La sucesión de José Manuel Vargas al frente de AENA promete ser una lucha intensa entre el Gobierno, como representante del 51% que el Estado controla en la compañía, y los inversores institucionales, con el fondo TCI a la cabeza. De hecho, dado que la marcha de Vargas era algo esperado, las posiciones ya están tomadas. Los institucionales, muy alineados con la gestión de aún primer ejecutivo del gestor aeroportuario hasta el próximo 15 de octubre, no aceptarán que el Gobierno sustituya a Vargas por un político. En este caso, contemplan incluso comenzar a salir del capital de AENA.
Las posturas están tan claras porque la salida de Vargas era una cuestión de tiempo. Aunque él mismo aseguró este martes ante la prensa que había comunicado su decisión al ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, al inicio de la presente legislatura (el pasado noviembre), en realidad llevaba cerca de dos años plateándose dejar AENA.
"No pasaba por su cabeza quedarse toda la vida como primer ejecutivo de una compañía en la que no tenía las manos libres para actuar", señalan fuentes conocedoras del proceso. Enfrentado en varias ocasiones al Gobierno por las limitaciones de AENA como empresa pública, su salida se fue posponiendo conforme se sucedían los acontecimientos (elecciones a finales de 2015, diez meses de Gobierno en funciones con nuevos comicios de por medio e inicio de una nueva legislatura, con circunstancias como la aprobación del DORA).
En este tiempo, los inversores institucionales manifestaron en diversas ocasiones su preocupación por la sucesión de Vargas y advirtieron de que no admitirían que el Gobierno designara un presidente sin capacidad para gestionar la compañía, aprovechando su mayoría en el capital de la empresa.
Diferentes sintonías
Desde el primer momento, la relación entre TCI y el resto de institucionales con Vargas ha sido muy buena; entre ellos ha habido la sintonía que ha faltado con el Gobierno, una deriva que tuvo como último capítulo la propuesta de que AENA lanzara una OPA sobre Abertis para competir con la presentada por la italiana Atlantia.
La iniciativa de TCI fue acogida con entusiasmo por Vargas pero fue rápidamente frenada por Moncloa. En algunos departamentos, especialmente los de más calado económico, la propuesta fue recibida con estupor (incluso, en algún caso, ni siquiera fue recibida por el titular de la cartera).
Con la decisión del Gobierno de echar abajo la propuesta y que ni siquiera llegara al consejo de AENA, la última esperanza de Vargas por que la compañía pudiera avanzar en su proceso de privatización se esfumó. A finales de junio, hizo saber a De la Serna que su relevo ya no admitía más prórrogas.
Las opciones para la sucesión
Las próximas serán semanas de muchos contactos, reuniones y cambio de pareceres. Sobre la mesa, posibilidades como la de elegir un nuevo presidente entre los miembros del actual consejo de administración (del que también ha salido el independiente Simón Pedro Barceló), optar por un candidato de continuidad como sería el director general, Javier Marín, o buscar fuera la solución.
La batalla está asegurada toda vez que TCI forma parte del comité de nombramientos y retribuciones de la compañía y tendrá voz y voto en la decisión final. El ministro De la Serna definió en presencia de la prensa al fondo como "muy activo y, en ocasiones, incluso agresivo en las formas". Si finalmente el candidato no es de su agrado, los tiempos convulsos en AENA no habrían hecho sino comenzar.
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