Economía

La división de la banca pone en peligro el banco malo empresarial pese al mandato de Guindos por relanzarlo

El futuro del 'Proyecto Fénix' está en el aire. Cada vez hay más entidades de la gran banca que sostienen que no es necesario crear un fondo específico. Las soluciones en Gam o Condesa han llevado a los bancos a replantearse la necesidad de un banco malo. Ante las disensiones, Economía vuelve a impulsarlo.

Siempre ha existido acuerdo en el fondo, en dar una solución a aquellas empresas viables pese a su alto volumen de endeudamiento. Para ello, el Gobierno cambió la ley concursal. Sin embargo, la banca continúa sin encontrar un consenso en la forma. Tras meses de negociaciones, el G6 bancario (Santander, BBVA, Caixabank, Bankia, Sabadell y Popular) se encuentra dividido por el futuro del banco malo empresarial, el rebautizado ‘Proyecto Fénix’. Incluso hay entidades que sostienen que ya no tiene sentido crear un vehículo, que englobe la deuda de las empresas en las que la banca tome el control, tras el esquema de trabajo articulado en las negociaciones con Gam, Condesa, Válvulas Arco y Ros Casares, las cuatro primeras firmas seleccionadas por la banca para participar de este proyecto. Desde Economía, Luis de Guindos intenta relanzar un proyecto que lleva meses enquistado en los despachos, incluso con voces críticas dentro del PP, en busca de otro éxito político que le ayude en sus aspiraciones europeas.

Bankia, la entidad impulsora del proyecto, se mantiene como la gran defensora de la creación de este banco malo. El banco nacionalizado argumenta en las reuniones técnicas la necesidad de crear una única estructura que gestione a aquellas empresas que pasen al control de la banca para que no distraiga a las entidades con el seguimiento de los planes de salvamiento. Este equipo de gestores independientes sería nombrado por el G6, una vez descartada la idea de dejar como máximos responsables del proyecto a N+1 y McKinsey, que tendrían únicamente un mero papel de asesores. “Sería replicar el modelo de Pescanova”, explican en el sector, donde la banca ha colocado a Jacobo González Robbato, ex del Popular, para liderar el plan de viabilidad de la empresa gallega.

Los altos ‘fee’ solicitados por ambas firmas, como adelantó Vozpópuli en abril pasado, son una de las causas por las que la banca les ha descartado como gestores. Pero además, algunas entidades (principalmente el Santander) querían sentirse libres durante el proceso de gestión para poder vender la empresa reestructurada si llega una oferta adecuada. “No se quiere estar atado a las directrices de un gestor externo a la banca que impida aceptar una oferta por una compañía en base a unos objetivos de rentabilidad futuro previstos en el plan”, explican fuentes conocedoras de las negociaciones.

Frente a Bankia, otro grupo de entidades, cada vez más numeroso, aboga por dar viabilidad a las empresas sin necesidad de crear un banco malo empresarial. Las reuniones de los últimos meses, para poner en marcha el proyecto, no han servido para concretar su estructura pero sí para establecer una estrategia de negociación con las empresas en problemas. Así, en cada empresa a reestructurar, el pool bancario presenta una única oferta, consensuada previamente entre todas las entidades, con un único banco interlocutor y el asesoramiento de N+1 y McKinsey. En estas primeras cuatro empresas, Bankia ha ejercido de interlocutor en las negociaciones con Ros Casares; BBVA, con Válvulas Arco; Santander, con Condesa y, finalmente, Sabadell ha negociado con Gam.

“Este trabajo previo hasta llegar a la solución se debe realizar en cada empresa por lo que no tiene mucho sentido crear después un vehículo”, sostienen, al menos, en tres grandes entidades. Con este sistema de trabajo, la banca ha llegado ya a sendos acuerdos para reestructurar las deudas de Gam y Condesa entrando en su capital, las dos entidades más viables de este primer paquete. En ambos casos, aún no está cerrado si el actual equipo gestor de ambas compañías liderará los programas de viabilidad monitorizados por la banca, o será reemplazado.

Más difícil parece el acuerdo con Válvulas Arco y Ros Casares. En el primer caso, la banca ha anunciado que no renovará en octubre las líneas de circulante de la empresa ante la amenaza de la familia Arco de liquidar la empresa antes de que la banca entrase en su capital. Esta semana está previsto un nuevo encuentro entre empresa y banca. Mientras, en el caso de Ros Casares, el consenso con la banca depende de que la empresa valenciana solucione el problema que tiene con el grupo Thyssen por una filial participada al 50% por ambas firmas. Precisamente, esta filial es la parte más viable de la empresa valenciana por lo que el devenir del acuerdo entre Ros Casares y Thyssen determinará su plan de viabilidad.

Complicada estructura societaria

La elección de estas primera cuatro empresas no es casual. La banca seleccionó a Gam, Condesa, Válvulas Arco y Ros Casares porque en todas ellas está representado el G6 a través de una deuda sindicada. De esta manera, se podía establecer, de forma sencilla, un método de cálculo de la participación de cada entidad en el futuro banco malo. El entramado societario, sin embargo, variará cada vez que una empresa formase parte del proyecto porque habrá que recalcular la participación de cada uno de los bancos en el vehículo en función del volumen de deuda que tuviese en la firma en cuestión.

Precisamente, este accionariado dinámico es uno de los grandes puntos en contra del Proyecto Midas. “Esta situación dificulta aún más su puesta en marcha porque lo hace muy difícil de gobernar”, confirman desde el sector. “Parece difícil que pudieran entrar empresas en las que no hubiera una presencia mayoritaria del G6. Y ese no es el sentido del cambio de la ley concursal, que busca darle solución a las empresas viables con independencia del número de grandes bancos implicados”, sostienen desde una entidad.

El futuro del Proyecto Midas depende de que la banca sea capaz de limar las actuales diferencias. Nadie se atreve a poner una fecha para su creación, en caso de que finalmente pueda ponerse en marcha. Los más optimistas hablan de principios del próximo año. Un nuevo retraso para un proyecto que, en sus orígenes, tenía previsto estar funcionando desde el pasado verano.

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