El cambio de rumbo en la política económica española que pretende implementar el Gobierno de Pedro Sánchez, con un incremento del gasto social y un aumento de la recaudación fiscal, evoca el mismo viraje que inició el socialista Antonio Costa en Portugal en el año 2015.
Volviendo la vista a ese año se puede recordar su toma de posesión como primer ministro de Portugal, pues aunque no ganó las elecciones hizo historia al conseguir el apoyo de todas las formaciones políticas de la izquierda lusa. Hoy, dos años después, su gestión se utiliza para ejemplificar que se puede sacar a un país de la crisis, reducir su ratio de deuda y bajar el desempleo con políticas socialistas.
No obstante, el gigante bancario estadounidense Bank of America Merrill Lynch pone el foco en un informe sobre las principales diferencias entre España y Portugal que pueden estropear que la fórmula portuguesa funcione en esta parte de la península Ibérica.
Principales diferencias
En primer lugar aluden a la "complicada" aritmética parlamentaria de España, con un Congreso dividido y un Senado de mayoría Popular. La entidad pone en duda la capacidad del Gobierno de aprobar los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2019, ya que tendrá que conseguir el apoyo de los partidos nacionalistas.
También se mostraba preocupada a este respecto Carmen López, miembro de Analistas Financieros Internacionales, que explicaba a Vozpópuli tras la presentación de los PGE que si el Ejecutivo no consigue aprobarlos ni sacar adelante las leyes necesarias para aprobar las tasas de nueva creación (como la ‘tasa Google’ y la ‘tasa Tobin’) será muy difícil que se cumplan sus expectativas de ingresos fiscales.
Otro elemento diferencial con Portugal es la necesidad de negociación, que ha de ser mucho mayor en España por el elevado apoyo parlamentario con el que cuenta Podemos, en comparación con las fuerzas de izquierda con un respaldo más “marginal” que invistieron a Costa en Portugal, y que podrían inclinar las políticas hacia el espectro más alejado de la izquierda.
“Esto es particularmente importante cuando se trata de enmendar algunos de los desequilibrios del mercado laboral”, apuntan.
Más allá de las propias diferencias del país, también es distinto el océano macroeconómico en el que navega ahora España frente al que capeaba Portugal hace dos años.
El inicio del programa de Expansión Cuantitativa (QE) del Banco Central Europeo traía calma en el horizonte y unas cómodas condiciones de financiación para los lusos, mientras que ahora la política monetaria laxa está llegando a su fin y se avecinan marejadas de subidas de tipos de interés que complicarán el acceso a la financiación y encarecerán el pago de la deuda.
Todo ello “deja poco margen para experimentos políticos”, concluyen
Por último, Bank of America señala que Portugal inició su experimento cuando tenía ya hecha una gran parte de sus deberes de ajuste fiscal estructural, lo que supone una gran ventaja. Según la CE, a cierre de 2014 el déficit estructural portugués equivalía al 1,8% del PIB, mientras que ese indicador en España se mantenía en el 3% a cierre de 2017 y terminará este año en el nivel del 3,3%.
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