Economía

Del error argelino al boicot francés: lo que España pierde por los errores del presidente

Los bandazos geoestratégicos han puesto en guardia al Elíseo. Macron está levantando barreras contra los intereses españoles y busca cómo sacar provecho del choque con Argelia

  • El presidente francés, Emmanuel Macron, y su homólogo argelino, Abdelmadjid Tebboune, el 27 de agosto en Argel. -

En geopolítica, cualquier decisión tiene efectos colaterales más o menos intensos. El desaire de José Luis Rodríguez Zapatero a la bandera estadounidense en 2003 provocó un enfriamiento de las relaciones con Washington que ha durado casi dos décadas. El tiempo dirá cuán dura y duradera será la crisis diplomática con Argelia. Pero lo ocurrido desde el giro promarroquí del pasado marzo permite visualizar la debilidad de España ante retos verdaderamente estratégicos. Y las carencias de un Gobierno con demasiadas aspiraciones, cuyo presidente se ha pasado de frenada. O de listo.

La organización de la Cumbre de la OTAN en Madrid fue un éxito. Como lo ha sido la excepción ibérica, que permite a España y Portugal beneficiarse temporalmente de un límite a los precios del gas. El error argelino, sin embargo, emerge a la hora de explicar por qué Francia está ninguneando descaradamente a España. O por qué una empresa estratégica para España como Naturgy puede sufrir lo insufrible si Argel decide elevar la tensión. Vayamos por partes.

Fuentes próximas a la compañía gasista aseguran que la relación entre el presidente de Sonatracht, Toufik Hakkar, y el de Naturgy, Francisco Reynés, está congelada desde hace seis meses. Donde antes había una relación fluida ahora sólo existe silencio, más la amenaza permanente de que el consorcio estatal argelino encarezca el precio del gas, reduzca el suministro o acorte la duración del contrato.

La dirección de Sonatrach lleva semanas negociando la renovación con la seguridad que otorga tener la sartén por el mango. Hay otros países, como Italia, llamando a la puerta de Argel. Mario Draghi llegó a reunirse cuatro veces con el presidente argelino, Abdelmadjid Tebboune, desde que estalló la guerra de Ucrania y Pedro Sánchez se convirtió en un mandatario poco querido en el país magrebí. 

La incertidumbre sobre el gas argelino, una buena vía tradicional de negocio para Naturgy, está generando nerviosismo entre los accionistas del grupo. Hasta el punto de que GIP, dueño del 20% del capital, ha sondeado el interés del mercado por su participación. Fuentes conocedoras del movimiento aseguran que el fondo que lidera el nigeriano Adebayo Ogunlesi estaría “en posición vendedora”.

A la espera de los acontecimientos, Emmanuel Macron ya ha efectuado un acercamiento estratégico a Argelia, firmando (el pasado 28 de agosto) un acuerdo con Tebboune que certifica una "nueva dinámica irreversible" en las relaciones entre ambos países. Y, por supuesto, sigue obstaculizando la apuesta española por el MidCat.

Crecido por la concesión de la UE con la excepción ibérica, Sánchez puso sobre la mesa la propuesta del tubo. Se trata de un antiguo proyecto para transportar gas desde la Península Ibérica (que cuenta con siete plantas regasificadoras), al norte de Europa (muy dependiente del gas ruso). 

El error argelino emerge a la hora de explicar por qué Francia está ninguneando descaradamente a España

El presidente del Gobierno cometió tres errores. El primero, pensar que España tiene más capacidad de influencia en Europa de la que realmente posee. El segundo, confiar en que Alemania haría valer su poderío para convencer a Bruselas de la necesidad de financiar el MidCat. Y el tercero, desdeñar la reacción del Gobierno francés, que no tiene nada que ganar y bastantes cosas que perder con el proyecto. 

Francia afronta en mejores condiciones la crisis del gas ruso gracias a la independencia que le proporciona su parque de centrales nucleares. El MidCat sólo le generaría dolores de cabeza, por el coste de las obras (cofinanciadas por la UE) y la posible oposición de colectivos ecologistas. Y lo más importante, el proyecto no sólo ayudaría a la locomotora alemana, sino que convertiría a España y a sus grandes empresas en actores decisivos del mercado energético comunitario. 

Macron no se ha limitado a poner palos en las ruedas del MidCat. No es casual que la primera ministra francesa, Élisabeth Borne, acompañada por un séquito de ministros del área económica, expusiera este miércoles un panorama energético para Francia en el que nuestro país, literalmente, no existe. Lo contaba el viernes 'El Periódico de la Energía'. Borne mostraba una infografía con los intercambios de energía y los socios que pueden aportar algo al Estado francés. En el mapa figuraban Alemania e Italia, pero no España

España Alemania Sánchez Scholz
El canciller alemán, Olaf Scholz, junto a Pedro Sanchez en Berlín.EP

Es evidente que el intento de alineamiento de Sánchez con Alemania no ha sentado bien en el Elíseo. El problema, para el presidente español, es que el canciller Olaf Scholz no ha respondido con el ímpetu que esperaba Moncloa. Básicamente, porque el MidCat es una apuesta a medio y largo plazo, y Alemania tiene un grave problema de suministro a corto

Además del ninguneo de París, el Gobierno ha tenido que encajar esta semana la corrección de Bruselas a su impuesto energético. En vista de la “contribución” que ha propuesto la Comisión, podría afirmarse que Sánchez y su ministra de Hacienda, María Jesús Montero, no iban en tan mala dirección, al plantear un límite de los beneficios extraordinarios cosechados por algunas empresas. 

Sin embargo, al presidente le fallaron las formas. No sólo eludió el diálogo con los afectados y con las autoridades comunitarias, si no que aprovechó para poner en el disparadero a los empresarios, con la intención de captar no sólo su dinero, sino también el voto de los estratos sociales más castigados por la crisis. Las decisiones importantes pueden acarrear daños colaterales. El problema es cuando no los sufre sólo quien las ejecuta, sino el conjunto del país. 

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