José Luis Escrivá mantiene expectante al mundo empresarial por lo que ha hecho y por lo que ha dejado de hacer. El economista albaceteño dio un salto directo desde el Consejo de Ministros al Banco de España, tras un polémico movimiento ordenado por Pedro Sánchez. El giro de guión es drástico: en 2024, Escrivá ha portado 269 días la cartera de ministro, significándose por el apoyo férreo al líder socialista. Los 96 restantes ha llevado puesto el traje de gobernador de una institución independiente. En total, serán 365 jornadas en las que ha podido lucir su camaleónico perfil.
El proceso de su nombramiento es conocido y lo avanzó Vozpópuli. El presidente del Gobierno se lo impuso "con calzador" al ministro de Economía, Carlos Cuerpo, quien no tiene la mejor de las relaciones con Escrivá y defendía otros perfiles afines pero no tan políticos. Sánchez tampoco dio opción al PP, ordenando a otro ministro, Félix Bolaños, que no ofreciera alternativas a su interlocutora en Génova, Cuca Gamarra. La estrategia del presidente surtió efecto: la retirada de los populares de la mesa de negociación permitió al Gobierno 'colonizar' una institución en la que siempre ha existido un mínimo equilibrio de poderes.
Dos meses después, aún hay fuentes en Génova que cuestionan si la estrategia de Alberto Núñez Feijóo -marcar a Escrivá como línea roja- fue la adecuada. El resultado es que el PP sólo cuenta con un representante (el economista Fernando Fernández) y el PSOE controla cinco sillones en el Consejo de Gobierno, incluido el de la subgobernadora, Soledad Núñez). Es más, aunque el político gallego ganara las próximas elecciones generales, los socialistas seguirían mandando en el Banco de España al menos hasta 2030.
En ese escenario se moverá José Luis Escrivá en los próximos seis años. El economista pasó buena parte de 2024 en el 'banquillo', en un ministerio con poco peso (Transformación Digital), en comparación con su anterior cartera (Seguridad Social). Esa temporada respalda la tesis de quienes aseguran que Sánchez tenía claro desde hace mucho que Escrivá debía ser gobernador.
Pedro Sánchez y José Luis Escrivá.
El economista también aspiraba al puesto. El deseo es lógico, tratándose de un profesional ambicioso, bien formado y con experiencia, que ya había estado en nómina del Banco de España y del Banco Central Europeo. Quienes le conocen siempre le han tenido por una persona válida, con mucho carácter y bastante independiente. No en vano, llegó a la presidencia de la AIReF de la mano del PP de Mariano Rajoy. Precisamente por eso, sus allegados se sorprendieron tanto al comprobar cómo Escrivá se alineó con las tesis de Pedro Sánchez. Un técnico devenido en político. Ha habido otro caso similar en la coalición: el de Nadia Calviño, otra técnica reputada que acabó enseñando un afilado colmillo para la política.
La cercanía de Escrivá con Pedro Sánchez levantó inmediatamente las sospechas sobre el nivel de independencia que mostraría el Banco de España. El economista juró el cargo ante el Felipe VI el 6 de septiembre. Dos semanas después, reorganizó la cúpula del Banco de España. Uno de los cambios es más que significativo: creó una nueva Dirección General, de Estrategia, Personas y Datos, y puso al frente a Mayte Ledo, quien fue su directora de gabinete cuando era ministro de Seguridad Social. Ledo también ocupó la secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial en Transformación Digital.
El movimiento generó revuelo interno en el Banco de España. Sobre todo, porque el departamento de Estadística pasaba a integrarse en la nueva dirección. Se trata de una de las áreas más sensibles e importantes de la institución. El predecesor de Escrivá, Pablo Hernández de Cos, la potención al máximo y protegió su independencia, lo que contribuyó a fortalecer el prestigio del Banco de España. Durante su mandato, el departamento formó parte de la Dirección General de Economía, comandada por uno de los economistas más reputados de la casa, Ángel Gavilán.
Fuentes internas advirtieron -y siguen advirtiendo- que el cambio de manos de la estadística entraña una amenaza para la institución. Si por algo se caracterizó el Banco de España en la etapa de De Cos, fue por decir 'verdades' incómodas al Gobierno, argumentadas siempre con datos intachables. Tras los cambios organizativos, se produjeron las dimisiones de dos directores generales: el de Estabilidad Financiera, Ángel Estrada; y el de Servicios y Personal, Alejandro Álvarez.
Escrivá, sin embargo, ha ido calmando las aguas con gestos y decisiones. Tras tomar posesión, en una jugada ágil, el gobernador, ofreció al consejero designado por el PP liderar un grupo de trabajo para mejorar la autonomía del Banco de España. Pero Fernando Fernández rechazó la oferta, al considerar que carecía de suficientes garantías de independencia.
Poco después, el gobernador plantó cara al propio Carlos Cuerpo, cuando el ministro protagonizó un torpe envite: llamó a su despacho a una consejera (Judith Arnal) para pedirle que abandonara su sillón, con el fin de sentar a alguien más afín. Escrivá chafó la maniobra, alineándose con la economista y dejando claro que no se sometería a los 'caprichos' del ministro de Economía.
Carlos Cuerpo y José Luis Escrivá.
El último movimiento es más reciente. El 19 de diciembre, nombró directora general a Eva Valle, quien dirigió la Oficina Económica de Moncloa con Mariano Rajoy. Un gesto más de cara al PP de Feijóo. Que la economista aceptara el cargo ha sorprendido en el entorno de Génova. Ahora bien, Escrivá logra apuntarse un tanto, al mostrar que está dispuesto a abrir las 'puertas' de la institución a los populares.
El gobernador también ha apaciguado el ambiente en la plantilla. Se acercó a los representantes sindicales y cerró el convenio colectivo tras dos años de retraso, con subida salarial incluida. Una manera de garantizarse cierta 'paz social' interna, al menos en el medio plazo.
Informes económicos
Paralelamente, el Banco de España ha mantenido, por ahora, la tónica general de sus informes económicos. Las presentaciones estadísticas siguen corriendo a cargo de Gavilán, cuyo equipo ha elevado la previsión de crecimiento de PIB en línea con otros organismos internacionales.
Por su parte, el gobernador se está cultivando un perfil público más neutral, lejos de la imagen que proyectó cuando era ministro. Ahora huye de los rifirrafes en las redes sociales y ha lanzado algún que otro dardo al Gobierno. Hay dos ejemplos concretos. Uno es su valoración sobre el tope de precios del alquiler de vivienda, que puede tener "efectos indeseables" en el mercado. Y el otro es la crítica velada al impuesto a la banca, que puede discriminar a unos bancos frente a otros (con el impacto consiguiente en el crédito y la inversión).
Esos giros han sorprendido dentro y fuera de la casa. Particularmente, la advertencia sobre el impuesto, que él mismo defendió en su etapa de ministro y que supone una línea roja para los socios parlamentarios de la coalición.
Ese perfil camaleónico genera dos incógnitas que mantienen expectantes, incluso, a los economistas que le conocen bien. Está por ver cuán rotundo será el Banco de España en sus opiniones, si la economía española empieza a torcerse (la crisis en Alemania y Francia está abonando el campo para ello). Y una última incógnita: pocos se atreven a pronosticar cómo reaccionará Escrivá en el caso de que el futuro político pinte muy mal para el político que le condujo hasta el cargo: Pedro Sánchez, cada vez más asfixiado por los escándalos.
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