. Así que Draghi se muestra reacio a lanzar más dinero si no es estrictamente necesario. Además, en su opinión la presión es buena para que los políticos tanto en Berlín como en la periferia tomen decisiones. Los teutones han de aceptar mayores niveles de integración fiscal; los otros tienen que avanzar aún más en las reformas y quizá ceder soberanía fiscal.
No obstante, después de 10 semanas sin que haya intervenido abiertamente, “es importante que los inversores sepan que el banco central está ahí vigilante, de otro modo esto se convierte en la historia de Pedro y el lobo y el BCE puede perder eficacia justo cuando se avecinan los comicios helenos”, afirma Soledad Pellón, estratega de Mercados de IG Markets.
El presidente de Goldman Sachs Asset Management, Jim O’Neill, también prevé una intervención del BCE para que calme la desconfianza respecto a España, sobre todo tras los importantes esfuerzos que el país está llevando a cabo.
En el caso extremo de que Grecia salga del euro, entonces el BCE tendría que emprender una acción masiva para cubrir a Irlanda, Portugal, España e Italia. Y todo ello podría acabar forzando a Merkel a dar unos pasos insospechados hacia la integración europea más pronto de lo que ella quisiera.
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