Economía

Malos augurios para el 2021: los europeos se obligarán a ahorrar más y a consumir menos

La segunda ola de la pandemia ha hecho saltar todas las alarmas en el Viejo Continente 

  • Fachada del edificio del Banco de España en Madrid.

La historia se vuelve a repetir. El temor a una crisis económica está provocando que las familias decidan ahorrar más y consumir menos. La extensión en Europa de la segunda ola de la pandemia desde octubre y las nuevas restricciones que se han introducido han hecho que se opte por un perfil más conservador de cara al 2021, según se desprende de la encuesta de opinión de la Comisión Europea recogida por el Banco de España. 

Asimismo, los datos de confianza -hasta noviembre- y de los depósitos bancarios -hasta octubre- indican el mantenimiento de una tasa de ahorro privado más elevada que antes de la crisis. La misma encuesta de opinión de la Comisión Europea refleja una recuperación incompleta de las intenciones de grandes compras de los hogares durante el tercer trimestre y un pequeño retroceso en octubre y noviembre.

Y es que, según el Banco de España, la incertidumbre sobre la duración y las consecuencias económicas de la crisis fomentará el ahorro por motivo precaución y favorecerá que la bolsa de ahorro forzoso se mantenga como un colchón financiero. La información coyuntural apunta en esta dirección. 

Mismo recorrido que en el confinamiento

Esta tendencia ya se vio en el primer semestre del 2020, en el que la caída del consumo tuvo como contrapartida un aumento extraordinario del ahorro privado. La tasa de ahorro repuntó con fuerza y se situó por encima del 16% a mitad del año.

Durante el segundo trimestre, los hogares ahorraron casi el 25% de su renta, tras un 17% en el primer trimestre, cifras muy por encima de los valores del 13% de finales de 2019. Este aumento fue generalizado por países, aunque algo más intenso en España y Francia. 

Las restricciones y los confinamientos llevaron también aparejada una alteración en la composición del gasto de los hogares. El confinamiento conllevó un aumento de la demanda de alimentos y de los bienes y servicios asociados a las comunicaciones.

En cambio, se redujo el gasto corriente en combustible -en torno a un 30%- por la caída de la movilidad. El consumo de bienes duraderos y semiduraderos y de servicios se redujo de forma importante -en torno a un 20% interanual durante el segundo trimestre.

A diferencia de los servicios, la compra de bienes duraderos y semiduraderos tiene un carácter más aplazable, de forma que podría producirse un efecto de demanda embalsada, cuyo afloramiento posterior a la crisis daría un mayor impulso a la recuperación.

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