Mario Draghi pasará a la historia por salvar el euro con dinero fresco y tres palabras: "Whatever it takes". El 26 de julio de 2012, el político italiano, presidente entonces del Banco Central Europeo, aseguró que haría "lo que hiciera falta" para combatir la crisis financiera. Nueve años después, Draghi no se ha apeado de la cresta de la ola. Esta semana, Politico, la prestigiosa publicación estadounidense, le ha elegido como la "persona más poderosa de Europa".
Ni el presidente francés, Emmanuel Macron; ni el nuevo líder alemán, Olaf Scholz; ni siquiera la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, sobrepasan al italiano en términos de influencia. Politico recuerda su condición de "fantástico general sin tropas", a la vista de su sobrada capacidad para manejar un país en plena crisis sin vestir los colores de ningún partido. Igual de crítica es la situación que atraviesa España y no hay otra economía en la UE que presente más paralelismos con la italiana que la nuestra. Pedro Sánchez, sin embargo, no existe a ojos de Politico.
El presidente del Gobierno no ha reunido méritos suficientes para merecer un hueco en el ránking, que cuenta con 28 protagonistas. La suma de los errores propios y los méritos ajenos explica por qué Sánchez no brilla y Draghí sí. Mientras que las grandes expectativas sobre la recuperación española se desinflan, Italia emana buenas sensaciones. Es cierto que, a excepción de la tasa de paro, el país transalpino presenta hoy indicadores parejos a los de España. La gran diferencia, empero, estriba en la manera en que Draghi está gestionando el despegue de la economía.
El expresidente del BCE está aplicando la misma filosofía que tan bien le funcionó en Fráncfort. Desde el minuto uno de su mandato, jurado el pasado 13 de febrero, ha transmitido confianza con una doble promesa: hará lo necesario para reanimar la economía y, sobre todo, actuará con la mayor celeridad posible.
La suma de los errores propios y los méritos ajenos explica por qué Pedro Sánchez no brilla y Mario Draghí sí
Tras ponerse el traje de primer ministro, Draghi pasó rápidamente de las palabras a los hechos e inició un camino radicalmente distinto al que Pedro Sánchez ha dibujado para España. En primer lugar, aplicó una política mucho más expansiva. En abril, logró el apoyo del Parlamento -tanto o más complicado que el español- para aprobar una desviación presupuestaria de 40.000 millones. Esa partida tenía como gran objetivo agitar inmediatamente la actividad de hogares y empresas, sin esperar a la llegada de los millonarios fondos europeos.
En segundo lugar, elaboró unos Presupuestos para 2022 que incluyen una rebaja de impuestos de 8.000 millones de euros. Familias y empresarios se beneficiarán de reducciones en el IVA o del aplazamiento de incrementos tributarios previstos al plástico o el azúcar.
La tercera medida es la más contundente y la que más diferencias encierra respecto a España. Con el fin de que los fondos europeos circulen cuanto antes por la economía real, el Gobierno italiano ha tomado dos decisiones. Una: exprimir al máximo no sólo las ayudas directas, sino también todos los préstamos que la UE ha puesto a su disposición. Y dos: controlar a posteriori los proyectos financiados por los fondos comunitarios. Vayamos por partes.
Según un informe reciente de Bruegel, el 'think tank' que preside actualmente Jean-Claude Trichet, sólo siete países han solicitado préstamos, y tres de ellos han pedido toda la cantidad asignada. Se trata de Italia, Grecia y Rumanía (Portugal, Polonia, Eslovenia y Chipre aspiran a recibir entre el 16% y el 37%).
El Gobierno italiano ha pedido 122.800 millones en créditos, más 68.900 en ayudas a fondo perdido. La gran pretensión de Draghi es movilizar la mayor cantidad de dinero en el menor tiempo posible. Lograr que empresas y autónomos vean los fondos europeos como artillería a su alcance, no como balas de fogueo. Por la misma razón, el primer ministro ha preferido asumir el riesgo de entregar primero las ayudas y examinar después si los beneficiarios las merecían.
"El exceso de prudencia puede impedir aprovechar una ventana de oportunidad muy importante, probablemente única", alerta el economista jefe de un reputado servicio de estudios español. "Italia, al igual que Francia, no sólo está promoviendo proyectos de transformación, para cumplir con los requisitos de Bruselas. También moviliza inversiones que tienen un estímulo inmediato en el crecimiento", añade. Se pretende con ello que las empresas -y no el Estado- tiren cuanto antes de la locomotora.
La gran pretensión de Draghi es movilizar la mayor cantidad de dinero en el menor tiempo posible: lograr que las empresas vean los fondos como artillería a su alcance, no como balas de fogueo
Casi la quinta parte del dinero solicitado por Roma (34.550 millones, según Bruegel) irá a parar al sector del transporte y las infraestructuras. Las siguientes partidas, por orden de importancia, recaerán en la sanidad (12,4%) y la educación (12%). "El gasto en inversiones va a crecer con mucha fuerza, gracias a las buenas previsiones de demanda, en un escenario financiero favorable y con ayudas", indica la Comisión Europea en su informe de otoño sobre Italia.
Quienes siguen de cerca la tramitación de los fondos -en organismos económicos o en patronales- coinciden en que el reparto sectorial del dinero no es el factor decisivo. La clave es que el dinero llegue, de verdad, a los proyectos. Y aquí España sale muy mal parada. Desde agosto, el Gobierno no difunde datos desglosados sobre la ejecución real de los fondos. El último no invita, precisamente, al optimismo: 104 millones. Fuentes empresariales auguran que al cierre del año sólo se habrán usado unos pocos cientos de millones, de un total de 27.000 presupuestados.
El embotellamiento de las ayudas y la indefinición de muchos proyectos puede provocar lo que el director de coyuntura de Funcas, Raymond Torres, llama "proceso nini". Es decir, que el dinero europeo no conlleve "ni impulso ni transformación". De la capacidad del Gobierno para enderezar el rumbo dependerá que España siga o no a la cola de la recuperación en 2022. También que Pedro Sánchez figure, o pase desapercibido una vez más, en las listas de quienes de verdad influyen en Europa.
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