Este verano las previsiones económicas de la Comisión Europea tardarán un poco más en llegar. No se han publicado a mediados de julio, como en años previos, sino que se actualizarán en septiembre. La Comisión quiere esperar a tener todos los datos posibles en un contexto de elevada incertidumbre económica y riesgo creciente de desaceleración en Europa. Hasta después del verano, por tanto, no se conocerá su diagnóstico sobre la 'salud' de la economía española, que ha sufrido en el segundo trimestre un avance del PIB inferior al esperado (0,4%).
La cautela del Ejecutivo comunitario choca con el optimismo del Fondo Monetario Internacional (FMI). El organismo que dirige Kristalina Gueorgieva ha revisado un punto al alza esta semana su estimación de crecimiento para España. El FMI considera que nuestra economía tiene potencial suficiente para cerrar 2023 con un crecimiento del 2,5%. Ningún otro país desarrollado crecerá más este año, a ojos del Fondo. Un hecho que Génova ha celebrado con júbilo estos días. El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, no tardó en sacar pecho en su cuenta de Twitter tras conocer el informe del FMI.
Desde Bruselas explican que publicar las previsiones intermedias de verano en la primera quincena de septiembre, en lugar de en julio, permitirá a la Dirección General de Asuntos Económicos y Financieros de la Comisión incluir varios datos clave que se publicarán en estos dos meses, como el PIB provisional de Eurostat para el segundo trimestre y el IPC de agosto.
"La inclusión de estos datos adicionales aumentará el valor añadido de las previsiones intermedias de verano, proporcionando una imagen más precisa de la situación y las perspectivas económicas de cara al otoño", informan. Bruselas debe realizar proyecciones de forma agregada para la Unión Europea y la Eurozona, pero también para las seis mayores economías de la UE.
Fuentes expertas consultadas por Vozpópuli explican que la Comisión se enfrenta a dos problemáticas a la hora de hacer sus próximas predicciones macroeconómicas. La primera es que se observan indicadores con diferentes signos (algunos que siguen creciendo y otros, en desaceleración o contracción), lo que suele apuntar a un mayor riesgo de cambio cíclico.
Además, a la debilidad de algunos indicadores (como los de actividad y crédito) se suma el hecho de que la subida de tipos en la Eurozona aún no ha terminado, y esto tendrá efectos contractivos en la actividad económica. El Banco Central Europeo (BCE) se dispone a aumentar otra vez los tipos de interés en su reunión de política monetaria del próximo jueves, 27 de julio.
La próxima reunión será ya en septiembre, donde el mercado descuenta que el Eurobanco vuelva a subir los tipos otros 25 puntos básicos, aunque empiezan a surgir voces dentro del consejo de gobierno del BCE, donde se toman las decisiones de política monetaria, que ponen en duda el camino agresivo. Incluso desde los considerados halcones, aquellos que priorizan la lucha de precios por encima de los riesgos para la economía.
En esta línea, Gregorio Izquierdo, director general del Instituto de Estudios Económicos (IEE), apunta que "una posible explicación del retraso puede ser el cambio cíclico coyuntural, el elevado nivel de contingencia e incertidumbre de las previsiones en este contexto y la necesidad de incorporar en las previsiones el nivel en el cual se sitúe la política monetaria del BCE, porque en función de ello el crecimiento del año será distinto".
Asimismo, "al retrasar su previsión, la Comisión evita la responsabilidad de arrojar una previsión macroeconómica más positiva de lo que finalmente puede ser, lo que podría condicionar una mayor tensión en la política monetaria cuando esta no fuera necesaria en la medida en que la economía europea estuviera ya en una senda muy clara de desaceleración económica", añade Izquierdo.
En definitiva, con este plazo adicional de dos meses que se ha dado la Comisión, podrá observar la evolución más reciente de la economía antes de anticipar o no reconocer un cambio de ciclo, y alinear así sus perspectivas en mayor medida con la actuación del BCE. Como consecuencia, las previsiones intermedias de verano se aproximarán en el tiempo a las completas, que Bruselas suele publicar en noviembre.
Las debilidades más recientes
Con Alemania, principal potencia de la UE, en recesión técnica; la ralentización económica en China (que perjudica a las exportaciones de la Eurozona); y una subida de tipos que todavía no se da por finalizada y que aún tampoco se ha trasladado totalmente a las hipotecas de las familias y a los créditos de las empresas, los analistas empiezan a descontar ya un cuarto trimestre con signo negativo en la Eurozona.
En España se esperaba una revisión al alza del crecimiento del PIB previsto para 2023, que Bruselas situó en mayo en el 1,9%. El motivo no es la marcha actual de la economía, sino la pasada. Tras la publicación de ese informe, el Instituto Nacional de Estadística (INE) ha revisado al alza el crecimiento del PIB a finales de 2022 y principios de 2023, lo que automáticamente elevaría en varias décimas los cálculos de la Comisión.
Sin embargo, desde primavera algunos datos apuntan ya en otra dirección. Esta misma semana, el INE publicó los datos de facturación de empresas, un indicador que arroja dos tasas interanuales negativas consecutivas. Asimismo, los datos de créditos a empresas y familias registraron caídas de hasta el 3% en mayo. A la vez, el ritmo de caída de la actividad del sector manufacturero de España se aceleró durante el pasado mes de mayo, según el índice de gerentes de compra (PMI).
La duda que puede tener ahora la Comisión Europea y el resto de analistas económicos es si esas debilidades se van a intensificar en los próximos meses. Y para saberlo, lo mejor es esperar a tener más información.
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