Una decisión política puede provocar un nuevo caos empresarial. En octubre del año pasado la huida hacia delante de Carles Puigdemont generó una avalancha de empresas cambiando de sede social y fiscal. Entre ellas CaixaBank y Sabadell, que se mudaron de forma exprés merced a un real decreto de Luis de Guindos.
No hemos debido aprender nada, porque menos de un año después otra decisión política puede provocar otro trasiego de bancos. En este caso el autor es Pedro Sánchez, que con su impuesto a la banca pone a tiro una ventaja competitiva a BBVA y Kutxabank, dos entidades que podrían librarse del impuesto gracias al PNV.
Y si la presión de los mercados en octubre hizo que dos entidades arraigadas a Cataluña hicieran las maletas, ¿por qué no va decidir ahora lo mismo la banca del Ibex para evitar una factura de miles de millones? Y más por un impuesto que ya no sólo dejaría en desventaja a las entidades afincadas en Madrid –Bankinter-, Cantabria- Santander-, o la Comunidad Valenciana –Bankia, CaixaBank y Sabadell- frente a las vascas, sino respecto a las competidoras europeas.
El peaje del Congreso
Este escenario planteado parece a día de hoy de locos, pero más lo era en septiembre que una institución tan importante como CaixaBank dejara Barcelona. Y es una realidad que está sobre la mesa en el Congreso de los Diputados.
El Gobierno ya ha dejado claro que quiere endurecer la fiscalidad a los bancos a través de un nuevo impuesto, que tendrá que tramitar de cero con un proyecto de ley. Sacarlo adelante requiere unos apoyos que Sánchez sólo ha conseguido una vez desde la moción de censura, con unos Presupuestos que había elaborado el PP.
De ahí que el foco regrese de nuevo al País Vasco. Salvo triquiñuela legal que evite el proyecto de ley, Sánchez va a tener que pasar de nuevo por la ventanilla del PNV. Y el partido vasco ya ha dejado claro su línea roja: un nuevo impuesto exigirá renegociar el concierto.
Una rebaja del impuesto a BBVA y Kutxabank provocaría un escándalo social y dentro del propio sector financiero
Tal insistencia invita a pensar que el impuesto a la banca podría no salir gratis a Sánchez, pero sí al banco afín al PNV, Kutxabank. Con BBVA como ganador de rebote.
Casualidad o no, el consejero delegado esta entidad, Carlos Torres, fue uno de los que menos se mojó sobre el impuesto a la banca en la última presentación de resultados: "Hay mucho ruido, pero tenemos poca concreción, así que no vamos a especular en ningún sentido", señaló, tras la amenaza de Santander con incluso mover la sede fiscal –lo dijo indirectamente- en caso de un impuesto "discriminatorio".
Pero no hay que permitir que los árboles no dejen ver el bosque. Todo este debate y posible escándalo pueden evitarse si Sánchez cae en la cuenta de que la mejor forma de proteger las pensiones no es freír a impuestos a las empresas. Tras diez años de crisis, la prometida reforma de la Administración sigue pendiente. Y lo que se hizo para garantizar la sostenibilidad de las pensiones se ha derogado. Un parche como el impuesto a la banca sólo castigará a la competitividad del país, aunque no al vasco.
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