Lo dice sin dudarlo el presidente de un banco español: "Pablo Hernández de Cos reúne las mejores condiciones para ser el primer presidente que coloca España en el Banco Central Europeo (BCE)". El financiero se refiere 'en off' al gobernador que pilota el Banco de España desde 2018: un economista madrileño de 51 años, con una trayectoria intachable y víctima, desde hace días, de una ráfaga de dardos procedente de La Moncloa.
Quienes se mueven en el entorno del gobernador lo veían venir hace meses. Justo desde el momento en que el Gobierno comenzó a intensificar sus críticas contra organismos independientes que pregonan verdades incómodas. El primero fue el Instituto Nacional de Estadística (INE), que se atrevió a rebajar drásticamente las previsiones económicas de Moncloa en 2021. "Veremos quién es el siguiente, aunque la pieza final, la más codiciada, es el Banco de España", aseguraba en febrero a Vozpópuli un economista bien conectado con la institución.
El pronóstico era acertado, en vista de lo que ha acontecido en apenas un mes. La publicación del Informe Anual del Banco de España, hace dos semanas, rompió el dique de contención y las críticas veladas se hicieron pública y airadas. El documento cargaba contra la indexación de todas las pensiones al IPC en plena escalada inflacionaria, cuestionaba la efectividad de los descuentos a los carburantes y criticaba la caída de la productividad. Entre otras muchas cosas.
Por si quedaba alguna duda, el gobernador remató la jugada en su comparecencia de este miércoles. En el Congreso de los Diputados habló por primera vez de la amenaza de estanflación (crecimiento nulo o escaso con la inflación disparada) y del impacto que la reforma laboral puede tener en la creación de empleo.
A ojos del Gobierno, el Banco de España lleva tiempo pisando charcos. Por eso, Yolanda Díaz y José Luis Escrivá han dejado de morderse la lengua. El ministro de Inclusión y Seguridad Social dejó boquiabiertos a propios y extraños al criticar "la falta de sofisticación" de los análisis que elabora la institución. La vicepresidenta segunda fue más allá al denunciar el "profundo desconocimiento" de Hernández de Cos sobre la realidad del mercado laboral. "El gobernador del Banco de España vierte opiniones sobre asuntos que no son de su competencia", remató.
La campaña monclovita está activa y ahora toca esperar y ver qué ministro será el próximo en verter dudas. Una estrategia peligrosa para la salud del sistema, habida cuenta de que la independencia del Banco de España y su plantilla siempre ha estado blindada ante las andanadas de políticos con poco sentido de Estado.
El presente encierra demasiados precedentes para empeorar los pronósticos. Nadia Calviño o María Jesús Montero han cuestionado las mediciones del INE. Y el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, arregló el escándalo de Pegasus manchando la imagen de otra institución clave, el CNI. Que se lo digan a su exdirectora, Paz Esteban, que pagó con su cabeza una factura que no le correspondía.
Sólo el fin de la guerra puede contribuir a destensar la cuerda, evitando que un alto cargo con la proyección de Hernández de Cos salga malparado del fuego cruzado. "Es cierto que ahora el calendario no es favorable, con Luis de Guindos en la vicepresidencia del BCE", reflexiona el mismo banquero. "Pero Pablo es joven, tiene una conexión magnífica con Lagarde o Draghi, está bien considerado en Europa y, sobre todo, conoce al dedillo cómo funciona Fráncfort".
El gobernador no es político ni tiene ambiciones de serlo. Por ello, precisamente, tiene ganado el respeto interno en sus filas, y el apoyo externo de Fráncfort y la alta clase bancaria. Hernández de Cos tuvo su primera nómina pública del Banco de España en 1997. En el edificio vetusto de la plaza madrileña de Cibeles ha desarrollado toda su carrera, con un paréntesis de tres años (entre 2004 y 2007) para asesorar al consejo ejecutivo del BCE.
El salto clave lo dio en 2015, cuando sustituyó a Luis Malo de Molina, toda una institución en la casa, por ser el alto funcionario que lideró durante dos décadas la Dirección General de Economía y Estadística. Es el cuerpo de élite del Banco de España, el plantel de analistas que elaboran los pronósticos y los informes que están poniendo en duda estos días Díaz o Escrivá.
El gobernador no es político ni tiene ambiciones de serlo. Por ello, precisamente, tiene ganado el respeto interno en sus filas, y el apoyo externo de Fráncfort y la alta clase bancaria
Hernández de Cos llevó la batuta en el departamento tres años, hasta que en mayo de 2018 se mudó al despacho con mejores vistas del edificio, el de gobernador. Lo ocupará hasta 2024, cuando expira su mandato. Dejará un hueco que empieza a inquietar ya a algunos banqueros. PSOE y PP, en teoría, deberían pactar quién le sustituye. Pero las conversaciones para buscar sustituto deberían arrancar a finales del próximo año; es decir, poco antes de las elecciones generales (siempre que no haya un adelanto), con los riesgos que eso implica: las tentaciones de Sánchez de colocar a un 'simpatizante' serán tan grandes como la temperatura que alcanzará el choque entre socialistas y populares de cara a los comicios.
La carrera del BCE
A Hernández de Cos, paralelamente, le quedará el camino despejado para seguir ganando enteros en Fráncfort. El 1 de 2026 caduca el mandato no renovable de Luis de Guindos, otro español que supo alejarse de un país en llamas para convertirse en uno de los funcionarios más respetados de Europa. Un año después expirará el de Christine Lagarde, quien sustituyó a 'Súper Mario' Draghi en noviembre de 2019.
Un lustro es demasiado tiempo para los políticos que miran el futuro con luces cortas y las encuestas en el retrovisor. Pero no tanto para los altos funcionarios con aspiraciones que trabajan, de verdad, por el bien común. Y el gobernador, a juzgar por lo que cuentan en privado los banqueros, puede presumir, aunque nunca lo hará, de eso mismo.
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