De poco importa esa suerte de luna de miel que en la actualidad se vive en Bruselas con España, alumno ejemplar de las reformas casualmente semanas antes de las elecciones europeas. La Comisión Europea metió este lunes un rejón al Ejecutivo español recordándole que la previsión de déficit público se desvía hasta el 6,1 por ciento en 2015, muy por encima del 4,2 marcado como objetivo para esas fechas.
¿Y cómo hay que interpretar este hecho? Pues en la jerga de informes y medias palabras Made in Brussels no es más que un toque de atención por la reforma tributaria. Las autoridades europeas llevan tiempo presionando a Montoro para que adopte una reforma fiscal completa y en profundidad. Pero por todo lo que oyen procedente de Hacienda ni va a ser completa ni va a ser profunda. Por el momento, tan sólo se ciñe a una rebaja de impuestos con claros tintes electoralistas.
El documento elaborado por los expertos gustó mucho en las altas instancias europeas. Planteado como una rebaja de IRPF, Sociedades y cotizaciones que se compensaría con la eliminación de desgravaciones y las alzas de IVA, verdes, especiales e IBI, la propuesta básicamente busca reorientar los impuestos para que sean más eficientes y favorezcan la actividad.
Bruselas exige una rebaja de cotizaciones a cambio de subir el IVA. Pero Montoro se resiste como gato panza arriba.
En Bruselas se insiste sobre todo en la llamada devaluación fiscal, que sustituye recortes de cotizaciones por subidas de IVA al objeto de penalizar menos el trabajo y gravar más el consumo y las importaciones. O dicho mal y pronto, sería como si rebajásemos los salarios al tiempo que ponemos un arancel a los productos de fuera. El efecto neto consistiría en una ganancia de competitividad sin tener que bajar aún más los sueldos.
Es más, siempre que haya un régimen normal de competencia, para no quedarse rezagadas respecto a sus rivales, buena parte de las empresas trasladarían esta reducción de cotizaciones a los precios o la inversión, lo que a su vez acabaría fomentando la creación de puestos de trabajo. En definitiva, se trata de una terapia de choque a favor de la competitividad y el empleo, igual que la que va a aplicar Francia recortando 50.000 millones de gastos a la vez que rebajan las cotizaciones en 30.000 millones.
Sin embargo, Montoro no cree demasiado en estas fórmulas y se niega a tocar mucho más los impuestos. El ministro alega que si se da otra vuelta de tuerca al IVA se corre el riesgo de disparar el fraude. Los experimentos con gaseosa, no con la caja de ingresos del Estado. Y además los técnicos de Hacienda sostienen que no hace falta subir más figuras tributarias, ya que en los últimos meses ha dado un espectacular vuelco al alza la llamada elasticidad de los impuestos, traducido al cristiano lo que se ingresa de más por cada punto que se crece.
En la cabeza del ministro, sencillamente se trata de ganar tiempo hasta que las ganancias en competitividad y la ralentización de los ajustes públicos devuelvan pronto un crecimiento con el que se podría recaudar más sin tener que meter mano de nuevo a la fiscalidad.
Pero la Comisión aprieta. Quiere una devaluación fiscal y que la reforma tributaria asegure una mayor recaudación en 2015, un hecho que todavía no ve nada claro. De ahí que en su Programa de Estabilidad enviado el pasado miércoles a Bruselas el Gobierno se defienda con uñas y dientes. Por un lado, razona que basta con congelar el gasto para que el crecimiento del PIB acabe con el desfase presupuestario. Por otro, insiste en que ya está llevando a cabo un reequilibrio de los impuestos equivalente a la devaluación fiscal, pues ya ha establecido una tarifa plana de cotización y durante los últimos dos años ya ha tenido que subir IVA, verdes y especiales.
Se abre un periodo de tira y afloja en el que el Gabinete de Rajoy tendrá que argumentar que puede ajustar el gasto y bajar impuestos al tiempo que las Administraciones marchan en tromba hacia una carrera electoral.
Guindos afirma que creceremos más que la media europea. Sin embargo, esas estimaciones de la Comisión no incluyen los ajustes que habrá que hacer en 2015 y sus consecuencias sobre el PIB
Entretanto, el Gobierno se aferra a las perspectivas de crecimiento y enarbola como triunfos indicadores de consumo eléctrico, ventas de turismos o de bienes duraderos. El propio Guindos quiso este lunes quitar hierro a las conclusiones de Bruselas y declaró que lo importante era que España crecería por encima de la media europea según las estimaciones de la Comisión.
No obstante, esta aseveración del titular de Economía también encierra truco. La proyección de un crecimiento del 2,1 por ciento para España en 2015 no incluye los ajustes necesarios para reconducir el déficit desde el 6,1 por ciento del PIB hasta el 4,2 por ciento. De tenerse en cuenta estos sacrificios, a razón de un multiplicador del 0,5 por ciento, el incremento del PIB en 2012 se situaría más cerca del 1,1 por ciento que del 2,1 por ciento.
Es decir, en cuanto se aplicasen los ajustes se frenarían dichas expectativas de crecimiento. Aunque en el Plan de Estabilización el Ejecutivo también responde a eso: “En circunstancias en las que la necesidad de correccion del déficit es importante y el estrés financiero desaparece, el tamaño de los multiplicadores decrece notablemente, hasta llegar a hacerse muy bajo o incluso negativo en un horizonte de 4 a 8 meses. En este contexto, los multiplicadores serían sensiblemente inferiores a los considerados durante el periodo de la recesión”. O dicho de otro modo, que los ajustes no tendrán un gran impacto sobre el crecimiento al mejorar la financiación y acabarse la recesión. El debate sobre qué puede ocurrir en 2015 sigue abierto.
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