Los elevados precios de la electricidad llevan camino de convertirse en una cuestión de Estado. Como prueba, la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, dará explicaciones al respecto en sede parlamentaria el próximo 19 de septiembre. Aunque, para ser más exactos, habría que hablar de cuestiones de Estados, dado que el fenómeno se produce en los países del entorno, en ocasiones de manera corregida y aumentada. Todos ellos comparten circunstancias como la crisis nuclear en Francia, el incremento del precio de las materias primas y de las emisiones de derechos de CO2. Y, además, comparten a Euphemia, el célebre algoritmo del que depende el sistema de fijación de precios, que está imponiendo una particular dictadura en el Viejo Continente.
Tras un inicio de año muy esperanzador, con descensos de hasta el 30% en el precio de la electricidad en España (gracias, sobre todo, a las condiciones climatológicas favorables a la producción de energía con tecnología renovable), el transcurrir de las semanas ha hecho que la situación se dé la vuelta como un calcetín. Tanto es así que los precios en el mercado mayorista ya se encuentran, en lo que va de año, un 2% por encima de los registrados en 2017. Y las previsiones de los expertos apuntan a que cerrará el año con un incremento del 9% en relación con el ejercicio anterior, que ya fue uno de los más caros de los últimos tiempos.
Esas mismas previsiones apuntan a subidas muy similares en Francia, superiores a los dos dígitos en Italia y de nada menos que un 25% en Alemania.
Todos estos mercados están siendo afectados por el incremento de los precios tanto de las materias primas como de los derechos de emisión de CO2. En España, al contrario de lo que sucedió a comienzos de año, las lluvias han ido remitiendo según ha avanzado el ejercicio, similar a lo que ha sucedido con el viento. Este factor ha reducido por debajo de la media la producción de energía con tecnologías renovables, por lo que ha habido que recurrir a la alternativa de fuentes más caras como las térmicas.
La crisis nuclear que no cesa
En este punto entran en juego las tensiones inflacionistas en las materias primas y en las emisiones de CO2. Los cálculos de los expertos apuntan a que estos factores han encarecido el coste variable del carbón en torno a 13 euros por megawatio/hora respecto al pasado verano mientras que el de los ciclos combinados (también afectados por la subida del gas natural) habría subido hasta 20 euros por megawatio/hora.
La producción con energía renovable en España se ha incrementado de forma notable durante la primera mitad del año, con un incremento de casi ocho puntos porcentuales, hasta superar el 45%. El problema ha llegado con los descensos de la pluviosidad y la eolicidad. Y con algo más. La vecina Francia no termina de solventar los problemas de su parque nuclear, que supone su principal fuente energética. Durante los últimos meses, la capacidad de sus centrales de este tipo se ha situado por debajo del 60%, lo que ha provocado un incremento de la tensión en los mercados debido por el aumento de las exportaciones de energía del país galo.
El cóctel se completa con el algoritmo Euphemia. Se trata del resultado de un modelo matemático desarrollado por la empresa N-Side, que permite casar la oferta y la demanda de energía para cada hora hasta fijar el precio definitivo, a través de un sistema marginal, de forma que la última orden, la más cara, es la que fija el precio para todas las demás. Entender el desarrollo y el funcionamiento del algoritmo queda fuera del alcance de la mayoría de los mortales, incluidos algunos que están muy familiarizados con el sector energético.
Un sistema compartido
Sin embargo, Euphemia tiene en cuenta algunos factores añadidos a las órdenes de oferta y demanda a la hora de fijar los precios en el mercado mayorista. Por ejemplo, también tiene en cuenta las diferentes interconexiones que hay entre los diferentes mercados energéticos que pueblan Europa.
Más de una veintena de países de la Unión Europea comparten un sistema al que las actuales tensiones inflacionistas están poniendo a prueba. El debate, más allá de las circunstancias peculiares de cada país o mercado, parece cobrar una dimensión supranacional.
En este sentido, los gobiernos de España y Portugal ya han mantenido contactos para coordinar actuaciones conducentes a evitar un escenario en el que los precios de la energía se disparen debido a factores que escapan a su control. Una misión que se antoja complicada.
Más subidas para 2019
En cualquier caso, también conviene recordar que más de la mitad de los consumidores en España no están afectados directamente por los vaivenes de los precios mayoristas, dado que se encuentran en el llamado mercado libre, con precios fijados de antemano para todo un año (o periodos superiores). De acuerdo con datos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), cerca del 60% de los consumidores se encuentran en esta situación.
Para el resto, también es necesario tener en cuenta que el impacto de la subida de los precios mayoristas en el recibo es limitado, toda vez que su peso no supera el 40%.
Eso sí, el horizonte inmediato no resulta alentador para ninguno de los dos supuestos. El precio de los futuros de la energía para 2019 se ha incrementado este verano en España un 28% respecto a la cotización de hace doce meses. Los de Francia e Italia han subido en torno a un 35%. Y el incremento de los de Alemania se va por encima del 51%. Cuestión de Estados (y de Euphemia) que urge resolver.
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