"La subida de tipos está a la vuelta de la esquina, está ahí. Pero el problema está en que cuando te acercas, se va corriendo a la otra esquina más lejana". Así bromeaba uno de los primeros espada de la banca española con la situación actual que atraviesa el sector, provocada por las decisiones 'dovish' que ha tomado el presidente del Banco Central Europeo (BCE) Mario Draghi durante todo su mandato, y especialmente desde el pasado verano.
Los tipos negativos son un quebradero de cabeza, es evidente. Pero la facilidad de depósito, que se sitúa desde 2014 en el -0,4%, comienza a ser la verdadera soga que asfixia a la banca, y el BCE lo sabe. Es por eso que su discurso ha cambiado durante este último mes.
El vicepresidente del supervisor europeo, Luis de Guindos, reconoció que se está analizando si los bancos necesitan algún tipo de compensación por los tipos negativos impuestos. Nada más decir esas palabras, como si del mismo 'mago Draghi' se tratara, el mercado brindó un nuevo subidón en la cotización de la banca. Otra prueba de que los inversores demandan aflojar la cuerda.
Los banqueros no han querido dejar pasar la oportunidad y han comenzado a hacer 'lobby' a favor de medidas más laxas para el sector
Los banqueros no han querido dejar pasar la oportunidad y han comenzado a hacer 'lobby' a favor de medidas más laxas para el sector. Ana Botín, Gonzalo Gortázar y Josep Oliu han aprovechado sus apariciones públicas para dar su opinión, favorables, las tres, a un respiro en la regulación y en una nueva alternativa a los tipos negativos, que también reconocen que se quedarán por más tiempo.
El desempeño de la economía de la eurozona está vinculado a la salud de su sistema bancario, que proporciona las tres cuartas partes parte de la financiación corporativa y el 90% de la financiación a hogares.
Una dependencia tan grande de los bancos significa que es probable que la economía de la eurozona se estanque a menos que sus bancos puedan crear balances sólidos, obtener un rendimiento de capital competitivos y generar el capital adecuado para asumir el riesgo crediticio, explica el Deutsche Bank en un informe.
Tres niveles de presión a la banca
La rentabilidad de los bancos europeos está siendo presionada en tres niveles: el primero es a los bancos más fuertes con depósitos de excedentes, que están siendo gravados por una política sin precedentes de depósitos negativos.
Cuando se decidió este cambio de tendencia se quería obligar a la banca a otorgar más crédito, lo que incentivaría a las empresas. Y ha funcionado, en parte. Pero el peaje que han tenido que pagar por una solución a medias ha sido de 8.000 millones de euros al año, frente a los 40.000 millones de beneficio que se lleva la banca americana con los tipos en positivos.
En el segundo estadio están los bancos de algunos países periféricos, que dependen en gran medida de la financiación directa a largo plazo de préstamos del BCE y siguen cargados con una gran cantidad de préstamos no rentables. Por último, los bancos de la eurozona, que tienen que hacer frente a una regulación que cambia muy rápido.
Temor en el mercado
Además, esta tasa negativa prolongada ha provocado cierto temor en el mercado, que ha terminado por socavar la confianza de los inversores y ahorradores, explica el Deutsche Bank.
"Los tipos negativos no han logrado restaurar el crecimiento sostenible de la eurozona, aun cuando han sido reforzadas por el volumen de compras de activos históricamente sin precedentes del BCE y sus préstamos directos masivos dirigidos a bancos más débiles", explica el informe.
El rápido deterioro de las expectativas de crecimiento para la zona euro está provocando que Europa comience a plantearse un modelo a la japonesa, donde un retorno a tasas positivas será igual de difícil de alcanzar.
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