"La amnistía será buena para la economía". De todos los mensajes económicos que lanzó Pedro Sánchez en su discurso de investidura, no hay ninguno tan delirante como este. Y no sólo por la afirmación en sí misma. El presidente asegura que la medida de gracia la defienden, además de su próximo gobierno, los grandes empresarios de este país.
"Los poderes económicos que auspician no solamente y que amparan a la derecha y la ultraderecha, no están preocupados por la amnistía. De hecho, saben que será buena para la economía del país", afirmó este miércoles, sin pestañear, Sánchez.
Para sorpresa de la mitad del hemiciclo, el candidato socialista tuvo el arrojo de defender el impacto positivo sobre el PIB de una medida contra la que han cargado los jueces, los grandes bufetes, los inspectores de Hacienda y de Trabajo, y por supuesto, las asociaciones empresariales. Sánchez sólo maneja un argumento: la amnistía generará estabilidad en el futuro. Nada más.
Quienes confíen en el líder socialista tienen que hacer, por tanto, un auténtico acto de fe, puesto que todos los colectivos mencionados han coincidido precisamente en lo contrario: la amnistía genera una inseguridad jurídica nunca vista en el actual periodo democrático. En palabras del Círculo de Empresarios, que lanzó un duro comunicado durante el debate, este clima "condicionará gravemente futuras decisiones sobre gasto, inversión, residencia o domicilio fiscal, con el consiguiente deterioro de nuestra economía".
No hay indicios de que el futuro presidente tenga lista una hoja de ruta compacta para darle un giro a la economía
En lo económico, el discurso de Sánchez estuvo vacío de nuevas propuestas y -esto es lo más preocupante- no hay indicios de que el futuro presidente tenga lista una hoja de ruta compacta para darle un giro a la economía. Se avecina una legislatura de desafíos, con tipos altos de interés, con una inflación que no retrocede, con dos guerras cercanas y con el retorno inminente de las reglas fiscales, que obligarán a apretarse el cinturón en términos de deuda y déficit. Sánchez, sin embargo, se limitó a enumerar una batería de medidas destinadas a aliviar la situación de los hogares a corto plazo, pero no entró en los asuntos que marcarán, de verdad, el rumbo del PIB y del empleo.
Empezando por lo último, el candidato a la investidura aseguró que el suyo es "un gobierno comprometido con la disciplina fiscal". Casi otro delirio, en vista de lo cuenta la estadística. Según Eurostat, España inauguró este año a la cabeza de los países más incumplidores con el déficit y la deuda. En concreto, nuestra economía es la cuarta con más deuda (113,2%) de los 27 estados de la UE y la quinta con más déficit (-4,8%).
Sánchez aseguró ayer en el Congreso que seguirá reduciendo el desequilibrio fiscal, "mejorando la eficiencia de la administración pública, combatiendo la economía sumergida o ensanchando nuestras bases fiscales". El problema es que el candidato a presidente no explicó cómo piensa hacerlo.
El drama de los fondos europeos
Genera la misma inquietud lo que el líder socialista dijo sobre otro de los temas económicos clave de la próxima legislatura. "Vamos a dedicar el grueso de los fondos europeos a crear nuevas industrias y también nuevas oportunidades fuera de las grandes capitales".
Sánchez tampoco dio ni una sola pista de cómo piensa impulsar estas subvenciones atascadas, sobre las que el Ejecutivo ha levantado un telón de opacidad. España está entre los cuatro únicos países que aún no han publicado la lista de mayores beneficiarios de fondos europeos. Básicamente, porque los principales receptores hasta ahora son corporaciones y entes públicos.
Las grandes empresas son las únicas con capacidad real de transformar esos fondos en actividad económica, por su capacidad tractora sobre las pymes. El problema es que Sánchez las ha convertido en su mayor adversario, con permiso de Alberto Núñez Feijóo.
Ayer dejó constancia de ello durante todo su discurso, en el que contrapuso constantemente las necesidades de los 'buenos' (los trabajadores y las rentas bajas) con los intereses de los 'malos' (las empresarios y las grandes fortunas).
"Lo que hay que hacer es acabar de una vez por todas con esas vías de evasión fiscal, cuando no de elusión fiscal, de las grandes fortunas y de las grandes multinacionales", denunció el líder socialista. Y añadió: "Los ricos, lo siento, tienen que pagar más impuestos que lo que pagan hasta ahora".
El futuro presidente del Gobierno se sacó un dato da la manga, sin citar la procedencia. "El 75% de nuestros compatriotas piensan que hay que reforzar el Estado del bienestar y que para ello debemos aumentar los impuestos a las grandes fortunas y a las grandes empresas", aseguró, antes de rematar: "Y esa opinión es tan mayoritaria como preponderante incluso entre los votantes de derechas".
Sánchez dejó claro que las cargas para los empresarios seguirán aumentando durante la próxima legislatura. Así financiará las medidas que expuso durante su discurso: ampliación del bono del alquiler, extensión del IVA reducido de los alimentos y transporte público para jóvenes, mayores y parados. Habrá 'café para todos', en contra de las reiteradas advertencias de -por ejemplo- el Banco de España, que siempre ha defendido concentrar en los más desfavorecidos las ayudas directas, o incluso las subidas de las pensiones.
El candidato socialista tuvo el arrojo de defender el impacto positivo sobre el PIB de una medida contra la que han cargado los jueces
A ellas se refirió también Sánchez en su discurso. Aseguró que el Estado Gobierno destinará al Fondo de Reserva de la Seguridad Social "5.000 millones de euros cada año, para que los trabajadores de hoy tengan pensiones dignas cuando se retiren en la edad de jubilación". Esas inyecciones servirán para tapar los agujeros del sistema, que necesita con urgencia más cotizantes que coticen cada vez más.
Para ello, es fundamental la existencia de grandes empresas capaces de crear empleo y pagar salarios más altos. A tenor de lo dicho por Sánchez, este planteamiento seguirá atrapado, durante la próxima legislatura, en la lista de deseos de la mayoría de los economistas.
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