El del próximo jueves no será un consejo de administración cualquiera en ACS. La reunión se prevé tensa debido a las discrepancias en el seno de la compañía por la conveniencia o no de mantener el dividendo complementario, una vez suprimida la retribución a cuenta de los resultados, tras el peor ejercicio de la historia de la compañía.
Así, Banca March, primer accionista del grupo constructor, de servicios y concesiones con un 18% del capital, se opone con firmeza a que se entregue un dividendo complementario. Los banqueros mallorquines ya han visto como los resultados tanto del grupo como de su sociedad de cartera, la cotizada Corporación Financiera Alba, se han visto lastrados por los números rojos de ACS en 2012, nada menos de 1.923 millones de euros de pérdidas a causa de la ruinosa desinversión en Iberdrola.
Los March consideran que la aventura del fallido abordaje a la eléctrica que preside Ignacio Galán fue un empeño personal del presidente de ACS, Florentino Pérez, y que los esfuerzos de éste a partir de ahora deben encaminarse a reducir la deuda de la compañía y tapar cuanto antes el agujero generado por las minusvalías registradas en la salida de Iberdrola.
Sin embargo, el resto de los principales socios de ACS, incluido el propio Pérez, son más partidarios de otorgar el dividendo complementario. Tanto el presidente como los financieros Alberto Alcocer y Alberto Cortina, los Albertos (que mantienen cerca de un 10% del capital) y el grupo turístico Iberostar ya han sufrido los efectos de que ACS no pudiera repartir su tradicional dividendo a cuenta de los resultados debido precisamente a las pérdidas registradas.
Los efectos de la supresión del dividendo
Los Albertos vieron como entidades nacionalizadas como Banco de Valencia procedieron a ejecutarles paquetes de acciones de ACS que mantenían como garantía de determinados préstamos mientras que, además, ellos mismo colocaban en el mercado títulos de la empresa para cubrirse ante la imposibilidad de afrontar el servicio de la deuda con la retribución al accionista de ACS, como los años anteriores.
Mientras, Iberostar, fuertemente penalizada por el notable descenso de la cotización de ACS (la empresa de la familia Fluxá compró su 5% en zona de máximos históricos de la constructora, que ahora vale un 60% menos), está tratando de refinanciar la deuda asociada precisamente a su entrada en ACS. Los bancos le han exigido una ampliación de 150 millones de euros. En esta situación, también sería delicado quedarse sin dividendo.
También es significativa la situación de Pedro López Jiménez, uno de los históricos del consejo de ACS, cuya asfixia financiera le llevó a vender el paquete del 5% que poseía en la papelera Ence, que fue precisamente la que compró estos títulos. El ex presidente de Unión Fenosa se encontraba muy apalancado en Ence pero la ausencia de dividendo en ACS terminó de complicar su situación.
¿En clave de autocartera?
Poco antes de presentar los resultados de 2012, ACS vendió prácticamente toda su autocartera, lo que le permitió ingresar algo más de 350 millones de euros. La operación se llevó a cabo durante la oleada de emisiones de deuda corporativa que se registró a comienzos de año, cuando las principales compañías del país aprovecharon la bajada de la prima de riesgo y el descenso de la rentabilidad del bono español para acudir a los mercados en busca de financiación, algo que, en estos momentos, está fuera del alcance de ACS.
Precisamente, el destino de esta cantidad es lo que está en juego. Los partidarios del dividendo quieren emplearla en sufragar la retribución al accionista. Mientras, los March insisten en su objetivo primordial: reducir la deuda del grupo (y sin artificios contables).
Estas cuestiones se pondrán sobre la mesa en el consejo del próximo jueves, uno de los más trascendentales en los últimos tiempos para ACS.
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