En la banca todo está inventado. Cuando los grandes bancos quieren forzar una nueva ronda de fusiones sólo tienen que apretar las tuercas en sus oficinas. Lo hizo Emilio Botín en 2010. Harto de un Banco de España incapaz de apretar las tuercas a las cajas, sacó al mercado un depósito al 4% que tensionó a sus rivales hasta provocar las primeras quiebras.
En los siguientes años la vía para poner contra las cuerdas a los competidores fueron las provisiones. Elevarlas y vender pisos con mayores descuentos –como ocurrió en Seseña- fue la forma de poner al descubierto a las entidades más débiles, como ocurrió con Banco Popular.
En el caso de Bankia, los tres principales banqueros –Emilio Botín, Francisco González e Isidro Fainé- participaron en las reuniones con Luis de Guindos que dieron como resultado la salida de Rodrigo Rato y la nacionalización del banco.
Guerra crediticia
Pasados unos años, la nueva fórmula para castigar a los más débiles es el crédito. Con los márgenes bajo mínimos por el euribor en negativo, los grandes bancos han visto una oportunidad de romper el mercado con hipotecas cada vez más bajas.
El mayor exponente de esta estrategia es BBVA, con una hipoteca a euribor más 0,89%, la más baja del sector. Santander no se queda lejos, con un euribor más 0,99%, que también ofrecen entidades como Bankinter, Liberbank y Kutxabank. Aun así, la vinculación exigida es clave en el cálculo de la rentabilidad para el banco.
Tensionar la primera línea de la cuenta de resultados –ingresos- es la fórmula de que al primer imprevisto que surja en provisiones las pequeñas entidades puedan entrar en pérdidas. O al menos no consigan nunca los estrictos objetivos de rentabilidad que está fijando el Banco Central Europeo (BCE) a las entidades.
Así lo ven desde varias entidades medianas consultadas por este medio. "Llevan años diciendo que los ‘enanitos’ vamos a tener que fusionarnos. Como ven que no ocurre por capital ni provisiones, ahora lo intentan por la vía del crédito", señalan desde una de las cajas medianas.
Unicaja y Liberbank se salvaron el año pasado de posibles fusiones gracias a salidas a bolsa, ventas de activos y ampliaciones
En efecto, el año pasado hubo dos grupos medianos que estuvieron en el foco del sector. El primero Unicaja, que consiguió una salida a bolsa 'in extremis' que le evitó tener que fusionarse. La entidad malagueña tenía que devolver las ayudas públicas recibidas por Banco Ceiss en forma de bonos convertibles (CoCos) por valor de más de 600 millones. De no haber conseguido salir a bolsa tendría que haberse fusionado. Llegó a hablar de esta posibilidad con Santander.
El segundo grupo bajo el foco fue Liberbank, en el que los inversores bajistas se fijaron tras la caída de Banco Popular, por sus bajas coberturas. Solucionó esta crisis con un plan triple de venta de participadas –la inmobiliaria-, el traspaso de una gran cartera a un fondo oportunista y una ampliación de capital.
El rol del Banco de España
El resto de entidades medianas –Abanca, Bankinter, Kutxabank e Ibercaja- llevan años apacibles sin que el mercado les meta en las quinielas corporativas, salvo las adquisiciones que está estudiando el grupo controlado por Juan Carlos Escotet.
El tiempo dirá si esta nueva estrategia de desgaste surte efecto. Las entidades medianas tienen otro enemigo en el horizonte: los reguladores, que tras malas experiencias del pasado prefieren concentrarse en pocas entidades. Aun así, siempre y cuando no metan la pata, los ‘enanitos’ tienen en su mano superar las adversidades.
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