La recesión toca este trimestre a su fin; bienvenidos a una nueva fase de la crisis. Según apunta el consenso de los analistas, la economía española se asoma a un nuevo estadio con tasas del PIB positivas pero muy débiles y que puede abarcar entre cuatro y seis trimestres.
Lo peor ha pasado. Los datos coyunturales muestran que se ha alcanzado un punto en el que ni se crece ni se decae. El consumo eléctrico sigue cayendo, pero da señales de una cierta estabilización. Aunque con ayudas, las matriculaciones de particulares encadenan tres meses de alzas. Pese al paro, las rebajas de sueldos y la carga de deuda que castigan a los consumidores, las ventas minoristas han arrojado un leve repunte al mejorar un 1,2 por ciento entre abril y mayo, después de la friolera de 35 meses de caídas. Y excluido el factor estacional, los datos de empleo revelan que al menos se ralentiza la destrucción de puestos de trabajo.
Incluso el PMI manufacturero, un indicador adelantado y muy fiable que mide la percepción que tiene la industria acerca de su propio nivel de actividad, ha llegado a marcar en España los 50 puntos, justo el terreno que ya se considera una recuperación.
El PMI del sector servicios español se ha quedado muy cerca, en el entorno de los 48 puntos. Aunque todavía por debajo de los 50, esta evolución positiva de los PMIs se está extendiendo por toda la zona euro, una señal inequívoca de que cuando menos se ha frenado el deterioro en el continente.
Curiosamente, el PMI se eleva en países como Italia, España, Irlanda o Grecia, pero no en Alemania, donde precisamente ahora se resiente tras aguantar la crisis mejor que nadie. No obstante, para los expertos el problema de fondo es Francia, que no consigue despegar como debiera.
Por primera vez en la crisis, no se producen sorpresas negativas. Una constante de los últimos cuatro años ha sido que todas las previsiones se terminaban revisando siempre a la baja. Sin embargo, ahora los analistas empiezan a recalcularlas al alza. Y los indicadores de confianza en Europa también avalan este ligero repunte del optimismo.
Pequeños cambios estructurales
Además de estos indicadores de naturaleza coyuntural, hay datos que señalan mejoras lentas pero importantísimas en factores considerados estructurales y, por lo tanto, esenciales para trazar una recuperación sostenible. El desapalancamiento de las empresas españolas avanza a velocidad de crucero y se ha reducido aproximadamente un 10 por ciento en los últimos doce meses, según datos del Banco de España. Las familias han recortado mucho menos, pero poco a poco también se desendeudan.
Si bien seguimos precisando dinero del exterior, al menos la necesidad de financiación de la economía española se situó en abril en los 560 millones, frente a los 5.761 millones registrados doce meses antes y los cerca de 50.000 millones que se necesitaban allá por 2009.
Las ganancias en competitividad son inauditas para una economía como la española. Prácticamente por primera vez en la historia de España, los salarios reales han bajado durante dos trimestres consecutivos, hecho que también tiene un reverso muy negativo porque hace mucho más difícil poder devolver la deuda.
Todo ello se puede reflejar en que el PIB español por fin se acerque al 0 por ciento en este trimestre. Tras seis trimestres de desplomes en la actividad, los expertos confirman que la economía ha encontrado un suelo.
Ahora queda arrastrarse
La recesión en sentido técnico se ha acabado. Pero una cosa es que se toque fondo y otra muy distinta que se haya superado la crisis. Cualquiera puede intuir que hace falta bastante más tiempo para corregir todos los desequilibrios creados.
España aún está sometida a unos procesos de ajuste de largo recorrido con efectos bastante contractivos sobre la economía. Todavía ha de concluir el saneamiento del sistema financiero, el cual debe depurar deudas, recapitalizarse del todo y recuperar la confianza de los mercados para que, al final, éstos nos presten y así se financien los sectores productivos de la economía.
Por más que ahora se haya levantado el pie en el proceso de consolidación de las cuentas públicas, aún hay que retomar la tijera para reconducir el abultado déficit de las Administraciones. Tal y como pregonan numerosos economistas, hace falta una reforma fiscal para evitar que los impuestos sigan lastrando tanto el crecimiento.
Y por último, las positivas cifras arrojadas por el mercado laboral más bien se antojan estacionales. El empleo sostenible sólo se genera cuando hay una inversión que, a su vez, ha encontrado unos precios ajustados y por lo tanto una oportunidad de negocio. De modo que habrá que seguir con las reformas y la devaluación interna hasta que los mercados anticipen que estamos cerca de salir del agujero y, entonces y sólo entonces, el dinero volverá a España, reiniciando el ciclo virtuoso. Después de tocar suelo, aún queda arrastrarse. Éstos son los brotes verdes que vende el Gobierno.