El trasvase de la política monetaria es desigual para las familias. El ritmo histórico en las subidas de los tipos de interés ha encarecido la concesión de hipotecas a niveles no vistos desde 2014, pero la rentabilidad de los depósitos no termina de despegar por la inapetencia de los grandes bancos. Tal es la diferencia que los nuevos créditos para comprar viviendas aplican un interés un 355% superior al que se ofrece para remunerar el pasivo de los hogares.
El Banco Central Europeo (BCE) ha subido el precio del dinero en 300 puntos básicos desde julio, un ritmo sin precedentes que se ha reflejado rápidamente en el precio de las hipotecas: han subido más de un 60% en cinco meses, con datos a cierre de 2022, los últimos disponibles en las estadísticas del Banco de España.
El tipo medio de interés TEDR, que equivale a la tasa anual equivalente TAE pero sin incluir todas las comisiones, de las nuevas hipotecas ha pasado del 1,8% de julio al 2,91% de diciembre, niveles máximos desde septiembre de 2014. Contrasta con el 0,64% que pagan de media por los depósitos las entidades, sobre todo las online y los bancos extranjeros para tratar de arañar cuota.
Las familias tampoco tienen muchas alternativas para afrontar la subida de las cuotas hipotecarias, que en algunos casos se encarecerán alrededor de 250 euros al mes si se revisan con el euribor actual (3,337% a cierre de enero). El crédito al consumo, al que se suele recurrir para sufragar gastos cotidianos, se ha encarecido y se convierte en una 'solución' cara para afrontar la pérdida de poder adquisitivo. El tipo medio, sin incluir comisiones, de un préstamo de entre uno y cinco años asciende al 7,85%, el nivel más alto desde enero de 2020, ante de que se declarara la pandemia por el Covid.
Los grandes bancos, como Santander, BBVA, CaixaBank y Sabadell, se resisten a entrar en una guerra de pasivo porque todavía no generan los suficientes beneficios en España como para ser rentables y ante la excesiva liquidez, como han justificado sus primeros ejecutivos.
Retraso para mejorar los beneficios
"Hay que poder generar capital y un margen financiero sostenible", defendió Ana Botín, presidenta de Banco Santander, para justificar el retraso en el pago por los depósitos. El margen de interés, que mide el negocio típico bancario, de los bancos españoles creció en 2022 desde el 10,9% declarado por Sabadell hasta el 30,4% de BBVA, sobre todo por el empuje de los tipos de interés.
Este margen refleja la diferencia entre los ingresos y los costes financieros, es decir, entre la rentabilidad del activo (los créditos, y préstamos que la entidad tiene en su balance, principalmente) y los intereses que paga el banco por los recursos que necesita para financiar ese activo (como los depósitos de la clientela y la financiación mayorista).
"La mayor revisión de los tipos de interés de los préstamos bancarios en comparación con los de los depósitos está respaldando el margen de intereses de los bancos a través de los mayores diferenciales préstamos-depósitos de las nuevas operaciones", constataba el BCE en su último boletín económico, en el que ponía de manifiesto que el retraso se explica para mejorar las ganancias del sector bancario, que en el caso español, se ha saldado con beneficios récords en la mayoría de las entidades.
Fervor por las letras
Los banqueros defienden en público que su estrategia no pasa por competir por captar depósitos, pero en privado reconocen el impacto que puede tener en la reputación del sector. De hecho, temen que el ala más dura del Gobierno empiece a poner el foco en los depósitos, como está haciendo ya con las subidas de las hipotecas. Sin ir más lejos, Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda, pidió la semana pasada congelar las hipotecas ante los beneficios récord de entidades como BBVA.
El apetito del ahorro ha saltado al debate público, con una imagen inédita desde hace décadas: colas de personas en varias sedes del Banco de España para comprar deuda pública, que ofrece rentabilidades cercanas al 3% para letras del Tesoro a 12 meses, el producto más comparable con un depósito tradicional. En la última subasta celebrada ayer, el Estado colocó unos 4.000 millones de euros en letras a un año, con un interés del 2,813%. Se trata de una rentabilidad ligeramente inferior (del 2,98%) de la subasta anterior, realizada a inicios de 2023.
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