La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, reiteró este lunes en el Parlamento Europeo que la institución subirá los tipos de interés en julio y septiembre para lograr su objetivo de inflación, y que está comprometida con actuar frente al renovado riesgo de fragmentación en la eurozona. "Estas decisiones apuntalan nuestros compromisos previos de ajustar todos nuestros instrumentos dentro de nuestro mandato, incorporando flexiblidad, si está justificado, para asegurar que la inflación se estabiliza en nuestro objetivo del 2% a medio plazo", dijo en un debate con la comisión de Asuntos Económicos del Parlamento europeo.
El encuentro de Lagarde con los eurodiputados llega tras la decisión adoptada de urgencia la semana pasada de acelerar la creación de un instrumento para evitar la fragmentación financiera en la eurozona ante la escalada de las primas de riesgo de algunos Estados, de la que ya informó a los ministros de Economía y Finanzas el jueves pasado.
La presidenta del BCE señaló que el actual entorno de inflación, cuya tasa se situó en el 8,1% en mayo, "claramente plantea un desafío", por lo que en su reunión del 8 y 9 de junio el emisor de la eurozona decidió poner fin a sus compras de deuda el 1 de julio y subir los tipos de interés en 25 puntos básicos ese mismo mes.
Además, la institución espera aplicar un nuevo aumento de los tipos de interés en septiembre, cuya calibración dependerá de los datos a medio plazo y podría ser más elevado si las previsiones de inflación persisten o se deterioran. A partir de septiembre, el BCE anticipa que la senda de subidas de tipos continuará de forma "gradual" también en función de los datos, con el objetivo de llevar la inflación al 2%.
Lagarde añadió que, desde que comenzó el proceso de normalización de la política monetaria en diciembre de 2021, el BCE ha dicho que "actuará contra los renacientes riesgos de fragmentación" para preservar la buena transmisión de su política monetaria.
Por ello, recordó, el 15 de junio el Consejo de Gobierno decidió reinvertir los bonos adquiridos con el extinto programa de compra de deuda por la pandemia con "flexibilidad", así como encargar a sus servicios que aceleren la finalización de un nuevo instrumento anti-fragmentación.
Estas medidas, adoptadas de urgencia por el BCE, siguieron a un aumento del riesgo de la deuda soberana de algunos países de la perifieria de la eurozona la semana pasada tras el anuncio de las subidas de tipos en julio, que azuzó el miedo a una nueva crisis de deuda soberana similar a la que tuvo lugar hace una década en al área del euro.
Lagarde defendió que su actuación contra el riesgo de fragmentación en la eurozona está “en el centro mismo” del mandato del BCE, puesto que “la antifragmentación es una precondición” para la buena transmisión de la política monetaria en toda la eurozona que, a su vez, es esencial para la estabilidad de precios. “Si hay un riesgo de que no lo haga, es nuestro deber aplicar las herramientas con la flexibilidad y poder necesario para luchar contra el riesgo de fragmentación”, dijo.
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