Pocos recordarán cuándo fue la última vez que España tuvo la más alta calificación de su deuda, la "AAA” a la que todos los países del mundo aspiran. Un título de deuda al que las agencias internacionales de rating asignan la calificación “AAA” significa que es un activo financiero muy seguro, que el emisor tiene una capacidad excepcional para cumplir con sus compromisos de pago de intereses y principal y que el riesgo para el comprador es prácticamente inexistente.
España empezó a perder su máxima credibilidad financiera en enero de 2009, hace ya cerca de quince años. El día 19 de ese mes, la agencia Standard & Poor's rebajó en un escalón (de “AAA” a “AA+”) la nota de su deuda “por la debilidad estructural de su economía”. En opinión de la agencia, “las condiciones económicas y financieras del mercado subrayan la debilidad estructural de la economía española y son incompatibles con el rating máximo”. Únicamente Japón entre las grandes economías occidentales había perdido ese privilegiado rango en 2001. En abril de 2010, S&P volvió a bajar un escalón más la calificación crediticia, hasta “AA”.
En mayo de 2010, Fitch siguió el camino marcado por S&P y rebajó un peldaño su nota: de “AAA” a “AA+”. En aquel momento, la agencia, con dos oficinas centrales en Nueva York y Londres, justificó su decisión por considerar que reflejaba “la valoración de que el proceso de ajuste hacia un menor nivel de endeudamiento externo y del sector privado reducirá sustancialmente el ritmo de crecimiento de la economía española a medio plazo”.
Cinco meses después, en septiembre, Moody's retiraba la última matrícula de honor que le quedaba a la deuda española, al pasar de “AAA” a “Aa1”, siguiendo su particular estilo de calificar sus notas. ¿Por qué? Por “las débiles perspectivas de crecimiento del país y los desafíos que presenta por la consolidación fiscal”. Cita, además, que “las elevadas necesidades de financiación hacen que el Ejecutivo siga vulnerable a nuevos episodios de volatilidad en los mercados”. Aún faltaban casi dos años para que llegara lo peor: el rescate parcial de la banca española.
En la actualidad, apenas once países del mundo pueden presumir de tener la mejor calificación de las agencias de rating: Alemania, Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Suiza, Suecia, Noruega, Singapur, Dinamarca, Luxemburgo y Países Bajos. España se conforma con la “A” de Standard & Poor's; la “A-”, de Fitch, y la “Baa1” de Moody's.
¿Cuándo saltan las alarmas?
Las dos primeras están dentro de la catalogación “grado medio superior” y la de Moody's, en “grado medio inferior”. Por debajo de este nivel empiezan a saltar las primeras alarmas. Dentro de las notas de S&P, la española es la sexta de mayor a menor; la séptima en la de Fitch y la octava, en la de Moody's, compartiendo recomendación con países como Bulgaria, Perú, Chile, Islandia, Arabia Saudí, Andorra, Letonia o Polonia.
El problema de credibilidad del actual rating de España no está solo en la nota adjudicada por las principales agencias mundiales de calificación, sino en el montante actual de la deuda. Cuando S&P retiró la triple “A” a España, nuestro país tenía una deuda conjunta de las administraciones públicas que ascendía en el primer trimestre de 2009 a 473.710 millones de euros, de acuerdo con las cifras oficiales del Banco de España. Esa cantidad representaba el 43,1% del Producto Interior Bruto a precios de mercado. Cuando lo hizo Fitch, dieciséis meses después, la deuda había crecido hasta los 609.032 millones (el 56,9% del PIB) y cuando Moody's cerró el círculo era de 620.541 millones, el 57,9% del PIB.
El gran lastre de la deuda
Hoy, de acuerdo con el último dato publicado por el Banco de España correspondiente al mes de mayo, la deuda del conjunto de las administraciones públicas es de 1,542 billones de euros, 3,5 veces más que en 2009 y 2,5 veces más que en 2010. La cifra total representa alrededor del 113% del PIB, diez años después de que, por vez primera en la historia reciente, se debiera más dinero del que es capaz de generar la economía en un año. El servicio de la deuda (los intereses que España tiene que pagar a sus acreedores) superará los 30.000 millones de euros este ejercicio.
El problema adicional que se le presenta a la economía española es que el tipo medio de la deuda del Estado en circulación, 1,37 billones de euros, aproximadamente, no para de aumentar desde que en marzo del pasado año tocara suelo en el 1,541%. Según los últimos datos de la dirección general del Tesoro, el coste medio ha subido al 1,948%, casi medio punto porcentual más, casi 7.000 millones de euros más en poco más de un año.
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