Si el mismísimo presidente de La Caixa, Isidro Fainé, ha mediado entre Madrid y Barcelona y no ha conseguido templar los ánimos, si el hombre que sostiene la llave de buena parte de la financiación en Cataluña no ha podido reconducir los impulsos montaraces de Artur Mas… ¿quién va a poder?
El establishment catalán se ha demostrado inerme e incapaz de detener los impulsos independentistas del presidente de la Generalitat. Pocos se han atrevido a retratarse en contra, salvo raras excepciones como José Manuel Lara de Planeta o Josep Piqué del Círculo de Economía y Vueling. Ni siquiera, como adelantó Vozpópuli, la amenaza implícita de españolizar la Caixa para sortear la debacle de una Cataluña independiente ha frenado un ápice la vorágine soberanista.
“El poder es una cosa que se presupone. A ciertos empresarios catalanes se les consideraba armados de palancas para acabar con las peripecias de Artur Mas. Pero cuando ha llegado el momento de la verdad su poder se ha difuminado. El capitalismo catalán se ha revelado sin influencia política y genéticamente cobarde. Al fin y al cabo, ¿qué puedes hacer para detener a un suicida?”, explican fuentes del PP.
¿La callada por respuesta?
Muchos empresarios catalanes contemplaban con buenos ojos las reclamaciones fiscales de Mas ante la Hacienda de Madrid. Pero una vez han descubierto el compañero de aventura y las condiciones de la escapada soberanista, las voces discordantes se han hecho oír de inmediato y con una claridad inusitada, sobre todo entre los representantes de los empresarios.
La batería de tributos sobre todo lo que se mueva vaticina una Cataluña con la economía aún más deprimida. Incluso Pymec, la patronal que elaboró una encuesta en un par de días con el único propósito de contentar a Mas diciendo que dos tercios de sus socios aprobaban la independencia, ahora ha dado un paso atrás y ha protestado airadamente por las alzas fiscales.
El presidente de la institución, Josep Gonzalez, manifestó su preocupación porque se emplease un aumento de la presión fiscal como solución global para los males de Cataluña.
Otro que en la intimidad respaldaba los exabruptos de Mas hasta que oyó la palabra impuestos, el presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, Miquel Valls, instó a la Generalitat a que se olvidase del referéndum y se centrase en negociar un nuevo acuerdo de financiación y más inversiones.
Y el presidente de federación empresarial Fomento del Trabajo, Joaquim Gay, se ha referido a la posibilidad de una consulta indicando que ésta debería realizarse dentro de la legislación vigente.
Los empresarios compran el espejismo
Antes de las elecciones, Artur Mas fue pródigo en promesas. Trasladaba a los empresarios una visión sazonada de racionalidad, en la que la independencia se implementaría paso a paso, dentro de Europa y como un horizonte casi lejano.
No os opongáis en público al proyecto soberanista, les decía, porque en cuanto tenga la mayoría absoluta podré moderar la velocidad con la que se haga la consulta y, lo más importante, podré establecer una negociación con Madrid en términos de igualdad, de la que podremos extraer grandes concesiones.
Los empresarios sencillamente se dejaron engatusar por la ilusión de más recursos e inversiones para Cataluña. Entre el miedo a perder mercado en España y la ambición de ganar ventajas para Cataluña, muchos optaron por la tibieza del silencio.
“La clase empresarial catalana observaba la independencia como un hecho remoto. Así que la actitud preponderante ha consistido en ponerse de perfil, que no haya líos. En Cataluña siempre han sido más sensibles a la esfera pública porque existe la sensación generalizada de que el poder político mete mano en cualquier cosa. Todo se reduce al o te metes aquí o no hay negocio”, comentan fuentes patronales.
Sólo que en estos momentos las medidas económicas propiciadas por Esquerra auguran una celeridad y un formato de secesión a disgusto del empresariado. “A Mas no le importa nada la estabilidad necesaria para atraer las inversiones. Todo esto dibuja una sociedad muy dependiente de la Generalitat para hacer la cuenta a finales de año y por lo tanto sin fuerza para contestar”, sostiene un empresario.
¿Menos dependientes de España?
Por mucho que Artur Mas propague la idea de que Cataluña depende menos de España, a grandes rasgos el mercado español representa la mitad de las ventas de las empresas catalanas, frente a una cuarta parte que se dirige al extranjero y otro 25 por ciento absorbido por el mercado catalán. Y del medio millón de empresas que hay en la comunidad, apenas 30.000 viven de las exportaciones.
De hecho, algunas compañías comentan en privado que barajan planes de contingencia y se plantean iniciativas como la deslocalización de almacenes a otras zonas de España o la compra de sociedades que camuflen su origen.
La mutación de Convergencia
La tradicional moderación de Convergencia se ha tirado por la borda, hasta el punto de que se enfrenta incluso a sus socios de Unió. Una persona del círculo próximo a Mas a la que ha tenido acceso Vozpópuli lo admite sin reservas: “Somos abiertamente independentistas y las circunstancias han acelerado los planes".
Del partido de la Banca Catalana al que impone tasas bancarias, la ruptura con los principios originales se antoja evidente. Basta recordar las palabras de Pujol respecto a la creación de una entidad estrictamente nacionalista allá por los años sesenta: “Sin banca, un país no tiene posibilidades de crear empresas, nuevas fuentes importantes de riqueza. Cataluña vivirá siempre en precario en el orden económico mientras no resuelva este problema de la banca y las altas finanzas. Vivirá siempre en el peligro de ver caer sus mejores creaciones industriales y comerciales en manos extranjeras. Vivirá siempre en peligro de colonización. Esto todavía se percibe como más necesario si se piensa que Cataluña es un país pobre en recursos naturales. Cataluña vive del esfuerzo sostenido de sus hombres, vive en un equilibrio difícil que puede verse seriamente afectado por pequeños tropiezos. No tenemos una auténtica riqueza agrícola, no poseemos carbón ni hierro. Todo lo que tenemos se lo puede llevar una ventolera y por consiguiente es absolutamente imprescindible que acumulemos reservas”.
Bajo el liderazgo de Mas, en cuestión de días este partido ha dado un brutal golpe de timón que le lleva a establecer una tasa bancaria. El programa económico de ERC impuesto como condición para caminar hacia el Estado propio puede fagocitar la identidad de los convergentes.
Ya lo hicieron con el PSC a fuerza de gastar y gastar. En esta ocasión, el líder de Esquerra, Oriol Junqueras, ha decidido quedarse fuera del govern, dejar a Cataluña al borde de la ingobernabilidad y a CiU abocada a la alienación de sus apoyos naturales. Y, sin embargo, fijará las reglas.
“En Convergencia no interpretaron bien la Diada, y ello espantó a muchos votantes de derechas que ni son secesionistas ni lo serán nunca. Las encuestas llevadas a cabo entre empresarios siempre consideraban la independencia como algo que ocurriría permaneciendo dentro de las estructuras europeas. Ahora bien, de repente proponen un proceso independentista rápido y en medio de una Europa en crisis, lo que únicamente puede conducir a la inestabilidad y a la salida del euro”, confiesa un empresario catalán.
La celeridad de la transformación de Convergencia y la carrera hacia la construcción nacional y el socialismo asustan a muchos empresarios, conscientes de que ya no pueden pararlo y de que a ERC le son indiferentes las necesidades de las empresas.
Mas ha abandonado la pose del Moisés que liberó a su pueblo para transmutarse junto a Oriol Junqueras en uno de los prófugos del filme ‘Dos hombres y un destino’. A la fuga, ¿terminarán también rodeados y abatidos?
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