Economía

La rebelión de los inquilinos y otros "brotes marrones" que emergen con la Dana

Las consecuencias económicas de la tragedia se suman a otros indicadores que amenazan la hoja de ruta económica del Gobierno hasta las elecciones

Antes de que la Dana se llevara por delante cientos de vidas y parte del tejido productivo valenciano, Moncloa ya tenía identificados algunos "brotes marrones" en la economía. Un conjunto de señales con potencial de convertirse en serias amenazas para la hoja de ruta que el Gobierno se ha marcado hasta las elecciones. 

La resistencia del mercado laboral -por la contención de los salarios y la incorporación de mano de obra extranjera- y el maná de los fondos europeos han mantenido hasta ahora la velocidad de crucero del PIB. Y el equipo económico de Pedro Sánchez confiaba en que la inercia sería suficiente para llegar con holgura a los próximos comicios generales. La riada mortal de la Comunidad Valenciana emerge ahora como riesgo añadido. 

La Dana introduce factores que Moncloa no incluía en su ecuación. De entrada, hay uno difícil de medir: el nivel de hartazgo de la población, que es la que consume, la que invierte... y la que vota. El estado de ánimo ya estaba trastocado. Particularmente, en el estrato más joven del electorado, que sufre con mayor intensidad el problema monumental de la vivienda. Algunos asesores políticos vienen advirtiendo en privado del riesgo de 'rebelión'. "No es sencillo de organizar, pero no por ello es descartable que se formen movimientos tipo 15-M, jóvenes con chalecos como los de Francia que salgan a la calle, movilizaciones de inquilinos que se nieguen a pagar el alquiler", recuerda uno de esos analistas. 

El tema genera pánico en la sala de máquinas de Moncloa, donde operan los 'fontaneros' de Sánchez. La escasez de vivienda y su consecuencia directa (la escalada de los precios de venta y del alquiler) es uno de los "brotes marrones" que más preocupan a la coalición. Los últimos cálculos oficiales del INE arrojaron una cifra espeluznante en el segundo trimestre: la vivienda se disparó un 11,2%, la cifra más alta desde el 'boom' de 2007. La tendencia ha continuado en los últimos meses. Los pronósticos de portales inmobiliarios como Idealista o Fotocasa se mueven entre el 8,7% y el 9,5% en el tercer trimestre. 

Atonía de la inversión

Menos visible pero igualmente alarmante es la atonía de la inversión. Según el INE, su principal indicador (formación bruta de capital fijo) retrocedió un 1,8% en el segundo trimestre. Es otro "brote marrón" en toda regla, ya que implica que la inversión vuelve a caer por debajo de los niveles previos a la pandemia. Que la economía siga creciendo de forma paralela (un 0,8%) sólo tiene una explicación: el consumo público está actuando como combustible del PIB. 

El director de Coyuntura Económica de Funcas, Raymond Torres, realiza una reflexión clarividente en su último artículo, publicado en el blog del 'think tank'. "El déficit de inversión en equipamiento y en mejoras productivas es una limitación de más calado", escribe el economista. "El comportamiento de esta variable clave sigue marcado por la debilidad, algo sorprendente teniendo en cuenta la situación relativamente saneada de las cuentas de las empresas, la disponibilidad de abundantes fondos europeos y la entrada de capital extranjero". 

Lo que sorprende a los economistas es que la falta de apetito inversor se produzca en un momento en que sobran -literalmente- fondos europeos. El último recuento efectuado por el equipo de LLYC indica que, hasta el tercer trimestre, se habían comprometido 10.454 millones de euros. La cifra es un 38% inferior al del año anterior.

Tras la debilidad de la inversión también hay factores tan determinantes como el choque que el Gobierno ha propiciado con las grandes empresas. La amenaza de imponer un 'impuestazo' permanente se ha materializado en el caso de la banca y ha decaído por la mínima en el de las energéticas. La polémica ha generado un peligroso caldo de cultivo, que desagrada sobremanera a quienes tiene que tomar decisiones de inversión en España. 

El ejemplo más paradigmático es el de Repsol, una de las grandes corporaciones industriales del país, que ya se ha llevado un proyecto de energías renovables a Portugal. La compañía que dirige Josu Jon Imaz ya anunció que mantenía sus inversiones en revisión, en vista de los riesgos regulatorios. Su competidor más directo, Moeve (antigua Cepsa) también vinculó su ritmo inversor a la retirada del polémico impuestazo a las energéticas.

Impacto en el crédito

Aunque el impuestazo energético ha decaído finalmente, España seguirá percibiéndose como un destino de riesgo por los vandazos políticos. No hay que olvidar que el 'rejonazo' a la banca permanece intacto, en contra del criterio del Banco Central Europeo (BCE), que siempre ha atisbado riesgos para el crédito. Casualidad o no (lo hemos contado en Vozpópuli), los préstamos han caído un 40% desde que se implantó, a finales de 2022.

La fluidez del crédito y el horizonte impositivo son, precisamente, indispensables para el funcionamiento de las pymes, que copan la inmensa mayoría del tejido empresarial nacional. En el caso de la Comunidad Valenciana, son esas pequeñas y medianas empresas las que más sufrirán el golpe devastador de la Dana. La onda expansiva la sufrirán pymes de otros territorios, por su rol de proveedores o de clientes. Otro "brote marrón" inexistente hasta hace una semana y muy difícil de medir. 

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