Ya hay fumata blanca para la venta de Twitter. Elon Musk, el fundador de Tesla, ha decidido, tras meses de dudas, comprar la red social fundada en su día por Jack Dorsey. Lo hará por el precio inicial que planteó, tal y como han comunicado sus abogados. En concreto, 44.000 millones de dólares.
Lo que ha comprado Musk es un altavoz con capacidad de llegar a al menos 345 millones de personas en todo el mundo. Esa es la cifra de usuarios -una parte de ellos son fake o falsos-, pero hay que tener en cuenta, no obstante, que la pegada va más allá del número de perfiles.
La televisión, la radio, la prensa tradicional y también Internet se hacen eco, día sí, día también, de lo que políticos, artistas y en general personalidades de relevancia proyectan desde sus cuentas. Elon Musk ha comprado influencia, un 'medio de comunicación'. Hay, de hecho, perfiles de contrastada trascendencia que sólo utilizan esta red para amplificar sus mensajes, obviando los canales tradicionales, como lo son la televisión, la radio o los periódicos.
La facturación de Twitter en 2021 fue de 5.177 millones de dólares. Según la revista Forbes, el multimillonario norteamericano cuenta con una fortuna de 268.000 millones de dólares. No es que la compra sea calderilla, pero no es un problema ni mucho menos vista su solvencia económica.
La influencia es en sí dinero; tiene la capacidad de atraerlo
No parece que Elon Musk haya realizado la inversión buscando un rédito económico a futuro, sino más bien en hacerse con un 'arma' para favorecer los intereses de su conglomerado.
El visionario norteamericano quiere utilizar Twitter para impulsar la red social que él mismo tiene en mente crear, y que se llamará X.com. La maniobra podría acabar en una absorción si se analizan los objetivos de su prevista plataforma, y sobre todo la forma en que se plantea. Musk quiere que X.com sea poco restrictiva, cuente con la posibilidad de tramitar mensajes cifrados, un alto nivel de autentificación de las cuentas y otras funciones adicionales, como puede ser la de realizar compras, al estilo de la china WeChat.
No todo es lo que parece en Twitter
Muchos de los usuarios de Twitter son falsos y han sido creados en 'granjas' que generan y alimentan cuentas fake. Sirven para aumentar los seguidores -engordando los números para tratar de aumentar su prestigio- de otras cuentas, o para tumbar o impulsar determinadas corrientes de opinión.
Si Twitter se ciñe a las normas de certificación que propone Elon Musk, no sería de extrañar que, pasado un tiempo, acabase desapareciendo, difuminada por X.com. Todo está por ver, pero lo que es cierto es que tiene en la mano desviar los 345 millones de cuentas a su futuro proyecto en redes sociales.
El caballo de batalla de Elon Musk con Twitter será el de la monetización. Al contrario que lo que sucede con otras redes sociales, como por ejemplo Facebook o Instagram, Twitter no tiene un modelo de negocio claro, y ni mucho menos tan boyante como el de las plataformas de Mark Zuckerberg.
En un mercado ya maduro, y con menos posibilidades de dar la sorpresa que hace años, Musk tendrá que hacer más rentable una plataforma que, sin duda, tiene la mayor influencia de todas, junto a Facebook, en lo que se pueden considerar aspectos más 'serios', aquellos que tienen que ver con corrientes de opinión relativas a la política y la actualidad económica. A pesar de lo dicho, Twitter es un cajón desastre en el que todos opinan de todo y es difícil controlar las corrientes de opinión por completo, al menos tal y como está planteada la red social hoy en día.
Es posible que al multimillonario norteamericano no le interese hacerla rentable, como tampoco le interesa a algunos accionistas de grandes grupos de comunicación que sus inversiones lo sean. Buscan la influencia porque la influencia es en sí dinero, porque tiene la capacidad de atraerlo. Así las cosas, lo único cierto es que Elon Musk ha dicho que se va a comprar una red social, y las cosas no serán como hasta ahora.
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