La buena noticia es que la economía española esquivará la recesión. La mala, que nuestro país encara un nuevo año con un crecimiento escaso y una inflación aún muy elevada. Son las principales conclusiones del informe de previsiones que ha publicado este martes el Banco de España.
Según sus economistas, el PIB crecerá un 1,3% en 2023, una décima menos de lo apuntado en octubre. También han revisado a la baja la previsión de inflación. Siete décimas, en concreto. El recorte sería un indicador para celebrar de no ser por que la tasa queda establecida en un nivel peligrosamente alto: 4,9%. Y lo peor, para el bolsillo de los españoles, es que los precios seguirán caros durante un periodo prolongado.
“Es probable que las tasas de inflación permanezcan en niveles relativamente elevados varios trimestres”, señala el informe. Y todo “en un contexto en el que aún no se aprecian indicios de efectos de segunda ronda significativos a través de los salarios”, “ni de los márgenes empresariales en términos agregados”. Cualquier viraje en sentido contrario echaría más leña al fuego en la crisis inflacionaria.
El problema, desde hace tiempo, es que la escalada de los precios energéticos ha contaminado absolutamente toda la cesta de la compra. “Parece probable que las tasas de inflación subyacente se mantengan por encima del 2% durante un período prolongado”, advierten los economistas del Banco de España. Este indicador no incluye los alimentos frescos ni la energía, mucho más volátiles. Por eso, la inflación subyacente siempre tarda más en subir, pero también mucho más en bajar.
“La traslación de las fluctuaciones de los precios de las materias primas energéticas y no energéticas a los precios de producción y a los precios de consumo final se produce de forma gradual en el tiempo y requiere varios trimestres para completarse”, recuerda el informe.
Poco dinamismo y alta inflación
Los españoles tendrán que acostumbrarse a un periodo largo con poco dinamismo económico e inflación consistente. Según el Banco de España, 2023 arrancará con el mismo aspecto que acaba 2022: el de una economía que se desinfla, sin llegar al batacazo. Entre octubre y diciembre, el PIB crecerá un raquítico 0,1%. Un incremento pobre, pero que permitirá, si nada se tuerce, esquivar el próximo año la recesión.
“En España, el grado de dinamismo de la actividad económica en el tramo final del año habría sido similar al registrado durante el tercer trimestre”, indica el informe. “La atonía en el crecimiento económico español en el cuarto trimestre del año vendría explicada fundamentalmente por la elevada incertidumbre, el deterioro de la confianza de los agentes, las presiones inflacionistas y el endurecimiento de las condiciones financieras”.
Han contribuido a esquivar un bache más profundo “el continuado buen comportamiento del mercado laboral y por el impulso fiscal desplegado en los últimos meses”. También ha aportado combustible al PIB la producción industrial, que aguanta el tipo, “en parte, como consecuencia de atender la considerable cartera de pedidos pendientes que se acumuló durante las fases de mayor incidencia de los cuellos de botella en las cadenas globales de producción y suministro”.
Mucho peores son las perspectivas en torno al gasto de los hogares. “La debilidad del consumo es uno de los principales factores presentes detrás del modesto avance del PIB previsto para el cuarto trimestre”. Las familias van cerrando poco a poco el grifo del gasto, después del optimismo con el que acogieron el fin de las restricciones de la pandemia en la primera mitad el año. El Banco de España observa “cierta debilidad” del consumo, “relacionada, entre otros factores, con la pérdida de poder de compra que para las familias está suponiendo el acusado repunte de los precios y de los tipos de interés".
Los economistas al mando del gobernador, Pablo Hernández de Cos, apuntan otro dato a tener muy en cuenta: “la bolsa de ahorro acumulada durante la pandemia no estaría contribuyendo apenas a impulsar el gasto agregado de los hogares”; todo ello, además, "en un contexto de retroceso en los indicadores de confianza y de elevada incertidumbre”.
Si el consumo no tira, el empleo, la industria y las ayudas fiscales deberían mantener el pulso de la economía en el primer trimestre de 2022. El crecimiento será escaso pero, probablemente, positivo. En la segunda mitad del año, según el Banco de España, deberían contribuir a la mejora del PIB los fondos europeos. “Más allá del primer trimestre de 2023, a partir de la primavera, la actividad recobrará un dinamismo creciente, cuando se verá impulsada por la conjunción de diversos factores”, admiten los economistas.
Entre ellos, “el alivio gradual de las tensiones en los mercados de la energía y de las presiones inflacionistas”, “el despliegue continuado de los fondos vinculados al programa NGEU” y “la resolución paulatina de las distorsiones en las cadenas de aprovisionamiento global”.
A partir del 2023, la economía irá ganando músculo, pero muy lentamente. El Banco de España contempla tasas de crecimiento del PIB del 2,7% en 2024 y del 2,1% en 2025. La tasa de inflación descenderá al 3,6% en 2024 y al 1,8% en 2025. “Esta senda”, concluye el informe, “se verá muy condicionada por la trayectoria que los precios energéticos puedan seguir en los próximos trimestres”.
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