El Gobierno ya ha deslizado el mensaje de que este año se podrían crear unos 800.000 empleos, una cifra que sólo se ha alcanzado en los años 1999, 2000 y 2005, si bien en este último se produjo una regularización de medio millón de extranjeros que adulteró sensiblemente las estadísticas.
Ahora bien, ¿se trata de un objetivo al alcance de la mano o de un simple farol del Gobierno de cara al duro periodo electoral que se avecina? Pues para comprobar si se trata o no de una especulación descabellada tan sólo hay que echar un vistazo a los datos. Para que se generen 800.000 puestos de trabajo en 2015 se precisa que el empleo crezca un 4,5 por ciento en términos EPA y un 4,7 por ciento en términos de afiliación a la Seguridad Social.
Sin embargo, en estos momentos la creación de empleo avanza a ritmos bastante más lentos. En el primer trimestre, la afiliación a la Seguridad Social aumentó a tasas del 3 por ciento interanual. Si se desestacionaliza y se ajusta de calendario, entre enero y marzo de 2015 se crearon en torno a 150.000 empleos, lo que proyectado al conjunto del año arrojaría un total próximo a los 600.000, una cifra ya de por sí muy elevada pero todavía lejos de los 800.000 ocupados.
Dicho esto, ¿podría aún así elevarse el ritmo de creación de empleo hasta el punto de alcanzar esos 800.000 puestos de trabajo que tan sólo se obtuvieron en los años de mayor crecimiento de la economía española? “Para generar empleo al 4,5 por ciento hacen falta tasas de crecimiento del PIB cercanas al 4, unas tasas que en este momento nadie contempla”, explica José Domingo Roselló del Instituto Flores de Lemus de la Universidad Carlos III.
En la actualidad, las previsiones más optimistas sitúan el avance del PIB en el 3 por ciento. Lo que significa que el crecimiento del empleo no puede ir mucho más allá. Básicamente, la ratio de crecimiento de la economía se desglosa en dos factores: el incremento del empleo y el de la productividad. A su vez, la productividad se define por cuánto más somos capaces de hacer con exactamente las mismas unidades de producción. Lo cual implica que si el empleo crece mucho, la productividad suele caer. Y viceversa: si la productividad sube mucho, la ocupación normalmente disminuye.
Durante la crisis, se desplomó la ocupación al tiempo que se disparó la productividad porque todo se hacía a fuerza de recortar personal. Fruto de ese brutal sobreajuste, al principio de la recuperación incluso se registró una leve creación de empleo sin que se diese crecimiento del PIB. Es decir, en cuanto se vislumbraron las primeras señales de vida en la demanda, las empresas que se habían quedado en los huesos volvieron a contratar. De suerte que todo el crecimiento que se está generando ahora se atribuye al empleo. De hecho, los datos más recientes en términos interanuales así lo revelan: en el último trimestre de 2014 el PIB repuntó un 2 por ciento, la ocupación aumentó un 2,4 por ciento y la productividad descendió un 0,4 por ciento.
Bajo este patrón, el empleo a lo sumo podría crecer el 3 por ciento que crecerá la economía más una caída de la productividad que como mucho podría oscilar en el entorno del 0,3 por ciento. A lo que también habría que añadirle el efecto de la contratación a tiempo parcial, que abarca cerca del 25 por ciento del empleo creado. Teniendo todo esto en cuenta, difícilmente se podría rozar el 4 por ciento de crecimiento del empleo, lo que en el mejor de los mundos supondría casi 700.000 puestos de trabajo incluyendo también la ocupación a tiempo parcial. Y eso ya sería una proeza bastante complicada de conseguir.
Esa cifra en principio tan sólo se podría engordar en la medida en que se erosione todavía más la productividad y por lo tanto la calidad del empleo. O porque se prodigue aún más el tiempo parcial. En definitiva, porque haya más trabajo precario. Máxime cuando no abunda como en otros tiempos ni el crédito ni el empleo público. De hecho, tal y como demuestran los datos de la Agencia Tributaria, en 2014 las rentas de los hogares sólo repuntaron un leve 0,2 por ciento a pesar de que se crearon 430.000 puestos de trabajo de acuerdo con la EPA.
Aunque no imposible, los 800.000 se antojan harto difíciles de lograr. A menos que se convoquen las elecciones justo después de los datos del verano. Aprovechando que la contratación estival es muy fuerte, en octubre sí que se podría tener como último dato unos 800.000 empleos de crecimiento interanual antes de que el mercado laboral pise el freno con motivo del final del buen tiempo. Ése sería el truco con el que poder decir que en los últimos doce meses se habrían creado unos 800.000 puestos de trabajo. Pero no así en el conjunto de 2015. Y mucho menos en 2016, cuando un crecimiento de estas características probablemente acabase ocasionando desequilibrios por cuenta corriente una vez se agoten los estímulos externos que nos impulsan.
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