Los expertos en geopolítica saben perfectamente el alcance del proyecto que bendecirán, el próximo miércoles, los reyes de España y de Países Bajos. En apenas 48 horas, Guillermo Alejandro pisará el suelo de Puertollano para visitar una planta de hidrógeno verde Iberdrola. Un día después, el monarca holandés visitará, en compañía de Felipe VI, el parque energético de Cepsa en la costa gaditana. Ambas citas tienen un denominador común: el interés mutuo por abrir un nuevo corredor energético, que permitirá 'enchufar' energía española al norte de Europa… a espaldas de Francia.
"Seguro que a muchos jóvenes les cuesta creerlo hoy: en los años 80, tras la entrada en la Comunidad Económica Europea, y todavía en los 90, los agricultores franceses volcaban camiones con fruta española en sus carreteras. El corredor energético que España y Holanda quieren potenciar sería una especie de 'venganza'", ironiza un experto en la materia que conoce al dedillo el proyecto.
El plan en cuestión consiste en abrir una nueva ruta energética con origen en el puerto de Algeciras y destino final en el de Róterdam. Un auténtico corredor marítimo con el que España conseguiría vender su energía al resto de Europa. Ningún experto del sector energético niega la evidencia: Francia siempre ha torpedeado esta posibilidad, frenando las interconexiones a través de los Pirineos.
La posibilidad de que el hidrógeno renovable vaya reemplazando a fuentes fósiles como el petróleo o el gas suena aún a hazaña futurista. Pero el futuro de esta nueva alternativa está más próximo de lo que parece. Por tres razones.
Una: si algo ha demostrado la guerra de Ucrania es la necesidad de fortalecer la independencia energética de la UE frente a terceros. Dos: los países miembros tienen a su disposición 750.000 millones de los fondos NextGeneration para financiar proyectos hasta hace poco impensables. Y tres: Estados Unidos ha intensificado hace unos meses la presión sobre la UE con su Inflation Reduction Act (IRA), un conjunto de incentivos fiscales y subvenciones, valorado en 340.000 millones de euros, para atraer a multinacionales hartas de la eterna burocracia europea.
El hidrógeno verde será una de las innovaciones más beneficiadas. Por ejemplo, en España, es el gran protagonista del PERTE de energías renovables, uno de los grandes proyectos que está impulsando el Ministerio de Transición Ecológica en colaboración con las multinacionales del sector. Todas, desde Iberdrola a Cepsa, pasando por Repsol, Naturgy o Endesa, están tomando posiciones en la carrera.
Hay 16.000 millones movilizados para financiar proyectos y un objetivo compartido: lograr que España produzca, como mínimo, el 10% de los 40 gigavatios que se generarán a largo plazo en la UE.
Nuestro país puede ser, al fin, líder en algo, generando un ecosistema industrial en torno a las nuevas fuentes de energía. Tiene ya lo más importante: empresas punteras, que sabrían desarrollar los proyectos, eso sí, siempre que exista un clima fiscal y normativo adecuado. El Gobierno holandés lo vio claro hace un año. Países Bajos cuenta con el puerto marítimo más importante de Europa. Róterdam puede convertirse en la mayor puerta de entrada del hidrógeno verde con destino al continente. Ya tiene experiencia: sus instalaciones gestionan el 13% de la demanda energética europea.
En mayo de 2022, la Autoridad Portuaria de Róterdam se marcó el objetivo de suministrar en 2030, a través de sus instalaciones, 4,6 millones de toneladas al norte de la UE. La compañía portuaria está trabajando desde entonces con un 'cluster' de empresas, del que forma parte Cepsa, gracias al empuje de su consejero delegado, Maarten Wetselaar, de origen holandés. El proyecto se ha convertido en un objetivo estratégico para Países Bajos. Buena prueba de ello es la visita de su monarca a Algeciras y a Puertollano. Al igual que ha atraído a Ferrovial -y a tantas empresas-, el Gobierno holandés está mimando a ahora a las multinacionales energéticas, todo con el fin de convertirse en una pieza clave del futuro mapa energético europeo.
Las claves del corredor energético
El corredor entre Algeciras y Róterdam es una de las patas del plan. En Cepsa calculan que podría estar operativo en 2027. Esta ruta submarina competiría directamente con otra: el BarMar, que unirá -si sale adelante- los puertos de Barcelona y Marsella, y que podrá transportar tanto gas como hidrógeno verde. La gestación de este gasoducto es otro gran ejemplo de cómo Francia siempre ha impuesto sus intereses a los socios del sur de los Pirineos (España y Francia). El BarMar es la consecuencia del fracaso de otro proyecto: el MidCat, diseñado para llevar gas a través del Pirineo catalán y que Emmanuel Macron frenó por sus cálculos políticos (la presión social y ecologista le restaba votos).
Desde el punto de vista geoestratégico, el BarMar interesa más a París que a Madrid y Lisboa. Al concluir en Marsella, Francia sigue teniendo una llave para modular la canalización de gas o hidrógeno verde hacia el centro de Europa, sobre todo a Alemania. En Berlín son plenamente conscientes de ese hecho. La guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto su peligrosa dependencia energética de Rusia; y, al tiempo, la insuficiencia de las interconexiones con otros socios comunitarios, que podrían suplir la falta de gas ruso. España es el mejor ejemplo, pero está atrapada en una paradoja: tiene la mejor red de plantas de regasificación de la UE, pero su 'aislamiento' le impide dar salida con fluidez a la energía.
El corredor energético Algeciras-Róterdam tendría, por tanto, a Alemania entre sus potenciales beneficiarios. O clientes, según se mire. Algunos expertos del sector miran más allá y ven factible la posibilidad de que otras empresas impulsen una segunda ruta. El destino sería el mismo (el puerto holandés), pero cambiaría el origen: Bilbao. Allí tiene la sede la mayor compañía de energías renovables del mundo (Iberdrola). Y en el mismo territorio opera Petronor, filial de Repsol, que ya está movilizando inversión y aliados para convertir el puerto bilbaíno en otro 'hub' del hidrógeno renovable.
Los grandes inversores comienzan a percibir que España puede convertirse, a medio plazo, en un país con capacidad para producir energía a un precio muy competitivo. También para exportarla, todo un cambio de paradigma, habida cuenta de que siempre hemos sido importadores netos. Que la mismísima Tesla de Elon Musk haya revelado, esta semana, que estudia instalar una fábrica de coches en Valencia es la mejor prueba de ello. El futuro que se abre para España es inmenso. Hay apetito inversor e ímpetu empresarial. Sólo falta un ingrediente fundamental: voluntad política.
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