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Alan Henry, ex empleado de ACS, inspiró al hedge fund que puso contra las cuerdas al grupo en Bolsa

Un fondo especulativo denominado Bodenholm Capital acusó a ACS de falsear su contabilidad, basándose en el pleito que un antiguo empleado de Cimic, filial australiana del grupo, puso a la empresa. Alan Henry, que trabajó durante 20 años en la antigua Leighton, acusó a altos directivos de la compañía de inflar artificialmente los ingresos y de otras malas prácticas. Lo que había quedado en una disputa judicial resuelta a favor de la filial de ACS ha terminado en una maniobra especulativa contra el grupo, que se ha dejado más de un 8% en dos sesiones.

Difícilmente podría imaginar Florentino Pérez, presidente de ACS, que uno de los más de 200.000 empleados que el grupo tiene en todo el mundo sería capaz de ocasionar un serio revés a su cotización. En realidad, Alan Henry, que así se llama el ya ex trabajador de la filial australiana del grupo español, no provocó la tormenta pero sí actuó como improvisada fuente de inspiración. El resto del trabajo correspondió a un auténtico profesional de la especulación bursátil. El resultado, una caída superior al 8% para las acciones de la compañía en apenas dos sesiones.

Las alarmas en el mercado se encendieron cuando las agencias Bloomberg y Reuters reseñaron lo más destacado de la conferencia de Sohn, un encuentro entre gestores financieros celebrado en Londres el pasado jueves, en pleno centro financiero de la capital. Según los cables de las agencias, Per Johansson, uno de los invitados a la conferencia, señaló que su hedge fund, Bodenholm Capital, se había puesto corto en ACS, para cuya cotización pronosticaba descensos de hasta el 40%.

¿Por qué? La explicación de Johansson sorprendió aún más a los asistentes. El gestor, un ex Fidelity que hace poco decidió emprender camino por su cuenta, aseguró que el grupo había falseado sus cuentas para poder presentar ingresos inflados artificialmente. La reacción de los mercados no se hizo esperar, más por el anuncio de una agresiva posición corta que por la acusación de irregularidad contable, que ACS anunció que combatirá en los tribunales.

Precisamente, entre legajos y togas está el origen de la acusación de Per Johansson. El nombre clave es el de Alan Henry, un directivo que llevaba 20 años trabajando para la antigua Leighton, actualmente denominada Cimic, la filial australiana de ACS. Henry, que fue despedido, llevó a la compañía a los tribunales con graves acusaciones de irregularidades contables y también de otro tipo de malas prácticas, entre las que se incluían presuntos sobornos a autoridades locales.

Ejecutivos españoles acusados

El centro de las acusaciones de Henry es Adolfo Valderas, persona de confianza del presidente y consejero delegado de Cimic, Marcelino Fernández Verdes, que recientemente le nombró viceconsejero delegado y que probablemente le cederá el testigo en 2016, cuando se incorpore a ACS como consejero delegado.

Valderas, que en el momento de la denuncia ejercía como jefe de operaciones de la compañía, fue acusado ante el juez por parte de Alan Henry de conocer las presuntas irregularidades denunciadas y mirar hacia otro lado.

La tesis de Henry se basaba en que Valderas y altos ejecutivos de Cimic habían inflado los ingresos de la empresa para evitar que se publicaran las verdaderas cuentas, que provocarían una gran decepción entre los inversores. La prueba estrella presentada por Henry era una fotografía tomada en una reunión de directivos en la que se podía ver una pizarra con cifras en la que se explicaba cómo engordar contablemente los ingresos correspondientes a un contrato energético que se había adjudicado Cimic.

Apuesta a la baja

La empresa australiana no tuvo demasiados problemas para que el juez desestimara la demanda de Henry pero quien no la desestimó fue Per Johansson. Creador de un agresivo fondo especulativo, especializado en posiciones bajistas, el gestor no dudo en dar credibilidad a la demanda del ex empleado de Cimic para sostener su estrategia de ponerse cortos en ACS.

Con este planteamiento, Bodenholm Capital toma prestadas acciones de ACS y procede a venderlas de inmediato en el mercado bajo la previsión de que se depreciarán a corto plazo. De esta forma, cuanto más bajen los títulos de ACS mayor será la diferencia entre el precio de venta de las acciones prestadas y de compra para proceder a su devolución.

Por el momento, el objetivo está cumplido aunque a Johansson podría salirle cara la jugada: ACS ha amenazado con resolver la contienda en los tribunales.

En cualquier caso, el artífice involuntario de la estrategia no fue un tiburón de la especulación bursátil sino un empleado, uno de entre cientos de miles, que terminará definitivamente de salir del anonimato.

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